¿Resulta razonable afirmar que el Cristianismo es revolucionario, especialmente en el orden social? El problema planteado no resulta una novedad. Si necesidad de remontarnos a los primeros siglos de la era cristiana, basta recordar las lecturas secularizantes "en clave marxista" o "socialista" de la Doctrina Social de la Iglesia sobre todo a partir de los años 60' del siglo XX. Entonces fue que surgió una "teología de la liberación" que proponía, palabras más, palabras menos, la metodología revolucionaria para lograr la "justicia social". Luego de la caída del Muro de Berlín (1989), la jerga marxista ha perdido vigencia y resulta anacrónica pero, en su momento, generó una especie de alucinación por un mundo más justo que, por cierto, no mejoró sino, antes bien, empeoró la vida social.
Con todo, no resulta superfluo recordar algunas afirmaciones del Magisterio de la Iglesia para prevenir la reincidencia en las mismas experiencias traumáticas que asolaron la vida social de varias comunidades políticas incluida la República Argentina.
Como dijimos en otra oportunidad, la clave para entender al comunismo -y sus equivalentes- "está en la dialéctica de contradicción. Allí se encuentra la `esencia' de la praxis comunista. Sin muchas vueltas, se trata de una acción revolucionaria para la toma del poder político. Aunque a efectos de la propaganda diga lo contrario, al comunismo no le interesa la justicia. No le interesa, sencilla y a la vez maquiavélicamente, porque su alimento es el conflicto".
En la encíclica Populorum progressio (1968), Pablo VI enseña que la insurrección revolucionaria "engendra nuevas injusticias, introduce nuevos desequilibrios y provoca nuevas ruinas". En Octogesima adveniens (1971), además, agrega que no corresponde "favorecer a la ideología marxista, a su materialismo ateo, a su dialéctica de violencia y a la manera como ella entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando al mismo tiempo toda trascendencia al ser humano y a su historia personal y colectiva. Para los cristianos sería «contradecirse a sí mismos»". No obstante las diversas versiones del marxismo y sus sucedáneos, resulta "sin duda ilusorio y peligroso olvidar el lazo íntimo que los une radicalmente, el aceptar los elementos del análisis marxista sin reconocer sus relaciones con la ideología, el entrar en la práctica de la lucha de clases y de su interpretación marxista, omitiendo el percibir el tipo de sociedad totalitaria y violenta a la que conduce este proceso".
Como observa la Congregación para la Doctrina de la Fe en la Instrucción Libertatis nuntius sobre algunos aspectos de la "teología de la liberación" (06/08/1984), el recurso a la violencia revolucionaria es una de esas tentaciones que llevan a la ruina. En la lógica del pensamiento marxista, por otra parte, "el análisis no es separable de la praxis y de la concepción de la historia a la cual está unida esta praxis. El análisis es así un instrumento de crítica, y la crítica no es más que un momento de combate revolucionario. Este combate es el de la clase del Proletariado investido de su misión histórica".
Esta teoría y práctica revolucionaria atenta contra el núcleo específico del cristianismo. La Instrucción Libertatis nuntius agrega que, en lo que se refiere a las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad, por ejemplo, "reciben un nuevo contenido: ellas son `fidelidad a la historia', `confianza en el futuro', `opción por los pobres': que es como negarlas en su realidad teologal". De este modo, el programa marxista al interior de la Iglesia, además de introducir la dialéctica de contradicción en la vida eclesial, se plasma en la desnaturalización del carácter sobrenatural de la misión redentora de Jesucristo en clave puramente temporal. Quienes se dejan fascinar por el mito de la lucha de clases "deberían reflexionar sobre las amargas experiencias históricas a las cuales ha conducido. Comprenderán entonces que no se trata de ninguna manera de abandonar un camino eficaz de lucha en favor de los pobres en beneficio de un ideal sin efectos. Se trata, al contrario, de liberarse de un espejismo para apoyarse sobre el Evangelio y su fuerza de realización". Dicho esto, concluimos diciendo que el Cristianismo es recapitulador (cf. Ef 1, 10), no revolucionario.
Publicado en Diario "La Prensa", 8 de Octubre del 2020.
http://www.laprensa.com.ar/494534-El-Cristianismo-no-es-revolucionario.note.aspx
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