Es al cuete, los fascistas nunca aprenden que los pueblos siempre vencen a la censura. Que la libertad de pensamiento y expresión son absolutos. Y que la imaginación y el ingenio populares, aquí y en la China, son superiores a la estupidez de quienes pretenden reprimir la libre expresión de las personas, sea una o sean millones.
El canto popular que hoy atruena los estadios argentinos, y también las redes sociales, se reproduce a puro ingenio, inventiva y gracejo, y ya se escucha incluso en el silbo distraído de algunos transeúntes. Es una maravilla de la democracia y expresión sublime de la justicia popular.
Y es que en realidad lo que sucede es que el pueblo se da cuenta de la realidad más allá de lo que mienten, ocultan y disfrazan los serviles de los grandes diarios y la telebasura, que siempre andan proponiendo debates sobre temas tontos que no hacen al fondo de ninguna cuestión.
Y en este canto puteador el fondo es la bronca que generan en las clases populares las políticas, decisiones, tarifas y endeudamientos macristas, y el desastre en educación, salud y maltrato a jubilados.
Claro que en el campo popular hay también desclasados, como en todo. Son almas pobres de espíritu que son serviles al periodismo servil y a la telebasura. Son conocidos algunos casos penosos: Margarita Barrientos o Toty Flores, a quienes ahora se suma el ídolo boquense Carlos Tevez al declarar, con cara de piedra, que “no está bueno insultar al presidente”. Es la misma funcionalidad a sus patrones que el del sindicato de referís que pretende que se suspendan los partidos en los que “se entonen cánticos contra la investidura presidencial”.
Ese uso dispar del verbo “insultar” es interesante, porque los que ahora lo usan no decían esta boca es mía cuando a la anterior presidenta le dedicaban vocablos ofensivos como yegua y puta.
Así son estos tipos, los macristas y conversos que la van de atildaditos y con pretensión de buenos modales. Bazofias sociológicas que no ven, no quieren ver, el choreo generalizado ni las centenares de offshores de quienes están hoy en el gobierno.
Las siete vocales del pronunciamiento popular –mmlpqtp– expresan un sentimiento generalizado y profundo que va más allá de cómo much@s votaron en 2015 y 2017. Por eso es risible el esfuerzo de teleprogramas, radios y diarios oficialistas en desvirtuar el sentido verdadero de este sentimiento popular. Como se decía en el campo cuando el campo era lugar de trabajo honrado y no sembradío de venenos para enriquecer empresarios y matar vecinos, “al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen”. Lo que significa que no hay censura válida, ni intento legislativo, ni decreto oficial, ni prensa canalla que sea capaz de silenciar este grito justiciero.
La gente, los hinchas, los redesocialeros, las charlas oficinescas o de café, seguirán cantando y gozando lo que se les dé la gana. O sea, lo que les inspire la miserable realidad que han instalado los “cambiemos”, los radicales genuflexos y otros colonizados.
Y además seguirán cantando con gracia, con ingenio, con alegría, exactamente con esa desafiante alegría popular que vuelve locos a los ricos, los ceos, los funcionarios, los conversos chupamedias y los colonizados clasemediascos.
De acá con la censura.
Hasta la semana que viene.
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