Ezra Weston Loomis Pound nació un 30 de Octubre de 1885, en
Hailey – Idaho – como hijo único de Homer Loomis Pound e Isabel Weston. Después
de recibir una educación primaria en instituciones particulares, a los 13 años
ingresó a la Academia Militar de Cheltenham en la que permaneció hasta los 15
luego de lo cual fue admitido en el College of Liberal Arts de la Universidad
de Pennsylvania en 1901. En el ínterin, también a los 13, tuvo la oportunidad
de hacer un viaje de tres meses con su madre y su tía por Europa, visitando
Inglaterra, Bélgica, Alemania, Suiza e Italia.
Volvió a hacer otra gira de tres meses por Europa en 1902
para luego ingresar al Hamilton College del condado de Oneida, en el estado de
Nueva York. Allí estudió el dialecto provenzal y la Divina Comedia de Dante con
William Pierce Shepard, constituyendo lo segundo muy posiblemente el impulso
inicial que lo incitó a escribir su obra más conocida: los Cantos (o Cantares
como quería que fuesen llamados en español).
Se graduó como Licenciado en Filosofía en 1905 y regresó a
la Universidad de Pennsylvania para estudiar las lenguas romances con Hugo
Rennert, absolviendo su Maestría en Artes en 1906. Se inscribió luego para un
doctorado en filosofía y obtuvo una beca para realizar viajes de estudio con la
cual viajó a Madrid pasando casi un mes realizando trabajos de investigación
sobre Lope de Vega. De Madrid se trasladó a la Sorbona de París, de allí viajó
a Londres y regresó finalmente a los EE.UU. Al año siguiente tuvo un entredicho
con Felix Schelling, el titular de la cátedra de inglés, y abandonó la universidad
sin terminar su doctorado. Después de aceptar un puesto docente en el Wabash
College de Crawfordsville, Indiana, – que en algún momento describiría como
"el sexto círculo del infierno" – y algunos escandaletes relacionados
con diversas mujeres, dejó Crawfordsville para regresar a Europa.
Desembarcó en Gibraltar en Abril de 1908 con 80 dólares en
el bolsillo. Ganó algún dinero como guía de turismo y enviando algunos de sus
escritos al Harper's Magazine. Unos meses después estaba viviendo en Venecia y
publicaba por cuenta propia su primer libro de poemas, A Lume Spento (Con
Cirios Apagados).
En Agosto se mudó a Londres – llegando esta vez con
apenas 3 libras en su haber – donde se quedaría a vivir por 12 años y donde, a
poco de llegar, trabó una duradera amistad con William Butler Yeats.
En 1909 ya era conocido y apreciado en los círculos
literarios ingleses. Durante el año siguiente publicó tres libros – Personae,
Exultations y The Spirit of Romance – con marcado éxito. Aparte de ello,
también colaboró con varias publicaciones escribiendo reseñas y críticas. Tal
como lo señalara T.S. Eliot tiempo después: "Durante una década crucial en
la historia de la literatura moderna, aproximadamente entre 1912 y 1922, Pound
fue el más influyente y de alguna forma el mejor crítico en Inglaterra y en
América".
En 1912 ayudó a crear un movimiento que dio en llamarse
"Imagism". La idea impulsora de este movimiento fue la de elaborar un
lenguaje literario más directo que el que había impregnado la poesía romántica
y victoriana. Acompañado por otros autores tales como William Carlos Williams,
Amy Lowell, Richard Aldington y Hilda Doolittle, el movimiento se centró en la
búsqueda de la precisión expresiva y en la economía de los términos. Ezra Pound
lo formularía diciendo: "No vuelvan a decir en verso mediocre lo que ya ha
sido dicho en buena prosa" y "No usen palabras superfluas ni
adjetivos que no signifiquen algo".
Una de las características más notables y destacadas de
Pound fue su increíblemente amplia generosidad para con otros escritores; un
rasgo de su personalidad que no solo lo enaltece sino que, llegado el momento y
como veremos más adelante, hasta muy probablemente le salvó la vida. Su
influencia concreta se extendió mucho más allá de su propia producción
literaria.
Tenía, por de pronto, una gran capacidad para descubrir el
talento en otras personas y constantemente promocionaba a escritores cuyas
obras estimaba como valiosas. Ayudó y promocionó a poetas como Robert Frost y
D.H. Lawrence, además de ser el editor y gran amigo de T.S. Eliot. De hecho, el
que publicó "The Waste Land" de T.S. Eliot – que es probablemente uno
de los poemas más significativos de la época del modernismo inglés – fue Ezra
Pound. Pero su círculo de amistades incluyó también al novelista irlandés James
Joyce a quien ayudó a publicar y a hacer conocer sus obras. Durante los peores
años de Joyce, Pound incluso lo ayudó financieramente y existe una anécdota
según la cual le consiguió un par de zapatos usados cuando el irlandés quedó tan
en bancarrota que se había quedado hasta sin calzado. En 1925 Hemingway
escribiría sobre Pound: "Defiende a sus amigos cuando son atacados, los
mete en revistas y los saca de la cárcel … Escribe artículos sobre ellos. Los
presenta a mujeres ricas. Consigue editores que aceptan sus libros. Se queda
sentado con ellos durante toda la noche cuando se sienten morir … les adelanta
el dinero para gastos de hospital y los disuade del suicidio".
Paralelamente, la propia obra de Pound siguió creciendo.
Durante los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial
aparecieron dos de sus obras más destacadas: "Homage to Sextus
Propertius" y "Hugh Selwyn Mauberley". En la segunda de las
mencionadas, compuesta de 18 poemas y publicada en 1920, aparece por primera
vez en la obra de Pound el concepto de la usura y una ácida crítica al sistema
socioeconómico imperante. La guerra, aun cuando no participara directamente de
ella como otros poetas y escritores, demolió en Pound la fe en la dirección que
los vencedores le estaban imponiendo a Occidente. Hacia fines de 1920 decidió
que Londres ya no era el lugar para él y se trasladó a París.
En París se hizo pronto amigo de personalidades como Marcel
Duchamp, Tristan Tzara, Fernand Léger y Ernest Hemingway. Publicó "Poems
1918-1921" y en 1922 Eliot le envió el manuscrito de "The Waste
Land" al que llenó de tachaduras y comentarios en tinta azul por lo que
Eliot escribiría después: "Me atrae pensar que el manuscrito, con los
pasajes suprimidos, había desaparecido irrecuperablemente. No obstante, por el
otro lado, quisiera que las correcciones en azul fuesen preservadas como prueba
irrefutable del genio crítico de Pound".
En su constante afán por ayudar, convenció al abogado
neoyorquino John Quinn a financiar el Transatlantic Review, la revista
literaria de John Madox Ford. Por otra
parte, trabó una amistad muy sólida con Hemmingway con quién recorrió Italia en
1923 y lo ayudó a relacionarse con Lewis, Ford y Joyce.
Como retribución,
Hemmingway trató (infructuosamente) de enseñarle a boxear.
En 1924 se cansó del ambiente de París y decidió cambiar de
aires nuevamente. Esta vez se dirigió a Italia y se estableció en Rapallo,
ciudad en la que residiría durante los siguientes 20 años. Allí, su vida cambió
de un modo bastante sustancial: en 1925, de su relación con la violinista Olga
Rudge, le nacería su hija María y al año siguiente su hijo Omar, de su esposa
Dorothy Shakespear. En lo que a su producción literaria se refiere, Pound se
concentró en sus Cantos, una muy ambiciosa y larga serie de poesías sobre la
que venía trabajando desde 1915, y que él mismo describió alguna vez como su
"poema que incluye Historia". La primera sección del poema se publicó
en 1925 y en ella ya queda en evidencia la creciente preocupación de Pound por
los temas económicos y por la inestabilidad financiera surgida como
consecuencia de las secuelas de la Primera Guerra Mundial. Más tarde
aparecerían las continuaciones: "Eleven New Cantos" en 1934;
"The Fitfth Decade of Cantos" en 1937 y "Cantos LII-LXXI"
en 1940.
Su inquietud por los problemas económicos y sociales de su
tiempo lo llevó a profundizar en el tema. Se familiarizó con la teoría del
"Social Credit" (Crédito Social) elaborada por Clifford Hugh Douglas
según la cual la mala distribución de la riqueza se debía a un poder de compra
insuficiente por parte de quienes producían los bienes y los servicios siendo
que quienes los producían eran, al mismo tiempo, los consumidores de los
mismos. En otras palabras: la totalidad de los ingresos de los productores no
alcanzaba para comprar los bienes y servicios que ellos mismos producían. Por
otra parte, sus propias observaciones también llevaron a Pound a la conclusión
que en todas partes imperaba una injusticia promovida y sustentada por
banqueros cuyas manipulaciones financieras conducían a guerras y conflictos.
Todas estas consideraciones, unidas a la experiencia directa
de vivir en la Italia fascista, lo llevaron a juzgar a Mussolini y al fascismo
de los años '20 en términos positivos.
No fue el único.
Dirigiéndose a una delegación de socialistas italianos luego
de la Marcha Sobre Roma de Mussolini, Lenin se lamentaba en 1922 recordando los
orígenes socialistas de Mussolini: "Es un desperdicio que hayamos perdido
a Mussolini. Es un hombre de primera categoría que hubiera llevado nuestro
partido al poder en Italia".
Desde la vereda de enfrente, cinco años
después, nada menos que Churchill le manifestaba al Duce: "Si fuera
italiano, estoy seguro de que habría estado de todo corazón con usted desde el principio
hasta el final en su triunfante lucha contra los bestiales apetitos y pasiones
del leninismo.
En 1933 Sigmund Freud le envió a Mussolini un
ejemplar del libro "Warum Krieg?" (¿Por qué guerra?) que había
escrito conjuntamente con Albert Einstein incluyendo una dedicatoria que
rezaba: "A Benito Mussolini de parte de un viejo que saluda en el
gobernante al Héroe de la Cultura".
Franklin D. Roosevelt en un
mensaje a su embajador en Italia, Breckinridge Long, concedería: "Parece
no haber duda alguna que (Mussolini) está interesado en lo que estamos haciendo
y estoy muy interesado y profundamente impresionado por lo que ha logrado y por
su evidentemente honesto propósito de restaurar a Italia" para
agregar además: "No me importa decirle confidencialmente que me mantengo
bastante estrechamente en contacto con ese admirable caballero italiano".
Las apreciaciones favorables a Mussolini y al fascismo
podrían citarse por docenas. Por supuesto: todas ellas anteriores a la Segunda
Guerra Mundial … Como se dice habitualmente, muy pocos intelectuales y muy
pocos políticos resisten un archivo. Porque con el correr del tiempo y las
conveniencias del momento, las opiniones dieron un giro de ciento ochenta
grados y finalmente se volvieron "políticamente correctas".
Obviamente.
No fue el caso de Ezra Pound. Una vez persuadido de los
aspectos positivos del fascismo italiano – aunque sin pertenecer al partido y
sin participar directamente en forma activa de la política italiana – Pound se
mantuvo firme en sus convicciones. El 30 de Enero de 1933, el mismo día en que
Hitler ascendía al poder en Alemania, Pound se entrevistó con Mussolini. Luego,
ese mismo año publicaría su "ABC of Economics" (El ABC de la
Economía) seguido por "ABC of Reading" (El ABC de la Lectura) en
1934; "Social Credit: an impact" (Crédito Social: un impacto) en
1935; "Jefferson and/or Musolini" (Jefferson y/o Mussolini) en 1936.
Con el tiempo y en realidad, su mensaje político se
concentró casi solo en dos cosas: en el sistema socioeconómico injusto y en la
guerra que este sistema había traído consigo. Precisamente para tratar de
mantener a su propio país fuera de la guerra viajó en 1939 a los EE.UU. Demás
está decir que, a pesar del fuerte movimiento antibélico existente en los
EE.UU. y a pesar de que Pound se entrevistó con varios legisladores y concedió
toda una serie de entrevistas periodísticas, no fue escuchado en los niveles
superiores del gobierno norteamericano que impulsaban la política exterior en
una dirección diametralmente opuesta y que terminarían permitiendo – y quizás
hasta provocando – el ataque japonés a Pearl Harbor para justificar el ingreso
de los EE.UU. a la Segunda Guerra Mundial. Con todo, durante su estadía obtuvo
al menos un reconocimiento: el Hamilton College, dónde había obtenido la
licenciatura en filosofía 34 años antes, le concedió el título de doctor
honoris causa el 12 de Junio de 1939.
Tras volver a Italia, Pound, hacia 1940, había escrito una
impresionante cantidad de cartas y había presentado sus ideas en cientos de
artículos en los que una y otra vez insistía sobre un punto central: la crítica
al sistema económico usurario impulsado exclusivamente por la usura para el
cual la guerra era simplemente un gran negocio. En esto, su gran preocupación –
uno casi estaría tentado a decir: su obsesión – desde 1939 en adelante fue
hallar un modo de evitar que su país, los EE.UU., fuesen arrastrados a la
guerra en Europa. Y además, desde el momento en que – tanto al frente de este
sistema como en la generación que disparara la revolución bolchevique, así como
por añadidura en gran parte de la literatura de la época – apareciesen
constantemente los nombres de Rothschild, Trotsky, Morgenthau, Zinoviev,
Lehman, Radek, Warburg, Schiff, Baruch y muchísimos otros, resultó poco menos
que inevitable que Pound se topara también con la cuestión judía tal como lo
habían hecho muchos antes que él, Winston Churchill incluido.
Todo esto
quedó luego reflejado en los mensajes radiofónicos que transmitió desde Roma
durante la Segunda Guerra Mundial y que casi terminaron costándole la
vida.
No le fue fácil acceder a los micrófonos de Radio Roma.
Comenzó escribiendo artículos para la radio hacia fines de 1940. Los primeros
no fueron leídos por él sino por los locutores habituales de la emisora. A
partir de Enero de 1941 pudo grabar sus propios mensajes que fueron
transmitidos en un promedio de dos por semana. Por regla general, los escribía
en su casa, en Rapallo, y viajaba a Roma para grabarlos en series de diez o
veinte alocuciones a la vez. Recopilaba la información de fuentes muy diversas:
de las transmisiones radiales y de las publicaciones italianas, de estaciones
extranjeras – principalmente de la BBC inglesa que podía sintonizar en su
propia radio – de conversaciones con amigos, funcionarios, viajeros; de cartas
de los amigos que siguieron viviendo en los EE.UU. y otros países; y de su
propia biblioteca que incluía números anteriores de varios periódicos.
La mayor parte de sus mensajes se dirigió a la audiencia
norteamericana, aunque también transmitió para la inglesa y, en ocasiones, para
ambas. Está comprobado que en los EE.UU. lo escuchaban las autoridades y prueba
de ello son las transcripciones de la FCC (Federal Communications Commision =
Comisión Federal de Comunicaciones) que incluso dieron lugar, en Abril de 1942,
a que el FBI, a pedido del Departamento de Justicia norteamericano, iniciara
una investigación para determinar el posible alcance de su audiencia en los
EE.UU.
A partir de fines de Enero de 1942 – es decir, después de
Pearl Harbor y con los EE.UU. ya implicados abiertamente en la guerra – las
transmisiones radiales de los mensajes de Pound desde Radio Roma fueron
precedidas de la siguiente declaración que él mismo había redactado y que las autoridades
fascistas habían aceptado:
"Radio Roma, actuando de acuerdo con la política
fascista de libertad intelectual y de libre expresión de opiniones por parte de
quienes están calificados para tenerlas, le ha ofrecido al Dr. Ezra Pound la
utilización de este micrófono dos veces por semana. Queda entendido que no se
le pedirá decir nada en absoluto que vaya en contra de su conciencia, ni
tampoco cualquier cosa que sea incompatible con sus deberes como ciudadano de
los Estados Unidos de América."
En total, Pound transmitió más de 120 mensajes a través de
Radio Roma, siendo que, en realidad, es casi imposible establecer con precisión
el número exacto de sus alocuciones. En todo caso, siguió transmitiendo y
escribiendo – a veces bajo seudónimo – en los últimos tiempos por lo menos
ocasionalmente, hasta Abril de 1945.
El 2 de Mayo de 1945 – apenas unos días después de que
Mussolini fuera fusilado y su cuerpo colgado cabeza abajo para exhibición
pública en la plaza Loreto de Milán –
Ezra Pound estaba solo en su casa de Rapallo. Una patrulla de partisanos
antifascistas ingresó a la vivienda dándole tiempo solamente para meterse una
copia de Confucio y un diccionario chino en su bolsillo luego de lo cual lo
llevaron a Chiavari. Lo soltaron, sin embargo, con lo que finalmente Pound, no
teniendo realmente adonde ir y sabiendo que la clandestinidad no sería ninguna
solución viable para él, se entregó a las autoridades militares norteamericanas
en el pueblo de Lavagna.
Al principio, los militares no tuvieron ni idea de quién era
ese sujeto algo extraño que les había caído poco menos que del cielo. Solamente
después de recibir toda una serie de histéricos cables procedentes de
Washington llegaron a la conclusión de que, fuera quien fuera, el sujeto debía
ser "peligroso". Consecuentemente, lo trasladaron al Centro
Disciplinario de las Fuerzas Armadas norteamericanas cerca de Pisa en donde
mantenían prisioneros a soldados norteamericanos acusados de asesinato,
violaciones y otros crímenes graves.
Las jaulas al aire libre en una de las cuales estuvo
encerrado Ezra Pound.
Lo encerraron durante tres semanas enteras en una jaula de
alambre tejido con un espacio de 1,80 x 2 metros, a la intemperie, con
la prohibición de hablar con nadie, con potentes reflectores iluminándolo
durante toda la noche, sin colchón, durmiendo sobre el piso de cemento y con
solamente una delgada manta para cubrirse. Terminó física y mentalmente
destruido a tal punto que tuvieron que trasladarlo a una unidad médica para
mantenerlo con vida. Allí, si bien lo alojaron en una carpa primitiva, al menos
le permitieron una mayor libertad de movimientos y pronto el personal del
centro se acostumbró a la figura del algo estrafalario pero inofensivo
prisionero que ayudaba a los soldados a escribir las cartas que enviaban a sus
familiares y que por las tardes se sentaba a la máquina de escribir en la
farmacia del centro médico a escribir poesías. Así comenzaron a nacer sus The
Pisan Cantos o Cantos de Pisa.
En Noviembre de 1945, después de casi 7 meses, decidieron
por fin enviarlo detenido a los Estados Unidos en dónde lo acusaron de traición
a la patria por sus mensajes radiales desde Roma.
La acusación conllevaba la posibilidad cierta de una
sentencia a muerte y frente a la misma, jurídicamente, Pound podía tener tres
líneas de defensa posibles. Una de ellas hubiera sido sostener que era un poeta
y que los poetas gozan de ciertas licencias por lo que no están tan
estrictamente sujetos a las mismas normas que las personas comunes. La segunda
podría haber sido afirmar que había tenido razón en todo lo que había dicho;
que la traición al pueblo norteamericano no la había cometido él sino los funcionarios
de la Casa Blanca que habían arrastrado al país a una guerra europea en la que
los EE.UU. no tenían nada que hacer. Finalmente, la tercera estrategia
defensiva – y que Pound estaba dispuesto a seguir – hubiera podido ser la de
sostener que, al hablar por radio, no había hecho más que ejercer sus derechos
garantizados por la Primer Enmienda a la Constitución Norteamericana.
Pero, para 1945, finalizada la Segunda Guerra Mundial, la
propaganda bélica ya había surtido efecto sobre los norteamericanos. La gran
mayoría de los amigos de Pound estaba convencida, y con razón, de que
cualquiera de esas tres estrategias defensivas terminaría siendo un tiro por la
culata y que el jurado se hallaría más que dispuesto a condenarlo a muerte.
Hemingway fue el primero en sugerir que Pound podía llegar a ser declarado
inimputable porque estaba "obviamente loco". La idea prendió en su
abogado defensor, Julien Cornell, porque, al fin y al cabo, ¿acaso no hay que
estar un poco loco para ser poeta?; ¿qué gran poeta, de todos los que ha
conocido la literatura universal, ha estado realmente en sus cabales?
Por orden del juez interviniente, Pound fue sometido a un
examen psiquiátrico. El examen fue llevado a cabo por cuatro psiquiatras entre
los cuales el más conocido era el Dr. Winfred Overholser, jefe del hospital
psiquiátrico St. Elisabeth de Washington. Al final del examen, los psiquiatras
firmaron un informe redactado por Overholser que presentaba a Pound como
excéntrico, disperso, poseído de delirio de grandeza, y que concluía
calificándolo de: "mentalmente incapacitado para asesorarse adecuadamente
con su abogado defensor o para participar de manera razonable y de forma
inteligente en su propia defensa. En otras palabras, es insano."
No fueron pocos los que estuvieron en desacuerdo con el
veredicto no demasiado detalladamente fundamentado de los psiquiatras. De
hecho, quienes visitaron a Pound con posterioridad no detectaron nada anormal
en su comportamiento. Pero la decisión final la tomó el jurado que el 13 de Febrero
de 1946 consideró el caso. A pesar de toda la bombástica publicidad que lo
precedió, el juicio transcurrió sin mayores sobresaltos, sin grandes torneos de
oratoria y sin multiplicidad de argucias legales. La impresión general fue que
la fiscalía no estaba en absoluto entusiasmada por atacar el testimonio de los
psiquiatras sabiendo, como tenía que saber, que no ganaría grandes laureles
disparando con artillería pesada sobre un poeta acusado de traición por el mero
hecho de haber hablado por radio.
Por otra parte, también existían varios problemas legales
que amenazaban con complicar el caso. Por ejemplo, si bien decenas de miles de
personas habían escuchado las transmisiones de Pound, no había testigos en la
sala que pudiesen testimoniar que había sido efectivamente él quien las había
emitido. Los únicos que podrían haberlo hecho hubieran sido los técnicos
italianos de la radio que se hallaban a miles de kilómetros de distancia y a
quienes nadie se había tomado el trabajo de convocar. Además, estos testigos
tendrían que haber recordado sucesos de hacía tres a cinco años atrás y, al ser
italianos, de todos modos muy probablemente no hubieran podido entender ni una
sola palabra de las pronunciadas por Pound en inglés. Por añadidura, los
documentos que le fueron secuestrados a Pound luego de su arresto lo fueron
"manu militari", sin una orden judicial en regla y, por consiguiente,
al abogado defensor Julien Cornell no le hubiera costado mucho lograr que se
los descartara por completo.
Sea como fuere, lo concreto es que Ezra Pound se mantuvo en
silencio durante la mayor parte del juicio y el jurado, después de escuchar el
informe de los psiquiatras y el relato de los hechos, lo declaró inimputable
después de una deliberación de menos de cinco minutos. "Cornell me salvó
la vida", fue el lacónico comentario de Pound. Quizás se equivocaba un
poco: hay buenos argumentos para sostener que quien realmente le salvó la vida
fue el Dr. Overholser: Ezra Pound quedaría durante 12 años encerrado en el
nosocomio de St. Elisabeth dirigido por este psiquiatra.
Por aquella época, el Hospital St. Elisabeth estaba alojado
en un viejo y muy mal mantenido edificio. Hacinado y con escaso personal;
algunos pacientes dormían hasta en los pasillos. Quienes lo visitaron coinciden
unánimemente en que el ambiente del lugar era opresivo, con un ruido infernal,
y pacientes deambulando sin rumbo fijo por todas partes. Sin embargo, Pound se
recuperó rápidamente y no solo cooperó con el personal médico sino que hasta se
ganó la simpatía de los demás pacientes. "No tengo problemas con los
locos" – solía decir – "es a los estúpidos a los que no puedo
soportar". Para él St. Elisabeth resultó un lugar tan bueno como cualquier
otro y, es más, hasta llegó a brindarle ciertas ventajas. Por primera vez en su
vida se hallaba libre de problemas económicos, tenía cama y comida gratis
mientras sus derechos de autor se acumulaban en el banco, podía jugar al
ajedrez y al tenis, pasear por el parque, hablar hasta por los codos y, no en
última instancia, tenía todo el tiempo del mundo para escribir lo que se le
antojara.
Con el correr de los meses y los años consiguió que le
asignaran una especie de habitación para él solo y su producción literaria
llegó a ser más que notable. Escribió otros 25 Cantos, tradujo una obra de
Confucio, trescientos antiguos poemas chinos, algunas páginas del diario de
Mussolini y una tragedia de Sófocles. Produjo docenas de manifiestos y miles de
cartas, todas sin firmar, no fuera cosa que alguien dudara de que una persona
capaz de semejante producción estaba algo menos demente de lo que los doctores
afirmaban que estaba. Entre quienes lo visitaron estuvo lo más selecto y
granado del mundo literario norteamericano y varios centenares de jóvenes
admiradores deseosos de escuchar la palabra del maestro.
Durante todo el tiempo que Pound estuvo en St. Elisabeth sus
amigos no se resignaron a la situación y se mantuvieron activos. En 1948, James
Laughlin, que lo había conocido en 1934 y vivido en su casa de Rapallo durante
varios meses, publicó The Pisan Cantos, escritos durante el primer cautiverio
de Pound en la cárcel militar norteamericana de Pisa. El hecho causó verdadera
conmoción en el mundo literario norteamericano, dividiendo a admiradores y a
detractores en una verdadera batalla campal de opiniones que no tardaron en
volverse políticas. Y lo que sucedió después llevó el escándalo a límites
insospechados.
Sucedió que buena parte de los amigos y admiradores de Pound
eran miembros del Comité de Selección de la Librería del Congreso norteamericano,
nombrados para adjudicar el entonces recientemente instituido Premio Bollingen
que distinguiría el mejor libro de poesía norteamericana publicado el año
anterior. El primero en ganar dicho premio en 1949 fue Ezra Pound, precisamente
por The Pisan Cantos. Los legisladores norteamericanos se encontraron en la ridícula situación de tener que otorgarle
un premio a un poeta que solo tres años antes había estado a punto de ser
condenado por traición y que en ese momento se hallaba encerrado en un manicomio.
La situación se hizo tan insostenible que el Congreso de los EE.UU. tuvo que
dar marcha atrás, declarar revocada la distinción y hasta renunciar a seguir
concediendo el Premio Bollingen que, de allí en más, pasó a ser otorgado por la
Universidad de Yale.
Pasaron los años y, después de que Pound cumpliera los 70,
la situación se fue haciendo cada vez más insostenible. El problema, sin
embargo, residía en que, mientras el Dr. Overholser enviara informes sobre él
afirmando que seguía estando loco, Pound no podía abandonar St. Elisabeth.
Pero, por otra parte, si lo declaraban curado lo que le esperaba con seguridad
era otro juicio con final impredecible. Así las cosas, en 1957, dos viejos
amigos de Ezra Pound, los poetas norteamericanos Robert Frost y Archibald
McLeish, convencieron a la administración de Eisenhower de que no tenía ningún
sentido mantener encerrado a un poeta septuagenario que, para colmo, empezaba a
sonar como candidato al Premio Nobel de literatura. Y fue nuevamente el Dr.
Overholser quien encontró la solución al dilema: presentó un documento en el
cual declaraba a Pound "permanente e incurablemente insano" pero
afirmando al mismo tiempo que no era peligroso y que mantenerlo en un hospital
público representaba un gasto innecesario para los contribuyentes
norteamericanos.
Eso funcionó. El 18 de Abril de 1958 la corte dejó caer la
acusación de traición y el 7 de Mayo Ezra Pound abandonó el hospital. En su
historia clínica la última anotación reza: "Condición al egreso: sin
mejora."
Ezra Pound en Nápoles.
De alguna manera, era cierto: Pound no había
"mejorado"; como que tampoco había cambiado. Después de una breve
serie de visitas a sus amigos, se embarcó hacia Italia y al desembarcar en
Nápoles, ante la pregunta de uno de los periodistas sobre cómo había soportado
los 12 años de manicomio, respondió: "Todo Estados Unidos es un gran
manicomio"… para despedirse luego de la gente de prensa con un elegante
saludo fascista … Decididamente, no había "mejorado".
Viviría 15 años más y fallecería el Día de Todos los Santos,
un 1° de Noviembre de 1972 en Venecia.
Del prologo: EZRA
POUND: AQUÍ LA VOZ DE EUROPA.
EZRA POUND: AQUÍ LA VOZ DE EUROPA.
Edición electrónica: 2012
http://www.laeditorialvirtual.com.ar
Traducción de Denes Martos
http://www.laeditorialvirtual.com.ar
Traducción de Denes Martos
Cantar XLV
Con usura
Con usura no tiene el hombre casa de buena piedra
Con bien cortados bloques y dispuestos
de modo que el diseño lo cobije,
con usura no hay paraíso pintado para el hombre en los muros
de su iglesia
harpes et lutz (arpas y laúdes)
o lugar donde la virgen reciba el mensaje
y su halo se proyecte por la grieta,
con usura
no se ve el hombre Gonzaga,
ni a su gente ni a sus concubinas
no se pinta un cuadro para que perdure ni para tenerlo en
casa
sino para venderlo y pronto
con usura,
pecado contra la naturaleza,
es tu pan para siempre harapiento,
seco como papel, sin trigo de montaña,
sin la fuerte harina.
Con usura se hincha la línea
con usura nada está en su sitio (no hay límites precisos)
y nadie encuentra un lugar para su casa.
El picapedrero es apartado de la piedra
el tejedor es apartado del telar
con usura
no llega lana al mercado
no vale nada la oveja con usura.
Usura es un parásito
mella la aguja en manos de la doncella
y paraliza el talento del que hila. Pietro Lombardo
no vino por usura
Duccio no vino por usura
ni Pier della Francesca; no por usura Zuan Bellini
ni se pintó "La Calunnia”
No vino por usura Angélico; no vino Ambrogio Praedis,
no hubo iglesia de piedra con la firma: Adamo me fecit.
No por usura St. Trophime
no por usura St. Hilaire.
Usura oxida el cincel
Oxida la obra y al artesano
Corroe el hilo en el telar
Nadie hubiese aprendido a poner oro en su diseño;
Y el azur tiene una llaga con usura;
se queda sin bordar la tela.
No encuentra el esmeralda un Memling
Usura mata al niño en el útero
No deja que el joven corteje
Ha llevado la sequedad hasta la cama, y yace
entre la joven novia y su marido
Contra naturam
Ellos trajeron putas a Eleusis
Sientan cadáveres a su banquete
por mandato de usura.
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