ELLOS CREÍAN QUE IBAN A ROBAR EL BANCO Y QUE EN EL TESORO ENCONTRARÍAN UNA SUMA SIDERAL. NADA MÁS ALEJADO DE LA REALIDAD. AUNQUE HUBIERAN CONCRETADO EL ROBO, EL BOTÍN ERA ÍNFIMO PARA EL DESPLIEGUE QUE HICIERON”.
La historia de la aerobanda, un plan delirante que terminó en fracaso.
Creyeron que podrían dar el gran golpe, alzarse con un fabuloso botín de un banco de Zapala y escapar en avión hacia la provincia de Buenos Aires.
Pero una sucesión de imprevistos y la propia torpeza de los ejecutores lo convirtió en uno de los asaltos frustrados más resonantes de la historia regional.
Fue cinematográfico. El robo que debía ser perfecto y terminó con todos sus protagonistas condenados tuvo como escenario a esta ciudad. Pasaron más de 17 años pero muchos lo recuerdan como si fuera ayer. La aerobanda, un grupo de sujetos de la región con apoyo de algunos locales, quiso dar el golpe de sus vidas: robar el Bansud zapalino y escapar en avión con un botín varias veces millonario. Nada de eso ocurrió y todos cayeron presos después de una persecución en la que hubo de todo: rehenes, disparos y un avión que aterrizó en la provincia de Buenos Aires.
“Estos personajes siempre fantasean con grandes golpes. Ellos creían que iban a robar el banco y que en el tesoro encontrarían una suma sideral. Nada más alejado de la realidad. Aunque hubieran concretado el robo, el botín era ínfimo para el despliegue que hicieron”. La frase del recordado fiscal y luego juez, Hugo Saccoccia, resumía por aquellos años la crónica de lo que fue una de las historias policiales más impactantes de la región.
Corría julio del 2000 y el país caminaba lentamente hacia la hecatombe financiera que se desataría en diciembre del año siguiente. En ese contexto de depresión económica e inestabilidad, un grupo de personas del ambiente delictivo ideó el plan para robar el banco. La “conexión local” les aportó datos -que luego se sabría que eran inexactos- acerca de una fuerte acumulación de dinero en el tesoro del Bansud, que en ese momento estaba en la intersección de las calles Uriburu y Etcheluz.
Los implicados fueron Carlos Escobar Reta, Pedro “Tito” Fridman, Gustavo Arias, José Lezana, Luis Escobar y Jorge Cucatto. Todos ellos fueron sometidos a juicio pero solo Cucatto salió absuelto (ver aparte).
El plan era sencillo, como dicen que debe ser un plan para tener posibilidades de éxito: entrar bien temprano, apenas abran las puertas del banco, reducir al personal y llevarse el botín. Y listo. A media cuadra estaría esperando un auto que llevaría a los miembros de la banda hasta el aeropuerto, ubicado a unos 10 kilómetros, donde un avión con los motores encendidos los sacaría lejos de la escena. ¿Qué podría salir mal?
Todo salió mal.
La noche previa, la banda durmió en el inquilinato de la familia Frontoni, en el lado antiguo de Zapala. Hasta ahí los condujo Cucatto, quien estaba en pareja con la viuda de uno de los hermanos Frontoni.
El 26 de julio de 2000 empezaron a ejecutar el plan tal como lo habían diseñado. Uno de los delincuentes se quedó merodeando en la esquina del banco mientras otro lo custodiaba de cerca. El resto se estacionó a la vuelta, frente al hotel Pehuén.
En el interior del banco había un policía, José Andrés Lezana, quien para la justicia también integraba la banda y por ello fue condenado. Lezana siempre juró su inocencia y dijo que estuvo en el lugar y el momento equivocado. El exfiscal Ladislao Simon nunca le creyó y afirmó en su alegato que “le pagaron su colaboración con un viejo Renault 12”.
Todos los empleados del banco estaban adentro junto al custodia. Sin embargo, el castillete donde debía ingresar el efectivo de seguridad no se podía abrir porque se había trabado la llave así que la sucursal seguía cerrada al público. Afuera, los asaltantes esperaban para entrar.
A un imprevisto se le sumó otro: un policía en la calle advirtió los movimientos sospechosos. Y el plan empezó a desbaratarse.
Uno de los testigos que declaró en el juicio relató que “en esa época yo trabajaba en la terminal y antes de las 8 salí para llevar la recaudación al banco Nación. En la vereda me lo crucé al policía Carlos Figueroa, le dije algo pero me hizo señas para que me callara. Lo seguí de lejos y vi que en la esquina del cajero había un tipo”. Era uno de los asaltantes que esperaba que abrieran las puertas para entrar.
“Figueroa -continuó- lo empezó a seguir y el tipo arrancó caminando para el lado del hotel Pehuén. Me cruce de vereda y vi que doblaron sobre Elena de la Vega. El que iba adelante amagó a cruzar la calle y en eso se bajó otro del auto que estaba estacionado y lo apuntó a Figueroa con un arma”, agregó.
El relato empalma con el de otro testigo que dormía en una habitación del Pehuén y se despertó cuando escuchó que alguien decía: “abrí la boca, abrí la boca”.
Declaró: “me desperté con esos gritos y cuando miré por la ventana vi que le estaban metiendo un arma en la boca a un policía”.
El policía era Figueroa, al que estaban tomando de rehén. Los asaltantes eran Escobar Reta y Fridman.
Ambos regresaron sobre sus pasos con el policía reducido. Todavía creían que parte del plan de podía salvar, y que podrían ingresar al banco. Pero para ese entonces alguien había dado aviso al Comando y en pocos minutos la zona se llenó de patrulleros. Se escucharon varias detonaciones de armas. Hubo gritos y corridas.
Acorralados, Escobar Reta y Fridman regresaron al auto, un Peugeot 405, con el policía de rehén, y emprendieron la huida hacia el aeropuerto. En el camino casi chocaron con un móvil policial que venía en contramano.
A toda velocidad escaparon por la ruta 40 con la policía persiguiéndolos. Así llegaron al aeródromo. Casi se tiraron del vehículo en movimiento y subieron al avión que ya empezaba a carretear. Los policías no pudieron disparar y los vieron perderse en el cielo, con Figueroa aún como rehén.
Mientras los otros implicados eran detenidos en las cercanías del inquilinato, Escobar Reta y Fridman hicieron descender la aeronave en un campo cercano a la localidad balnearia de Reta, en la provincia de Buenos Aires. Siguieron la huida por su cuenta hasta que los detuvo la policía bonaerense en un peaje.
El avión, con el piloto (cuyo rol despertó dudas) y el policía Figueroa como únicos tripulantes, siguió hasta Buenos Aires donde aterrizó.
“Río Negro” contactó al policía Figueroa, quien no quiso hablar. “Gracias, pero no voy a decir nada, ese dolor de cabeza ya terminó para mí”, resumió en un breve contacto telefónico.
Su vida pendió de un hilo desde el momento en que fue encañonado hasta que aterrizó unas horas más tarde en Buenos Aires. “Todavía no me explico cómo no lo tiraron desde el aire, se salvó de milagro, volvió a nacer”, contó una defensora oficial que en aquel momento representó a los acusados.
La historia de la aerobanda, un plan delirante que terminó en fracaso.
La pista narco, una teoría que no avanzó.
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La pista narco fue una de las teorías que se manejó durante la etapa de instrucción de la causa. El exfiscal Ladislao Simon vinculó a los detenidos con una supuesta maniobra para apoderarse de un cargamento de 50 kilogramos de marihuana y salpicó en su alegato a varios integrantes de la policía federal.
Sin embargo nunca presentó pruebas concretas que permitieran sustentar tales afirmaciones. De hecho su planteo quedó en la nada porque no colectó elementos que habilitaran a los jueces a avanzar en otra línea investigativa.
Según Simon en el tesoro había, como máximo, 5.000 pesos/dólares. “Muy poco para semejante despliegue”, afirmó en un tramo de su alegato.
En la bóveda, siempre de acuerdo a los datos del exfiscal, habían unos 400.000 pesos pero para acceder a ella había que superar un retardador de 45 minutos que hacía ilógica la maniobra. “El día del hecho hubo un traslado de 50 kilos de marihuana a Neuquén”, sostuvo Simon. Eran producto de un secuestro en otra causa.
Sin embargo, los jueces consideraron erráticas estas afirmaciones y ni siquiera las tuvieron en cuenta.
Todo indica que el frustrado golpe se perpetró en realidad a raíz de datos erróneos que alguien le suministró a la banda.
“Se tiraron con todo porque la vieron muy fácil, ellos creían que tenían una fortuna al alcance de la mano pero no era así”, sostuvo uno de los investigadores de aquella época.
9 y 7 años, las condenas a prisión más altas
Los cabecillas de la banda, Carlos Escobar Reta y Pedro Amelio “Tito” Fridman fueron condenados a 9 y 7 años de prisión respectivamente como coautores del delito de robo en grado de tentativa por el uso de armas, privación ilegítima de la libertad y puesta en peligro de aeronave.
Gustavo Arias recibió 4 años, José Lezana 3 y medio y Luis Escobar 2 y medio. El único absuelto fue Jorge Cucatto.
El tribunal estuvo integrado por los excamaristas Víctor Hugo Martínez, Enrique Modina y Oscar Rodeiro. Como acusador se desempeñó el exfiscal Ladislao Simon y la defensa de los imputados estuvo a cargo, entre otros, de Miguel Valero, Juan Carlos Ríos Iñíguez y Oscar Pineda.
Entre los implicados estuvo el piloto del avión, David Aronoff, quien en todo momento se despegó del hecho y aseguró que sólo fue contratado para realizar un viaje ida y vuelta desde Buenos Aires. Aronoff quedó desvinculado de la causa por decisión de la exjueza Silvia Grichener.
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