Ya sabemos lo que son los de la USA que nos usa. Ellos saben poco de nosotros, pero nosotros tenemos la piel, los ojos, los oídos, el hambre y el transporte repletos de ellos. Sus marcas marcan al mundo. Sabemos que son los abanderados del consumo y que el célebre estilo de vida americano consiste en tener cada vez más tiempo y más plata para comprar. Sabemos que son invasores, muchos países de este planeta han visto bajar de sus vehículos de guerra a los célebres marines que han producido numerosas ocupaciones y centenas de películas malas. Sabemos que siempre han declamado que es un país que procura el bienestar de todos los países del mundo, aunque se conforman con objeter el bienestar de los Estados Unidos. Sabemos que es una superpotencia aunque muchas veces dio signos de ser una prepotencia.
Pues su presidente estuvo con nosotros: Barak Obama. !Qué parecidos son los nombres Obama y Osama! Vino de visita oficial pero también familiar porque la trajo a su mujer, a sus hijas y, por si fuera poco, a su suegra, tal vez con la intención de quitarle de encima a la institucion “madre política” toda la mala prensa que tiene, esa que lleva a armar coplas del estilo: “De arriba del alto cerro/ viene rodando mi suegra/ no la paren que es una promesa”.
Más allá de todas las precauciones que puedo tener con el capo de esa nación de película, Obama me parece una reivindicación. Podrá ser todo lo neoliberal que sus detractores lo tilden, podrá defender los intereses hegemónicos que siempre han tenido los yanquis, pero es un negro y esto me conmueve. Porque fue la USA que nos usa el estado más racista de toda América, y uno de los más discriminatorios del mundo, ese país que tenía un sur que de tanto odiar lo negro terminó siendo gris, ese país que no hace mucho tiempo asesinó al gran lider Martin Luther King y sin embargo, hoy, contra toda la discriminación, contra toda la historia, contra toda la infamia, tiene un presidente negro. Algo de bueno tenemos que encontrar en esto.
Estuvo Barack Obama con nosotros y rescatamos algunos de los hechos que marcaron su visita: Michelle se ganó la simpatía de todos; sus hijas pretendían conocer a Messi (como si el pulga pudiera perder el tiempo con cualquier fan), dijo “Nunca más” sin especificar si ellos tenían alguna porción de culpa en el hecho de que nosotros tengamos de decir “Nunca más”; prometió eliminación de Visa para entrar a sus grandes centros culturales: Disney y Las Vegas (cosa que algún día ocurrirá), prometió desarchivar los documentos que involucran a instituciones de beneficencia como la CIA y el Pentágono en los años negros de la Argentina (cosa que algún día ocurrirá).
A Barack le quedan poco meses de mandato, puede que lo suceda una persona de su partido: Hillary Clinton, y entonces lo que puse antes entre paréntesis puede que ocurra, pero si llega a ganar Donald Trump, no solo borrará lo que está adentro de los paréntesis sino que puede que borre a nuestro país.
Vino Obama y bailó tango, zafó a pocos pasos del ridículo; habló con los jóvenes, tal vez lo más interesante de su visita; firmó acuerdos que seguramente habrán de favorecernos a nosotros y también “habrán de favorecerlos a ellos”; y estuvo en Bariloche como para sacarse de encima tanto protocolo. Pero lo que más llamó la atención fue “La Bestia”, un auto acorazado-tanque-fortaleza, que acaparó largos minutos de la tele de nuestro país. Un monstruo sobre ruedas que tuvo la deferencia de ir a cargar combustible argentino a una estación de servicio argentina. No creo que haya cargado GNC.
Autor: Jorge Sosa. Publicado en Diario "Los Andes" de Mendoza, sábado 26 de marzo de 2016.
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