Pensando en la conformación del Estado Nación en nuestro país, en el siglo XIX, preocupó a los intelectuales y a la elite gobernante local la implementación de la Constitución, el constante flujo inmigratorio, cómo estaría el país inserto en el mercado mundial, el flujo de inversiones, la capitalización de Buenos Aires y el aun preocupante “problema del indio”.
Esa “república posible” iba a abrazar el credo positivista liberal, instaurando un régimen republicano, liberal, oligárquico; iba a ser “socia” de Gran Bretaña; a terminar de disciplinar a las provincias y a los últimos caudillos federales; combatiría al Paraguay y sería la proveedora de materia prima de Europa.
Estanislao Zeballos, legislador, etnógrafo y escritor, quien estuvo muy vinculado al diario La Prensa, al punto de ser, por pedido de José C. Paz, cronista, redactor en jefe y director de este, ejemplificó como nadie los parámetros positivistas de un “hombre de Estado” de la generación del ‘80. Su visión de científico, geógrafo, naturalista y antropólogo, junto a la idea de expansión y ocupación territorial a costa de las poblaciones incivilizadas de indígenas, explícita en sus obras, dieron prueba cabal del pensamiento de la época.
‘La conquista de 15.000 leguas’, ‘Episodios en los territorios del sur’, y ‘Viajes al país de los araucanos’, fueron algunas de las obras del ideólogo de la “conquista del desierto”.
Justamente la primera obra citada, publicada en 1878, fue la que le sirvió a Julio A. Roca para torcer la voluntad del Legislativo para financiar la avanzada militar a cargo del, por entonces ministro de Guerra del gobierno del presidente Nicolás Avellaneda, tras el fallecimiento del anterior ministro Adolfo Alsina.
El autor, según segunda edición de su obra publicada por La Prensa, detalló los antecedentes de exploración y ocupación territorial de las tierras del sur desde el periodo colonial, destacando que le cupo a Juan Manuel de Rosas“la primera y única tentativa fundamental de trasladar las fronteras al nuevo teatro, sobre las márgenes del Río Negro, operando al frente del ejército de Buenos Aires”.
Zeballos, con su obra, dio racionalidad y números tangibles a la toma de tierras y al exterminio, donde acumuló méritos y cargos, tanto como cráneos de aborígenes patagónicos para su colección privada.
SOBRE ROCA.
Según Fermín Chávez en ‘Historia del país de los argentinos’ (1967): “Sin demora, (Roca) prepara y emprende una campaña de buenos resultados, guiado por un brillante oficial que sabe mucho de fronteras y de indios: Manuel J. Olascoaga, uno de los revolucionarios ‘colorados’ de 1866. Consigue quitar a la indiada unas 15.000 leguas de territorio y reimponer la soberanía interior que Rosas había ganado cincuenta años antes. Al llegar al Río Negro, da el nombre de Paso Alsina al que debía vadear con sus efectivos, hacia el corazón de la Patagonia, región cantada no hacía mucho por el poeta Carlos Guido Spano”.
Para Ernesto Palacio en ‘Historia de la Argentina 1515 – 1938’ (1954): “Roca iniciaba la gran empresa que había ideado en su colaboración ministerial con Alsina, sin logar el auspicio de éste. Consistía especialmente en reproducir el plan de Rosas y arrebatarles a los salvajes, de una vez por todas, los territorios del sud. A los tres meses de ocupar el ministerio salió a campaña con 6.000 soldados. En pocos meses dio fin a la obra, destruyendo todas las tolderías hasta el río Negro, lo que constituía la primera parte del plan. Varias columnas operarían luego de los grandes afluentes del río para limpiar los valles cordilleranos. La supresión o el sometimiento del indio de la Patagonia quedó concluida en poco tiempo”.
Aunque sus palabras suenen duras contra los pobladores aborígenes, Palacio refirió una serie de ataques que afectaban nuestra seguridad como Nación: “En 1872 se había producido la gran invasión de Calfucurá, gran cacique de las Pampas, derrotado en San Carlos por el coronel Rivas; y poco después la de Namuncurá, en cuya represión se había distinguido el teniente coronel Levalle. El adelantamiento de la línea de fronteras bajo Alsina se había realizado a costa de permanentes combates contra la resistencia aborigen”. Y además que se le suman dos problemas que motivaban la rápida intervención de Roca: “Los intereses ligados a la vida fronteriza… con el producto de sus rapiñas negociadas en Chile… los usufructuarios del negocio constituían una permanente oposición” y que “los indios constituían una pieza importante del juego chileno, al que obedecían… El general Roca tuvo el mérito de elegir el momento adecuado para obrar: cuando la nación trasandina tenía sus fuerzas comprometidas en la guerra contra el Perú. El éxito de la campaña del Desierto entrañaba asimismo un triunfo estratégico sobre Chile”.
Oscar Terán en ‘Historia de las ideas en Argentina: Diez lecciones iniciales 1810 – 1980’ (2009) consideró que “la apropiación de los territorios hasta entonces ocupados por los indígenas… abrió para los vencedores un enorme territorio, sobre el cual las inversiones inglesas desplegarían una extensa red de vías férreas”. Y que “el emprendimiento llevado a cabo contra las poblaciones indígenas se apoyaba en una línea programática ampliamente compartida por las elites del mundo occidental: que las naciones viables eran aquellas dotadas de una población de raza blanca y de religión cristiana”.
Pero tamizó su análisis a los parámetros de época, donde “las reivindicaciones indígenas no habían nacido o estaban en pañales, por no hablar d ellos temas de hoy habituales del reconocimiento, respeto y aun estímulo de las diferencias, incluidas las étnicas”.
¿DÓNDE SE UBICÓ ZEBALLOS?
Contento con el éxito de la primera edición de ‘15.000 leguas’, la cual aseguraba que fue pedida por Roca con el compromiso que sería pagada por el Estado. El liberal contó con los fondos estatales, hizo inmediatamente una segunda edición impresa en los talleres de La Prensa, corregida y aumentada, con las cartas de él remitidas a propio Roca. En 1979 fundó el Instituto Geográfico Argentino, y a fin de ese año hizo un extenso viaje por las tierras ya “conquistadas”, lo que se reflejó en su obra de 1881 ‘Viaje al país d ellos araucanos’.
Acompañó el proyecto político del roquismo como diputado nacional, queriendo, luego de finalizar su mandato, postularse como gobernador de Santa Fe, pero Roca no lo apoyó, ya que Zeballos apuntalaba la candidatura de Bernardo de Irigoyen a la presidencia en desmedro del candidato oficialista, el cuñado de Don Julio Argentino, el cordobés Miguel Juárez Celman. Así y todo, se las arregló Zeballos para renovar como diputado. Al tiempo fue presidente de la Sociedad Rural Argentina, presidente de la Cámara de Diputados de la Nación y futuro Canciller. La revolución del ’90 poco lo molestó, ya que seguiría como ministro de Relaciones Exteriores con Carlos Pellegrini, posteriormente con José Figueroa Alcorta, y nuevamente presidente de la SRA. Un genuino “hombre de Estado”.
El general Julio Argentino Roca, finalmente, impulsor de la “Conquista del desierto”, expedición armada contra las últimas tribus de la Patagonia, terminó de consolidar el poder estatal, con el dominio del partido Autonomista Liberal (PAN), generando en su presidencia, una gran modernización, el incremento de la inmigración europea y de otras latitudes, un proceso de laicidad que le ganó la pulseada a la iglesia católica, imponiendo para la ciudadanía el registro, el matrimonio y los cementerios civiles. El “patriciado” dominó los resortes económicos y políticos de una época en la que la acción política se restringió a los sectores de la élite. Roca como primer mandatario, junto al elenco gubernamental y a los pensadores que lo apoyaban se les llamó la Generación del ’80.
Pablo Vázquez *Licenciado en Ciencia Política; secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.
Publicado en Diario LA PRENSA.