Todos la conocen. Pero nadie -o muy pocos- saben su nombre. Ella, su cara, su gesto, acompaña a millones en la alegría de un nacimiento, en el suspenso de un quirófano, en el dolor del final de una vida. Es, urbi et orbi, "La enfermera del cuadro". De ese cuadro que preside hospitales, clínicas, maternidades.
Su gesto es más que elocuente: un dedo índice sobre los labios. Shhhh. Silencio. "Una orden suave, nada autoritaria, que pide crear en las salas de espera de los hospitales un ambiente sereno", publicó el sitio Infobae.
¿Quién es?
¡Es argentina!, aunque su apellido lo desmienta. Se llama Muriel Mercedes Wabney. Era modelo. En 1947 firmó un contrato de exclusividad para presentar las colecciones de Harrod's, la versión calle Florida de la célebre cadena inglesa.
Y no fue todo: modeló para Ducilo, una empresa y marca de telas, para el modisto Jean Cartier y su programa "El arte de la elegancia" (Canal 7, tevé black and white, finales de los 50), y en un desfile paseó los vestidos que usó Linda Darnell en el film Por siempre ámbar: Twenty Century Fox, 1947, dirigida por Otto Preminger.
Según la única historia rastreable del cuadro "shhhhh", revelada por la ya desaparecida revista Paralelo 38 en los 70, la idea fue de un tal Juan Craichik, jefe de visitadores médicos de la empresa "Taranto", fábrica de instrumental y laboratorio.
El hombre reveló en una entrevista de Paralelo 38 que la chispa se le encendió en 1953, mientras visitaba por su trabajo un hospital de Rosario. "La sala estaba atestada, y cada tanto una enfermera pedía, sin éxito, silencio. Entonces se me ocurrió crear una imagen elocuente que cumpliera la misma función". Presentó el proyecto en su empresa, lo aprobaron, convocaron a varios modelos profesionales, y ganó Muriel Mercedes Wabney.
¿Qué se tuvo en cuenta para elegir a la protagonista? Craichik explicó que "su cara era distinta, suave, armoniosa, de mirada dulce..., autoritariamente dulce". La sesión fotográfica duró toda una tarde. El autor de la idea dijo que la empresa "Taranto" no lucró con la distribución mundial de esa imagen: "la regaló a hospitales, maternidades, clínicas, etcétera".
En cuanto a Wabney, rara vez aceptó hablar públicamente, dijo que era casada, que no tenía hijos, y negó confesar cuánto le pagaron por la foto y su multiplicación: casi tan enigmática como su anónima cara impartiendo silencio.
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