Perteneció a una “raza”de futbolistas que, al menos en nuestro medio, sólo tuvo dos nítidos ejemplos: el primero fue Orestes Omar Corbatta. El segundo, él. René Orlando Houseman. Se podría extender ese mismo concepto a un tercero, igualmente grandioso en cuánto a su excelencia futbolística, su cuota de “locura”, su aparente displicencia. Su genialidad. Nos referimos a “Mané” Garrincha, brasileño, claro. Fueron aquellos “punteros derechos” que deslumbraron por su habilidad, por sus arranques sorpresivos, por enloquecer a sus defensas y conmover a sus hinchas. Eran los fenómenos desequilibrantes , que abrían defensas inexpugnables, generaban los goles para los delanteros de punta (el “centro forward”) o deslumbraban ellos mismos.
La vida fue dura para Garrincha y Corbatta, en especial cuando el fútbol terminó. También la vida le deparó momentos a Houseman, en su niñez o en su final futbolística, pero -afortunadamente- encontró quienes le protegieran muchas veces. Afectos familiares, amigos o el propio César Luis Menotti, a quien llamó “mi padre”. Houseman pudo superar después de mucho tiempo las huellas que le dejó la bebida. En cambio, un cáncer que le atacó en 2007, a sus 64 años, fue fulminante. A pesar de su lucha, su valentía, su entrega y los mensajes de apoyo que le llegaban de todo el mundo futbolero.
Publicado en Diario "Clarín", 22/03/2018.
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