El interrogante que plantea el título de esta nota ofrece más de una respuesta. No hay solamente un hecho que haya unido a estos tres protagonistas de nuestra historia, ni sólo una circunstancia que los separe.
Los tres fueron militares y portaron las palmas del generalato; los tres llegaron a la cúspide del poder político y fueron reelegidos; en dos oportunidades, Rosas y Roca y en tres Perón, quien falleció meses después de asumir su última presidencia.
Pero no fueron sólo atributos castrenses ni la frecuencia en ejercer el poder lo que identificó a estos tres líderes, también fueron demonizados y se les impuso nombres estigmatizantes.
Aún se recuerdan los duros calificativos de "sangriento tirano", asignado a Rosas, y de "tirano prófugo", impuesto a Perón. Esta visión lineal no se detenía allí. Al gobierno de Perón se lo llamaba la "segunda tiranía", dando por descontado que el de Rosas fue la "primera".
Esta especial apreciación de los gobiernos de Rosas y Perón, que contenía más odio que valoración política, ha quedado afortunadamente en el pasado.
Roca, aún, no ha tenido esa suerte. El denuesto "genocida" con que lo refieren las personas que tienen mentalidad parecida a la de los que antes calificaban sumariamente a Rosas y Perón, se mantiene con insistencia. Es que Roca no ha quedado a salvo de ideologizados historiadores o, mejor dicho, de los que usan la historia para proyectar su ideología.
No se trata de olvidar, menos aún de ocultar, los hechos cuestionables que tuvieron estos líderes; se trata de ver su trayectoria histórica "con los ojos semicerrados, brumosamente, a la luz del brillo esencial de las cosas", como sabiamente dijo T. E. Lawrence, el famoso "Lawrence de Arabia". Se trata, en esencia, de no traer las piedras del pasado para tirárnoslas en el presente.
Pero más allá de calificativos, estigmas y denuestos, Rosas, Roca y Perón realizaron obras que quedaron hilvanadas entre sí y definitivamente integradas a los pliegues del devenir histórico argentino.
Cuando Roca emprendió su Campaña al Desierto (1878) la concibió como continuación de la realizada por Rosas en 1833. Y Perón hace buena parte de su carrera como oficial de tropas de montaña en los cuarteles patagónicos creados por el Ejército que comandó Roca. Pero no fue una mera relación de ubicuidad la que vinculó al político tucumano con el bonaerense.
El impulso que Roca dio al ferrocarril, vigor que continuó luego de su segunda presidencia, permitió a la Argentina tener una de las estructuras ferroviarias más extensas del orbe. Se podía viajar en tren desde Bariloche hasta La Quiaca y desde Buenos Aires hasta Santiago de Chile, pasando por el túnel ferroviario más alto del mundo en su momento. Y desde la Capital argentina hasta La Paz, en Bolivia, y desde el mismo origen hasta Asunción, en Paraguay. Los vagones de carga argentinos podían llevar nuestros productos hasta el oriente del Perú y regresar con maderas exóticas de la Amazonia peruana. El ferrocarril que atravesaba la provincia de Formosa fue la segunda recta férrea del mundo después de la que recorre Siberia.
Perón, quien admiraba a Roca, cuando nacionalizó los ferrocarriles en 1948, cambió el nombre del Ferrocarril del Sud y lo llamó "Ferrocarril General Roca".
Pero no fueron sólo rieles los que vincularon a Roca con Perón. También se produjo continuidad entre la política social y previsional iniciada por Roca y el fuerte impulso que Perón le dio a esa política.
En la ley 1420 de Educación Común (1884), la de mayor inclusión social y efectividad docente, había un inciso que permitía jubilarse a los maestros celadores.
Fue ante la gravedad de la crisis social que Roca encontró al asumir su segunda presidencia, que el general le encarga a Bialet Massé un estudio sobre la problemática obrera. El resultado de ese trabajo fue el "Primer estudio de las clases obreras argentinas". Y sobre la base de ese informe Roca confeccionó la primera Ley Nacional del Trabajo, favorable a los trabajadores, que es rechazada en el Congreso por radicales y socialistas. La paradójica conducta de estos legisladores obedece, en el caso de los radicales, a que la Revolución del 90 fue abortada por Roca con sus "tácticas" civiles que le dieron fama a su apodo de "El zorro". Y los socialistas no olvidaban a la Ley de Residencia, que expulsó del país a líderes sindicales de esa ideología. Pero estos últimos, menos rencorosos que los seguidores de Alem, pronto se dieron cuenta del error cometido pues esa ley pudo haber sido de ellos.
Mario Bravo, una de las mejores espadas del socialismo de la época, se transformó en ardoroso defensor de esa ley roquista, pero no logró su aprobación. Este desencuentro inicial entre Roca y el partido de Juan B. Justo transformó, posteriormente, a los socialistas en admiradores del político tucumano. Este entusiasmo proyectado en el tiempo se concretó cuando el Partido Socialista crea su entidad financiera y la nombra Banco Roca.
Los legisladores mexicanos, más lúcidos que los nuestros, tomaron esta ley frustrada y, con leves modificaciones, la aprobaron en el país azteca. Y se arrogaron así el haber iniciado la legislación social en Latinoamérica.
Roca insiste en otra ley que sería referencia fundacional de la previsión social argentina, la de Jubilaciones del Estado Nº 4349, que fue finalmente aprobada. Esta norma legal se prolongó durante cuarenta años y es a la que Perón le suma la jubilación de los gremios privados.
La política exterior une a los tres protagonistas de esta nota.
En 1845, en la Batalla de la Vuelta de Obligado, Rosas organizó una valiente y heroica oposición a una escuadra anglo-francesa que al frente de una expedición comercial intentaba remontar el río Paraná.
En 1902, Luis María Drago, inteligente ministro de Relaciones Exteriores del presidente Roca, se opuso en nombre del gobierno nacional al cobro, mediante la fuerza militar, de la deuda externa de Venezuela.
A ese efecto elaboró una enjundiosa estructura jurídica que pasó a llamarse Doctrina Drago. Había nacido la primera doctrina argentina en materia de política exterior; la próxima sería la Tercera Posición elaborada por Perón.
Los duros enfrentamientos de la Vuelta de Obligado (Rosas), el claro planteo jurídico de Drago (Roca) y la Tercera Posición (Perón) fueron jalones de una política exterior que no siempre estuvo –ni está– signada por la coherencia.
En cuanto al kirchnerismo, tuvo la paradójica suerte de beneficiarse con lo que odia. Su aversión al campo no le impidió sacar provecho de la gigantesca entrada de divisas producida por las exportaciones agropecuarias durante los once años que lleva en el gobierno. Fortuna semejante, y del mismo origen agropecuario, es la que encontró Perón en las arcas de Banco Central al asumir su primera presidencia.
Y mientras las usinas ideológicas del kirchnerismo se dedican a denostar a Roca, el gobierno comienza a explotar el maná petrolero y gasífero del yacimiento neuquino de Vaca Muerta.
La vastedad de la riqueza agropecuaria como la opulencia energética en el sur son patrimonio argentino gracias a la roquista Campaña del Desierto, que incorporó tierras fértiles a la producción y afirmó la soberanía nacional en la Patagonia.
Las circunstancias de la muerte no fueron coincidentes para estos tres hombres. Rosas muere en su exilio británico, Roca en su bonaerense estancia La Argentina y Perón, en el ejercicio de la presidencia de la República.
Publicado en Diario Río Negro, 5 de junio de 2014.
Imágenes Internet. Cuadro de imágenes: EL BLOG DE LA PATAGONIA.
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