Para Nietzsche la verdad era una gran mentira colectiva. Por cierto, en la construcción de la verdad o de su equivalente, la realidad, reside el poder mistificante y mitificante del sistema mediante su poder instituyente, pues las masas la acatan, obedecen, convalidan, avalan, legitiman y naturalizan junto con las modalidades de presentación, funcionamiento y fines, tanto en la parte como en el todo.
Certezas, significados y sentidos, relatos y narrativas no son inocentes, ni espontáneos ni libres. Todos son fundamentales para los fines totalizantes del sistema.
Realmente inservibles para el bien común pero eficacísimas para el engaño y la mentira inmediatas son algunas frases históricas de los personajes del poder buscando conmover a sus destinatarios a la vez que desplomando su racionalidad, seducida por los sentimientos y las emociones muchas veces ingenuas y puras. Veamos algunas.
"El silencio es salud", bajo Isabel la Católica -según publicidad de gremio pesado en el aquelarre peronista de los '70- pero perteneciente a su brujo, emblemático sanitarista aniquilador de enfermedades sociales contagiosas. Aun con desprolijidades operativas, los historiadores reconocen los altos estándares alcanzados con aquella famosa campaña de silenciamiento, política de Estado que por primera vez no fue discontinuada por quienes vinieron después, lo cual mereció elogios por parte de las naciones más desarrolladas.
Después... "¡Tengo las manos limpias!", "dramática" y "conmovedora" apelación mediática de campaña electoral y acto público que destilaba honestidad por todos los poros. Hoy, desactivadas las broncas colectivas de antaño, si se mencionara públicamente provocaría una gran carcajada general seguida por un nostálgico recuerdo de los tiempos de la famosa bisagra de la historia. ¡Y mejor que no se mencione la bisagra tampoco!
El exitoso "¡Síganme, que no los voy a defraudar!" trajo al siguiente mensajero de los dioses. Frase obscena para la posteridad, muerta en olor de pecado hasta el fin de los días, igual que "¡Dios los bendiga!" pronunciada no por la Madre Teresa precisamente.
Otras frases son permanentes, como las demagógicas "Todos juntos podemos" o "Juntos somos más", reclamando para el gobernante o el aspirante solidaridad electoral o apoyo a su gestión con mero sentido reactivo, ya que sólo pide apoyo pasivo y no conciencia, agregación, congregación, reunión -no unión-. Mera ingeniería de acompañamiento y movilización. Lo engañoso es la falsa humildad apelativa, pues el poder no ordena, ¡sugiere, induce, propone!, se nos presenta desde una supuesta pero falsa horizontalidad igualitarista; juntos: se juntan los que se parecen o se asemejan en algo; todos: sin exclusiones, porque el gobierno es el papá de todos que no se desentiende de su deber como un padre desaprensivo. ¡Cómo no darle la mano a papá!
¡Cuán diferentes son el sentido y la percepción implícita de dicha frase en boca de asambleístas libres o en un acto de resistencia o de liberación, popular como en Fuenteovejuna o nacional como en el Vietnam de los '60!
¡Cómo olvidar el eficaz "¡Estamos trabajando para usted!"!, vigente desde los '70 en cualquier barrio, pueblito o gran ciudad, recordándonos como quien no quiere la cosa el "compromiso" y los "desvelos" del gobernante local, provincial o nacional de que se trate, sugiriendo indirectamente que su predecesor no era como él, es decir, desinteresado, qué digo... ¡abnegado! ¡Pero también humilde!, pues implícitamente el gobierno o la empresa pública o privada nos pide disculpas por las molestias que ocasiona y que serán recompensadas posteriormente con los beneficios que su acción acarreará.
¡Y las apelativas "¡Acompáñenme!", "¡Ayúdenme!", "¡No me dejen solo!"!, que fungen como sinceros y campechanos pedidos de ayuda de quien parece reconocer que el soberano es el pueblo, a diferencia de los otros (los del otro partido... ¡que eligieron otra frase más competitiva!). Por cierto, quien es capaz de pedirle ayuda al de abajo tiene que ser honesto y bueno (¡...!), ¡démosle una oportunidad, entonces!
Frase de culto es la norteamericana "Usted puede". Si las anteriores aludían a la estética colectivista esperando magnitudes importantes de respuesta, ésta busca lo mismo mediante la particularización de los interpelados y la identificación de su subjetividad, aparentando reconocer su identidad e insinuando la sustitución de las viejas prácticas habituales de masificación y clientelismo por una mayor autonomía ciudadana.
Ninguna de esas frases expresa la verdad de lo que denotan y connotan, por tanto el marketing político de la actualidad es absolutamente falaz. Su esencia consiste en producir un percibir-creer y obrar por parte de los destinatarios, aun a costa de la racionalidad, primera víctima junto con la ética.
Esa individualización y personalización del sujeto anónimo -en el último ejemplo- le crea la ilusión del registro o visibilización por parte del o los convocantes y esto, a su vez, lo gratifica, eleva su autoestima y siente que puede aportar algo. Así, los convocantes parecen cercanos, accesibles, considerados y sinceros.
Ese "¡Usted puede!" encierra un sintético mensaje, corto y claro, reforzado por una ritualidad compuesta por una gestualidad enérgica, una mirada firme tendida más allá del horizonte pero connotando un más allá en el tiempo, tiempo futuro, lugar supuesto de toda utopía. Y hacia allá se dirige el dedo identificador mientras el orador repite la frase y cada uno de los presentes se siente llamado, personalmente llamado, al ritmo in crescendo de la retórica apelativa del párrafo final. Semejante recurso marketinero se acompaña con la clásica filmación de abajo arriba para la gráfica o el audiovisual.
Como esas frases hay muchas más que alguna vez sonaron tiernas pero que hoy repugnan, igual que los rostros a ellas asociados.
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