Así como el Combate de Patagones ganado al Imperio del Brasil es invisible para el común de los argentinos, a su vez, yace bajo la alfombra otro embate de carácter diplomático. Los cantos de sirena oídos desde el vecino país pretendían recuperar las banderas perdidas en esa contienda de 1827. Sin embargo, la política de seducción nunca convenció a los maragatos de canjearlas por el asfaltado de sus calles o bien otras promesas.
Pasa el tiempo y nuevos hitos se van descubriendo de aquel acto heroico en el que corsarios, milicianos, hacendados, mujeres y niños del perdido pueblo de la entonces Comandancia del Fuerte del Carmen, alejada del Buenos Aires colonial, lucharon y tomaron estandartes enemigos al rechazar la invasión.
“El 10 de diciembre de 1825, el Imperio del Brasil declaraba la guerra a las Provincias Unidas del Río de la Plata y recién replicaría la declaración el 6 de enero de 1826. Aquel mismo día de diciembre, el corsario Francisco Fourmantin ingresaba al puerto de Patagones al mando del bergantín Lavalleja. Traía consigo una presa: el bergantín brasileño Felicidade”, recuerda el historiador Jorge Bustos, investigador del Museo Ema Nozzi. “Los vecinos de ambas márgenes del Carmen se vieron conmovidos. La guerra se les había colado por el río. Eso no era todo, porque detrás de Fourmantín venía en su persecución el bergantín Río da Prata con sus 14 cañones dispuesto a recuperar al Felicidade”.
El 15 de diciembre a la madrugada, Lacarra fue informado de que gente armada en dos botes había tomado al Felicidade que estaba anclado frente a la población. Pero en su huida habían encallado a poco de zarpar. Lacarra y Fernando Alfaro, lugarteniente de la Banda Sur (hoy Viedma), salieron en persecución del enemigo. El primero por la costa norte y el segundo por el sur. Lacarra logró rendir a 18 hombres y al comandante del bergantín, Guillermo Anderson. Éste prometió retirarse en forma pacífica y hacer los reclamos por las vías legales ya que el Felicidade era propiedad de su nación.
Bustos recuerda que “Lacarra, considerando que era arriesgado encarcelarlos ya que desconocía cuál era la fuerza militar estacionada en la desembocadura del río Negro, los liberó “y los brasileños partieron en sus dos lanchones rumbo a la desembocadura, seguidos por Alfaro y sus hombres atentos a sus movimientos”.
Desembarcaron unas leguas aguas abajo y fueron atacados al punto de rendirse ante los hombres de Alfaro y ser conducidos al Fuerte como prisioneros.
El historiador maragato dijo que “el papel del Comandante quedó muy deslucido ante los vecinos. En cambio, Alfaro fue reconocido como el héroe de la jornada. Las jornadas de marzo de 1827 le darían otra oportunidad para que su nombre quedara entre los principales de aquella gesta heroica”. Así, agrega sobre ese tramo documental desconocido hasta hoy “la guerra con el Brasil se extendió hasta agosto de 1828”, pero “su primera acción bélica en el actual territorio argentino acaeció a orillas del río Negro”.
Se vivieron momentos de zozobra por las refriegas hasta el 7 de marzo. La incipiente población que creció en torno del fuerte recuperó el aliento ese día cuando un gaucho apareció con las primeras hilachas de un estandarte de color verde. Además, contaba la muerte del comandante enemigo, el inglés James Sheffer. Y sobre la lucha final en el cerro de la Caballada.
Prisioneros
650
brasileños fueron capturados. En la rendición se tomaron del enemigo la corbeta “Itaparica”, la goleta “Constancia” y el bergantín “Escudeiro”, 372 armas de fuego, 18 cañones y 36 barriles.
Operativo seducción
La segunda prueba de la batalla está en el templo parroquial de Patagones. El sustento histórico, en “Apuntes del Río Negro” luego ampliado en “Crónica Histórica del Río Negro de Patagones” de Juan José Biedma. Se suman relato orales rescatadas por Ema Nozzi, la fidelidad hecha persona.
Medio siglo después del combate los trofeos comenzaron a ser requeridos por autoridades nacionales. En 1877, la Inspección de Armas de Buenos Aires ordenó su envío a Liborio Bernal, comandante militar de Patagones. Bernal remitió la misiva al cura párroco Venancio Michelena, quien a su vez la giró al juez de Paz y también Municipal Clemente Núñez. Las autoridades locales tomaron nota pero no hay constancias de respuesta. El embate fue retomado en 1896, cuando una nota enviada por el Ministerio de Gobierno de la Provincia fue tratada por el Deliberante de Patagones. Se pedía que las banderas fueran enviadas al Museo Histórico Nacional. Se iniciaba así un conflicto que se extendió al menos hasta fines del año 1904.
Las autoridades municipales se sentían entre dos fuegos. De un lado, las autoridades nacionales y provinciales invocaban un orden legal difícil de desatender, a lo que se sumaban las lealtades políticas. Del otro, un pueblo al que no precisaban consultar para saber que se opondría a ceder tan preciados bienes.
El conflicto creció en intensidad. Las autoridades municipales extendían distintos pretextos, hasta que en noviembre de 1904 el intendente Barbieri cedió a tanta presión y ordenó al cura párroco Mateo Valinotti la entrega de los estandartes imperiales. Respuesta contundente: “el cura párroco es depositario y custodio de trofeos que constituyen el tesoro más preciado del pueblo de Patagones”. Un núcleo de vecinos se había complotado para apropiarse de las banderas en caso de que se hiciera inminente su traslado a Buenos Aires.
En adelante las pretensiones gubernamentales se expresaron en el Congreso Nacional. En diversas oportunidades se presentaron proyectos para restituirlas, como los del senador Carlés en 1902 y 1908, de Alfredo Palacios en 1913 y 1915, con las firmas de Alvear, Juan B. Justo, Carlés, De la Torre y del Valle.
El siguiente capítulo tuvo como protagonista al general Agustín P. Justo, ministro de guerra del presidente Alvear (1922-1928) y luego presidente de la Nación de facto. Justo, casado con Ana Bernal, nativa de Patagones e hija del general Liborio Bernal, visitó la ciudad varias veces. En uno de esos viajes, consultó a un grupo de vecinos sobre la posibilidad de devolver las banderas, con el argumento de que “la devolución de los trofeos no significa renegar de un pasado de gloria”. En esa como en ocasiones ulteriores se sugería la intención brasileña de donar importantes obras públicas para Patagones como el asfalto. Aún así, la negativa de los maragatos fue categórica.
Todo volvería a cobrar actualidad en 1954, durante el segundo gobierno de Perón, cuando se trató en el Congreso de la Nación la devolución de las banderas tomadas a Paraguay durante la guerra de la Triple Alianza.
Luego, hacia 1987, el periodista Carlos Espinosa recuerda que en plena euforia del proyecto de traslado de la capital al Valle Inferior el presidente Alfonsín invitó a su par José Samey de Brasil a recorrer el nuevo distrito federal. La noche anterior a la llegada de los ilustres visitantes alguien “con buena información” advirtió al intendente y a los concejales que “Alfonsin anunciará la devolución de las banderas”. La noticia corrió por el pueblo generando una espontánea reacción de vecinos que reclamaban medidas para que no se consumara el supuesto despojo.
“Algunos exaltados hasta planeaban esconderlas en un lugar seguro. Así que tuvimos que disponer una discreta guardia policial en la puerta del templo”, recuerda el entonces concejal Néstor Belloso. Al día siguiente ni se mencionó el tema. Los vecinos respiraron aliviados.
En Patagones, creen que quienes por distintas razones pretendieron que se cedieran, no advirtieron una cuestión esencial: las banderas no son sentidas por los maragatos como trofeos de guerra. No existe encono, recelo alguno con el Brasil y su pueblo ni vocación peyorativa o de revancha. Las banderas constituyen, en cambio, un testimonio clave de su identidad histórica.
“El pueblo mantiene el fervor por la batalla”
Enzo Martínez es imprentero de profesión. Durante años ayudó a su padre a editar el diario “El Nacional” en Patagones, que circuló entre 1925 y 1963. Tuvo su espacio para escribir sobre este hecho histórico y también fue testigo de un hecho controversial.
Cuenta que en la década del ’60, su hermano Rolando como secretario de Gobierno del intendente Leonardo Costas, tuvo que lidiar con el cura Después, a pesar de tener una amistad desde niños con los Martínez. Un día, según Enzo, al párroco se le ocurrió sacarse de encima los estandartes a lo que Rolando le respondió: “’no hay problema, hágame una nota que en 24 horas se las saco’, pero el cura nunca apareció con la nota”. A su entender, “este combate fue épico y el pueblo mantiene el fervor”.
Cronología de los enfrentamientos
1- El 10/12/1825, el Imperio del Brasil declaraba la güerra a las Provincias Unidas del Río de La Plata. La ratifica el 6/1 de ese año.
2- Ese 10/12/1825, se produce en el río Negro la primera acción bélica: el corsario Fourmantin captura el bergantín Felicidade.
3- Cinco días más tarde -el 15/12/1825- se produce una segunda refriega con dos grupos armados que intentan recuperar el Felicidade.
4- 1826: un año en el que el Comandante Militar de Patagones Martín Lacarra recibe dos noticias inquietantes.
5- La primera: a inminencia de la invasión brasileña. La otra: la imposibilidad del gobierno central de enviar refuerzos militares.
6- Los rioplatenses vencen en Juncal el 9/2/1827, Bacacay el 13/2, la batalla de Ombú tres días después e Ituzaingó el 20 de febrero.
7- 28/2/1827: la acción vuelve al sur con la batalla de La Batería. El 4/3, escaramuza en la Banda Sur. El 6/3 desembarca la infantería brasileña.
8- 7/3/1827. Tras el combate del cerro La Caballada se rinde la infantería brasileña. Las fuerzas patriotas toman tres naves enemigas.
9- En setiembre de 1828, una misión encabezada por Tomás Guido y Juan Ramón Balcarce viaja a Río de Janeiro
10- La misión dio como resultado la firma del acuerdo de paz reconociendo y garantizando la independencia de la Banda Oriental.
Publicado en Diario "Río Negro", 10/03/2018. Fotos del mismo medio.
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