Una primera reflexión sobre el tucumano Juan Bautista Alberdi, enorme pensador de la libertad: a pesar de haber escrito una gran cantidad de obras como "Bases y puntos de partida para la organización nacional" y "Sistema económico y rentístico de la Confederación Argentina según su Constitución de 1853", entre otro centenar de reflexiones y escritos póstumos, se lo ha extirpado de los programas de los colegios secundarios y universitarios.
Alberdi fue un defensor del orden social de la libertad, de la libertad en todos los campos de la acción humana, y dejó muy claro que las libertades civiles, económicas y políticas son una sola. Las libertades no se fraccionan.
La vigencia de sus ideas es total. Pensemos que en 1853 nuestro país se encontraba en una situación no muy diferente de la actual: los impuestos altos, la protección arancelaria y regulaciones insólitas a los mercados eran la regla y lo que se pretendía transformar. Eran atropellos no sólo del régimen rosista sino también la situación heredada por más de 300 años de derecho hispánico intervencionista en todos los ámbitos de la vida.
El rol de la moneda y los peligros de la emisión descontrolada fueron analizados por Alberdi: "La emisión de papel moneda es un terrible medio de arruinar la libertad política, la moralidad de la industria y la hacienda del Estado. Mientras el gobierno tenga el poder de fabricar moneda con simples tiras de papel que nada prometen, ni obligan a reembolso alguno, el poder omnímodo vivirá inalterable como gusano roedor en el corazón de la Constitución misma".
La predicción de Alberdi se vio confirmada por la realidad: la inflación promedio anual en el período 1946-74 fue del 33,2%, saltó al 206% en el período 1975-83 y entre 1980 y1989 alcanzó un promedio anual de 750,4%.
La presión impositiva y sus consecuencias nefastas sobre la economía merecieron su lugar de análisis: "Hasta aquí el peor enemigo de la riqueza del país ha sido la riqueza del fisco. Después de ser máquinas del fisco español, hemos pasado a serlo del fisco nacional: he ahí toda la diferencia, máquinas serviles de rentas, que jamás llegan, porque la miseria y el atraso nada pueden redituar". Un estudio de la Fundación Libertad y Progreso señala que en la Argentina se pagan más de 96 impuestos diferentes al mes y la presión tributaria asciende hasta el 50% para un empleado que cobra 5.000 pesos mensuales; es decir, esa persona trabaja la mitad del año únicamente "para pagarle impuestos al Estado".
En referencia a las empresas del Estado, Alberdi fue categórico: "El Estado que se hace fabricante, constructor, empresario, banquero, comerciante, se distrae así de su mandato esencial y único, que es proteger a los individuos de que se compone contra toda agresión interna y externa. En todas las funciones que no son de la esencia del gobierno obra como ignorante y como un concurrente dañino de los particulares, empeorando el servicio del país, lejos de servirlo mejor, siendo estas cosas ajenas de la materia gubernamental, ni las atiende el gobierno, ni tiene tiempo, ni capitales, ni está organizado para atenderlas por la Constitución. La idea de una industria pública es absurda y falsa en su base económica".
En casi todo el siglo XX y en la actualidad el fracaso del Estado empresario fue y es contundente, paradójicamente no hubo área donde no haya intervenido, desde teléfonos hasta cines de barrio, ya sea como dueño total o socio minoritario, financiándolas con recursos del tesoro, emisión monetaria e impuestos. A lo largo de su historia estas empresas más que nada fueron utilizadas para crear empleo artificial pero capitalizable electoralmente, contratar empresas amigas o acomodar a funcionarios retirados; el servicio prestado en estas condiciones, lógicamente, era de poca calidad.
Para Alberdi, "el sistema económico de la Constitución argentina debía buscar su estabilidad y solidez en el sistema económico de su política exterior. En países como los nuestros, en que la guerra civil y la barbarie son crónicas, no hay más medio eficaz y serio de asegurar la industria, la persona y la propiedad que por estipulaciones internacionales, en las que el país se obligue a respetar esas garantías en la paz lo mismo que en la guerra". En el camino hacia el progreso, la tiranía y la barbarie son el principal obstáculo, se expresan más que nada en la violencia y la mentira. Los bárbaros roban a sus pueblos el derecho a la paz, a la seguridad y a la verdad.
Para esto propone "rodear de inmunidad todo banco, ferrocarril, fábrica en que flote una bandera de la nación amiga que invirtió en el país" (…) "obtener la baja del interés por la disminución de los riesgos que hacen subir al interés".
Analicemos estos últimos párrafos. ¿Acaso la tiranía y la barbarie que describe no encajan perfectamente en el accionar de gobernadores e intendentes "eternos" de las provincias del norte argentino y la provincia de Buenos Aires o en el bloqueo de las exportaciones, la destrucción del Indec, los escraches a personas y empresas que no son oficialistas, el cepo al dólar, la ley de Abastecimiento, el convenio con Irán, el caso Ciccone, etcétera? También en el último párrafo hace referencia a lo que se conoce como "riesgo país". Mientras a países como Bolivia y Uruguay tienen acceso al crédito internacional a una tasa bajísima, a la Argentina sólo le presta Venezuela, con un interés que supera los dos dígitos.
Desde este espacio promuevo volver a Alberdi, pues es volver al camino de la libertad que transformó la Argentina en una de las cinco naciones más prósperas del mundo.
Autor: Pablo Benítez Jaccod.
Licenciado en Relaciones Internacionales.
Presidente de la Fundación Progreso y Libertad.
Publicado en Diario "Río Negro" (edición Nro. 23.743), miércoles 10 de septiembre de 2014, página 18.
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