Sarmiento y la defensa de la Patagonia.
Posiblemente no haya protagonista de nuestra Historia que sea simultáneamente alabado y denostado con la intensidad con la que se lo trató -y sobre todo, se lo trata- a Domingo Faustino Sarmiento (San Juan, 15/2/1811 / Asunción, 11/9/1888). Este duro y recurrente maniqueísmo calificador va de "Sarmiento inmortal" a "asesino de gauchos", de "padre del aula" a "introductor de perversos gorriones". Y podríamos seguir elaborando una extensa lista de alternativas enfrentadas.
A decir verdad, a Sarmiento nunca le han faltado enemigos. Éstos pueden clasificarse en dos sectores: los tradicionales, agresores profesionales de su memoria, para los cuales atacar al sanjuanino forma parte de la identidad que enarbolan y, los más recientes, los ideologizados historiadores, que gozan de las mieles -y de las rentas- del poder.
También están los enemigos vocacionales, los que demuestran tener poca imaginación o, al menos, poca inclinación al trabajo, pues de los XVIII Tomos que tiene la edición oficial del Estado argentino, que Roca dio la orden que se hiciera, siempre citan la misma frase.
Pero hay algo que une a los enemigos del sanjuanino: todos estudiaron en la escuela pública concebida por Sarmiento y realizada por Roca.
De los embates que ha sufrido -y sufre- la memoria de este "cuyano alborotador" (García Hamilton, dixit) hay una acusación que, lamentablemente, ha calado hondo en un determinado sector de nuestra sociedad: se le atribuye querer entregar la Patagonia a Chile.
Sarmiento no está solo en ese podio incómodo donde una visión sesgada de nuestra historia lo ha colocado. Lo acompaña otro protagonista de la memoria argentina, el general Roca, quien al igual que Sarmiento es alabado y denostado, esto último con mayor insistencia últimamente. Pero más allá de sus críticos, ambos comparten -no casualmente- un mismo escenario, la Patagonia; el tucumano la defendió con la espada y el sanjuanino con la pluma.
En Chile, Sarmiento escribió y publicó Facundo -epítome de nuestra literatura, según Borges- en 1845. Y así comienza el Capítulo I de este famoso libro:
"El continente americano termina, al Sur, en una punta en cuya extremidad se forma el Estrecho de Magallanes. Al Oeste, y a corta distancia del Pacífico, se extienden paralelos a la costa, los Andes chilenos. La tierra que queda al Oriente de aquella cadena de montañas y al Occidente del Atlántico, siguiendo el Río de la Plata hacia el interior por el Uruguay arriba, es el territorio que se llamó Provincias Unidas del Río de la Plata, y en el que aún se derrama sangre por llamarlo República Argentina".
Faltaban aún veintitrés años para que Sarmiento asumiera la Presidencia de la República. Entre tanto, el lustro posterior a la publicación de Facundo fue prolífico en creaciones literarias y viajes. Estos itinerarios le permitieron al insigne cuyano conocer otros países cuyas realidades alimentaron la producción de sus nuevos textos.
Sarmiento recorrió Europa y América a partir de 1846. Y al ver en Gran Bretaña y Estados Unidos mapas que no incluían a la Patagonia en la República Argentina, protestó con la vehemencia que lo caracterizaba.
En un extenso artículo titulado "Límites con Chile", publicado en Buenos Aires, en "El Nacional" del 19 de julio de 1878, expresa:
"Ayudaba a fomentar estos apetitos (los de quienes no creían que la Patagonia era en su totalidad de la Nación Argentina) una magnífica carta de la América del Sur, de tres metros de alto, y exornada con grabados de un lujo de ejecución que en vano querrían reproducir los buriles españoles de hoy. Tal es el mapa geográfico de la América meridional dispuesto y grabado por don Juan de la Cruz Cano y Olmedilla, pensionario geográfico de Su Majestad Británica y otras yerbas, etcétera. Tan rumboso mapa tiene insolentemente grabada, en letras gordas, entre los 40 grados de latitud sur y los 30º (es un error, tiene que ser 65º) que señala de longitud (oeste de Greenwich), es decir, en plena llanura, de este lado de los Andes y sur de Mendoza: ¡Chile moderno!"
En otras tres obras del maestro cuyano, escritas y publicadas en Chile entre 1850 y 1853, también se encuentran referencias claras a la soberanía argentina de la Patagonia.
En Argirópolis o la capital de los Estados Confederados del Río de la Plata, dijo: "La República Argentina es un país despoblado desde el Estrecho de Magallanes hasta más allá del Chaco"; en un folleto titulado Emigración alemana al Río de la Plata, declaró: "La parte de la América del Sur llamada Provincias Unidas del Río de la Plata en las cartas de geografía, o la República o Confederación Argentina, se extiende de sur a norte, desde el trópico de Capricornio abrazando toda la zona templada del sur hasta la Patagonia y el Estrecho de Magallanes" y en Comentarios a la Constitución de la Confederación Argentina expresó: "la Patagonia, cuya soberanía pertenece a la República Argentina".
En 1867, un año antes de que asumiera la Presidencia de la República, Sarmiento fue invitado a la Gran Exposición Universal de París. Llegó a la capital francesa proveniente de Estados Unidos, donde había publicado Las Escuelas, base de la prosperidad y libertad de los Estados Unidos.
El próximo presidente argentino, el que sucedería a Mitre, estaba particularmente interesado en cotejar sus ideas sobre educación con las que estaban floreciendo en Francia.
Sarmiento se encontraba en la Gran Exposición parisina, en un sector referido a la pedagogía, cuando escucha: "Ofrezco a los franceses un país rico en minerales, aguas y tierras. Con acceso a los dos océanos más grandes del planeta y comunicados entre sí por el estrecho que nos separa de la Tierra del Fuego. Ninguna otra nación americana tiene este acceso bioceánico. Sólo mi reino podrá negociar con Europa y Asia a la vez".
Quien efectuaba estas inmoderadas declaraciones -junto a su "ministro de Defensa", un exgendarme francés- era el autoproclamado Orellie Antoine I, rey de Araucanía y Patagonia. Las que produjeron la iracunda reacción de Sarmiento, quien increpa así, al "rey" del inexistente reino:
"¡Cállese charlatán!" Y mientras gesticulaba, vociferaba: "¡Usurpadores, bandidos! No vuelvan a Chile porque los van a meter presos y a partir del año próximo yo me encargaré de prepararles un calabozo en Tierra del Fuego. ¡La Araucanía y la Patagonia tienen dueños: son de Chile y de Argentina".
Durante los primeros años de la presidencia Sarmiento (1868-74) no se produjeron novedades importantes relacionadas con la frontera patagónica. Pero a partir de 1870 se sucede, desde el país trasandino, una serie de hechos inquietantes.
Por esos años el Congreso chileno sancionó leyes que extendieron la jurisdicción de ese país hasta la costa atlántica, y hasta la isla de los Estados.
En 1871, el gobernador de Punta Arenas, Oscar Vial, anunció su intención de ocupar el río Santa Cruz, importante vía de agua de la provincia homónima que, según el jefe de la citada ciudad, aseguraría a Chile la posesión de la Patagonia.
El 1º de enero de 1872 el general chileno Basilio Urrutia firmó un tratado con los indios pehuenches, tribu araucana que operaba a ambos lados de la cordillera. En el convenio se establecía que los indígenas reconocían al gobierno de Chile como fiel amigo y declaraban que acudirían en el acto, y al primer llamado que se les hiciera, para prestar los servicios que se les exigieran.
Frente a estos desafíos, Sarmiento respondió con varias medidas para neutralizarlos. En primer lugar dividió la Patagonia en dos territorios nacionales: el de la Patagonia, extendido desde el norte patagónico hasta el río Santa Cruz, y el de Magallanes que comprendió el resto de la región austral.
En segundo lugar procedió a dar concesiones para poblarla y colonizarla. Y el Congreso de la Nación sancionó en 1871 la ley para la extracción de guano en las costas patagónicas.
En tercer lugar Sarmiento protestó ante el gobierno chileno por la firma del tratado con los indígenas pehuenches mencionado más arriba.
Pero no fueron sólo medidas políticas, administrativas o económicas las tomadas por el presidente argentino para neutralizar los actos chilenos en relación con nuestra Patagonia.
Sarmiento sabía que los derechos que la Argentina tenía en relación con la Patagonia podían ser ignorados o conculcados si no se los respaldaba con una fuerza militar adecuada.
A tal fin creó, en 1872, la que fue llamada "La Escuadra Sarmiento", nuestra primera gran fuerza naval militar. En el mismo año y autorizado por ley del Congreso Nacional, Sarmiento fundó la Escuela de Náutica, hoy Escuela Naval Militar.
La nueva escuela de la Marina de guerra inició sus cursos al año siguiente, en 1873, con un viaje de instrucción y vigilancia por las costas patagónicas.
En 1874 se envió al sur el bergantín goleta Rosales para que tomara posesión de la región y la estudiara. A tal fin llevaba a bordo al perito y explorador Francisco Pascasio Moreno (31/5/1852 - 22/11/1919) que tenía instrucciones de Sarmiento de estudiar la posibilidad de incorporar a los indígenas patagónicos a la vida de la República, pues se los consideraba argentinos y se deseaba arraigarlos en el territorio nacional.
El conflicto de límites con Chile mantiene su intensidad luego de dejar Sarmiento la presidencia. Esto no significó que el sanjuanino perdiera interés por un tema crucial para la República.
Entre abril y diciembre de 1878, y siendo senador por San Juan, Sarmiento escribió una serie de artículos en "El Nacional" referidos a la problemática patagónica. Entre ellos debe destacarse el aparecido el 19 de julio, titulado "Límites con Chile - Cuestión Magallanes".
Para la realización de este extenso trabajo, Sarmiento utilizó alrededor de doscientos documentos ubicados en el Archivo de la Provincia de Buenos Aires (fundado por Bernardino Rivadavia; hoy, Archivo General de la Nación) por su director, el poeta Carlos Guido y Espano. Esta extensa documentación probaba que la cordillera de los Andes había sido el límite entre la Capitanía General de Chile y el Virreinato del Río de la Plata.
A comienzos de la década del 80 Sarmiento era presidente del Consejo Nacional de Educación y continuó con su actividad periodística para defender nuestra posición.
El 15 de febrero de 1881 -fecha en la que cumplió setenta años-, Sarmiento dirigió una carta a Balmaceda, quien había sido embajador chileno en la Argentina y fue después presidente del país trasandino. Algunos párrafos de esta carta son muy claros al respecto:
"La política que debe seguir Chile, después de su grande victoria en el Pacífico, es negarse ella misma su entrada en el Atlántico y tener el coraje de no tener razón en Magallanes ni en la Patagonia…".
"Chile después de sus victorias debe evitar el contacto con nosotros de este lado de Magallanes y alejar la posibilidad de futuros frotamientos. Sea Chile del Pacífico, el Atlántico le está vedado".
Pocos meses después, el 23 de julio de 1881, la Argentina y Chile firman su tratado de límites. Claro, las cosas habían cambiado de nuestra parte. Al frente de la Nación estaba el general Julio Argentino Roca, quien con su victoriosa Campaña al Desierto había afirmado la soberanía argentina en la Patagonia. Y como presidente, con su visión estratégica y su capacidad negociadora, condujo la Nación a la firma del más importante tratado de límites de su historia.
Durante su vida profesional y política, Sarmiento dio claras y explícitas muestras de que no tenía dudas en relación con la soberanía argentina sobre la Patagonia. No obstante, sus enemigos profesionales, los de la párvula visión de la historia, lo siguen involucrando en una conducta que no tuvo.
Héctor Landolfi Exdirectivo de la industria editorial argentina.
Publicado en Diario "Río Negro" (edición Nro. 23.744), viernes 12 de septiembre de 2014, páginas 25, 26 y 27. Las dos imágenes corresponden a la misma nota.
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