El 3 de noviembre no es una fecha que para nuestra llanura pampeana rompa la atención cotidiana, pero sí para la Provincia de Chubut, aplanada por el implacable viento sureño y enraizada en la estepa patagónica como si fijara la tierra a nuestra identidad geológica más genuina. Chubut, una provincia lejana pero nunca olvidada, sostén territorial dentro de un complejo cubista en un cuadro sudamericano. Una parte del todo y un todo que se desliza desde el declive de las costas atlánticas hasta la dureza rocosa de los Andes.
La historia la rescata hoy en un hecho que nos hace mirar las páginas no siempre merecidamente recordadas. Para comprender este introito hay que cabalgar por las áridas tierras indígenas, mucho decir en un momento donde las convulsiones sociales indigenistas brotan como cardos sobrevivientes del pasado.
Aparece entonces la figura de Casimiro Biguá, como nardo en el desierto: momento de sentir su perfume, azul de cielo y blanco de nieves eternas en los colores de nuestra insignia patria. Honores si los hay, para traer a nuestra actualidad aquel 3 de noviembre de 1869 en una toldería del valle de Genoa, -cerca de la actual localidad chubutense de José de San Martín-, la presencia de Casimiro Biguá junto a cinco caciques de diversas tribus izando por primera vez la bandera argentina en reconocimiento pacífico de un Estado argentino en plena gestación.
Se dice que el padrino de Casimiro era tratante de esclavos, - nada extraño por ese entonces-, y como corsario, le habría ofrecido a la madre del joven tehuelche, abundante aguardiente a cambio del niño indígena, cosa a la cual accedió y de ese modo, el pequeño pasó a ser llamado Casimiro Biguá, deformación fonética ya aclarada, proveniente de la pronunciación del apellido de su padrastro francés.
Se sabe que rápidamente el pequeño aprendió el español y que a los trece años huyó de su casa para reunirse con su pueblo indígena "Aoenikenk ". Dueño de una inteligencia notable, de un conocimiento de la geografía patagónica, sumado a su astucia para interpretar los humores de los gobiernos centrales tanto de Buenos Aires como de Santiago en Chile, además del carisma para ser cacique entre los suyos, Casimiro actuó entre los múltiples actores de esa época en el desierto que era su patria, cuando la Patagonia no era argentina ni chilena.
Carmen de Patagones al norte del lado Atlántico y punta Arenas al sur sobre el Pacífico eran los dos únicos centros poblados del territorio en 1850 y a pesar que los marinos recorrían las costas occidentales y que algunos jesuitas y exploradores se animaban a tierras adentro, la Patagonia entera en esos tiempos era territorio de pueblos originarios fundamentalmente tehuelches.
El tiempo, llevó a Casimiro a suceder a María la Grande como cacique de los tehuelches al sur de Río Negro, lo que le abrió puertas para relacionarse con el estado chileno en especial comerciando diversidad de productos de la tierra. En 1864, por mediación del marino Luis Piedrabuena, el presidente de la Nación Argentina, Bartolomé Mitre, lo nombró Cacique principal de San Gregorio y el 5 de julio de 1865, se reconoció la soberanía argentina, siendo designado al año siguiente en Buenos Aires como Teniente Coronel del Ejército Argentino, enarbolando por primera vez como ya se señaló, la bandera argentina el 3 de noviembre de 1869.
A su vez, Casimiro Biguá fue invitado por el gobierno de Chile presidido en ese entonces por Manuel Bulnes quien le otorgaría el grado honorario y sueldo de Capitán del Ejército, debido a que Biguá había resistido como tehuelche la misión evangelizadora encabezada por el misionero anglicano Allen Francis Gardiner, asociado a la "Sociedad Misionera de la Patagonia", la cual había sido creada en Londres.
De este modo, se puede apreciar que las misiones evangelizadoras en América del Sur, no fueron sólo católicas sino también anglicanas. Se pueden ver hoy documentos de tehuelches festejando el 25 de mayo, enarbolando la bandera argentina en Río Gallegos, en el año 1889.
Dado es destacar que techuelche significa " gente brava" o " Gente de tierra estéril ", llamados así por los mapuches. La lengua tehuelche o "Aoenikenk" era "chon", llamada así a las habladas por los indígenas de la Patagonia y Tierra del Fuego, a su vez diversificadas en dialectos.
El tehuelche se convirtió en una lengua muerta en el siglo XXI al fallecer en 2019, su último hablante nativa. Pero la buena noticia es que el proceso de revitalización lingüística sigue adelante a pesar de esta pérdida activa.
Sirvan estas menciones históricas precedentes para esclarecer datos a menudo manipulados con intenciones agresivas y usados para enfrentamientos equívocos, que ignoran hechos históricos donde el diálogo, los acuerdos entre nativos indígenas como los tehuelches el Estado argentino, fueron una realidad que no debe ser ignorada ni desvirtuada para confusos usos políticos, donde se mezclan la diversidad indígena y se usan supremacías funcionales a intereses espúreos.
Sea esta una fecha de concordia y de reflexión no sólo en Chubut, sino para todo nuestro territorio nacional.
PUBLICADO DIARIO LA PRENSA.
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