Recuerdo de don Jaime de Nevares a 24 años de su partida.
Murió el 19 de mayo de 1995 a los 80 años. Cuatro palabras
para describir la gran personalidad del primer obispo que tuvo
Neuquén.
No es sencillo resumir la vida de Jaime de Nevares en cuatro
palabras. Pero vale la pena hacer el esfuerzo. Podrían ser “renunciamiento”,
“solidaridad”, “valentía” y “sencillez”.
El renunciamiento fue lo que precisamente lo llevó
posteriormente a convertirse en una de las personalidades más destacadas de la
vida política y social de Neuquén. Jaime Francisco de Nevares había nacido en
el seno de una familia aristocrática de Buenos Aires, de principios del siglo
pasado. En su hogar no faltaba nada. Es más, pasó su infancia y adolescencia
rodeado de lujos y de los servicios típicos de las familias más ricas de la
ciudad.
Él quería ser militar, pero por influencia de su padre
abogado se dedicó a estudiar leyes. Pudo haber sido un destacado letrado o un
importante militar, pero renunció a todas esas chances para seguir con la vida
de riqueza y abundancia. Alguna vez comentó que fue gracias a su madre –una
mujer muy religiosa- que terminó siguiendo el camino de la espiritualidad.
Solidaridad es la otra palabra. Don Jaime estuvo siempre al
lado de los más necesitados, de los que padecían injusticias, de los olvidados.
Parecía increíble que un hombre como él terminara subiéndose a un caballo para
recorrer los pueblos de la cordillera y conocer a la gente del campo. Alguna
vez lo bautizaron el “cura gaucho” o el “cura de los indios”, por la permanente
preocupación que demostró por los habitantes del interior profundo apenas pisó
el suelo neuquino en 1961.
Valentía, otra buena palabra para pintarlo de cuerpo entero.
Jaime de Nevares tuvo un gran protagonismo cuando criticó y enfrentó a las
cúpulas militares durante la dictadura. “Las puertas de la catedral están
abiertas”, dice la famosa frase que todavía se recuerda de él cuando ofreció
refugio para los perseguidos.
También cuando se puso del lado de los obreros en el
recordado “Choconazo”, la huelga que paralizó la construcción de la represa en
1969. Fue además el fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos. Casi nada. Sencillez es la última palabra para describirlo. Don Jaime
era un tipo humilde, con un gran sentido común para tratar de resolver los
problemas, hasta los más domésticos. No tenía problemas en intervenir en
grandes conflictos ni en otros que a veces eran simples disputas vecinales.
Jaime de Nevares murió un día como hoy de 1995. Su paso por
Neuquén marcó un punto de inflexión. Por eso sigue siendo recordado con tanto
respeto y cariño.
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