Aquellos que hablan de la “Patria en peligro”, a lo mejor lo hacen pensando en un sentido conspirativo de una supuesta confabulación de ciertos grupos de argentinos en acuerdo con élites de otro país para destruir la Argentina y su pueblo. Lo cierto es que esta frase que puede sonar bien para el marketing como estratagema nacionalista de convicción y compromiso con el país, también esconde algo mucho más peligroso como negar el vínculo con la Patria o con el patriotismo a otros argentinos a quienes, por alguna razón, los portadores de esta leyenda consideran pertenecientes a otro grupo a tal grado que se los consideraría enemigos no argentinos, casi casi de otro país. Sin argentinidad.
Este tipo de relaciones emotivas negativas con personas distintas con las cuales no se comparten identidades sociales, políticas, o de gustos, tampoco debiera ser exacerbado al punto de negarles su condición de argentinos y por tanto que amen a su país y sus símbolos. Se trata de actitudes segregacionistas que al final del día podrían llevar a separatismos en contextos que hoy, ventajosamente, no existen. Con discursos de esta naturaleza se dieron guerras civiles y conflictos sangrientos en el mundo. Por supuesto, traen consigo visiones de ser mejores o superiores que los otros y por la tanto, portadores de los destinos de la colectividad.
Hicimos una encuesta relacionada con los símbolos patrios y la cercanía que los argentinos sienten con ellos en sus hábitos. Alrededor de seis de cada diez personas en el país y en la provincia de Buenos Aires dicen que colocan banderas argentinas en las fechas patrias. En la Ciudad, el porcentaje es un tanto menor.
Los hombres son más devotos a este ritual que las mujeres y los adultos, más que los jóvenes. Cuando se trata de cantar el himno, en el ámbito nacional, el 53% cree que todos los demás lo hacen, mientras que en la provincia y en la Capital, alrededor del 60% considera que todos los cantan.
La mayor parte de la gente sigue siendo muy afecta a sus símbolos patrios y los considera un mecanismo de unión entre los argentinos. Esto descarta a las minorías, quienes por más figuras famosas que se adhieran, no representan el sentir generalizado. La mayoría coloca una bandera, canta el himno y quisiera que el resto lo haga, aún sabiendo que no lo hará con la frecuencia que les gustaría.
Los jóvenes son quienes más confían en que los demás cantan el himno. Mientras que los adultos son más escépticos porque, con frecuencia, tienen el prejuicio de que los más chicos han dejado de manifestar patriotismo. Pero esto no ocurre.
Si bien es cierto que ciertos grupos con mayores niveles de educación y que viven en los centros urbanos tienden a no colocar la bandera (por razones de espacio o por no vivir en frentes hacia la calle, por ejemplo), es probable que esa imposibilidad simbólica traslade el amor por el país hacia otros ámbitos. No es un secreto que cuando alguien representa a la Argentina, la mayor parte de gente se olvida de cualquier tipo de diferencia y tiene un mayor respaldo a la noción de Patria.
Esto pasa en el fútbol, en el tenis, pero también cuando se conocen otros aspectos de argentinos que llenan de orgullo al país, como científicos, inventores, gente que triunfa en distintas áreas. Si logramos tener un mayor respaldo al éxito de los argentinos, dentro o fuera del país, a lo mejor se superen también otros rezagos que animan a unos pocos a buscar el caos.
Estamos seguros de que muchos personajes adhieren a estas frases de “la patria en peligro” con muy buena fe, desconociendo que detrás de esos discursos hay riesgos más elevados que superan sus intenciones de identificación política y social.
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