22 de Noviembre de 1992: fallece el piloto argentino Roberto
Mourras.
Fue un histórico del Turismo Carretera. Roberto José Mouras
nace el 16 de febrero de 1948 en Moctezuma (colonia de inmigrantes procedentes
de diversas partes de Europa, pero principalmente poblada por inmigrantes
judíos),Provincia de Buenos, perteneciente al partido de Carlos Casares.
Mourras fue un piloto argentino de automovilismo de
velocidad. Recordado por haber sido tres veces campeón de Turismo Carretera en
el trienio 1983, 1984 y 1985, desarrolló su carrera deportiva casi con
exclusividad dentro de esta categoría, siendo uno de sus más destacados
representantes. Ídolo de Chevrolet, tricampeón con Dodge, y el segundo máximo
ganador del Turismo Carretera. También corrió con Torino, y es el segundo
máximo ganador del Turismo Carretera, con 50 triunfos (27 con Dodge y 23 con
Chevrolet), detrás de Juan Gálvez (56).
Se inició en las cuadreras de la zona con un Chevrolet 400,
después llegó el Turismo Anexo J con un Torino marrón metalizado.
Su debut a nivel nacional llegaría en el año 1968, cuando
decidió ingresar al Turismo Anexo "J" (hoy Turismo Nacional), aunque
en esta oportunidad lo haría a bordo de una coupé IKA Torino.
Falleció el 22 de noviembre de 1992, durante el desarrollo
de la denominada Vuelta de Lobos, penúltima fecha del campeonato de ese año. En
el décimo giro de la competencia, el Chevrolet número 9 que piloteaba Mouras
sufriría el estallido del neumático delantero izquierdo, haciéndole perder el
control del coche y chocando de lleno el lateral izquierdo del auto contra un
talud de tierra. La violencia del impacto fue tal, que el vehículo literalmente
abrazó el talud, quedando el lateral hundido hasta donde se ubicaba la butaca
de Mouras, provocándole la muerte de manera casi instantánea. En el accidente,
también resultó herido su copiloto Amadeo González, quien terminaría
falleciendo dos días después.
En la página del Face dedicada a Roberto Mourras se puede
leer el siguiente relato:
-Voy a guardar el bolso en el baúl, Roberto.
-No lo abras, no lo abras que está lleno.
-¿Y esto? ¿Qué hacés con tantas zapatillas? ¿Vas a poner un
local?
-Callate, callate. Cerrá y no digas nada.
El tiempo descubrió quién era Mouras. Aunque él intentó
vender una imagen cambiada. Tuvo que morirse para que aparecieran padres de
distintos lugares a contar que el piloto les pagó operaciones que salvaron a
sus hijos a cambio de que no dijeran nada. O para que sus preparadores y amigos
contaran diálogos como el que abre esta nota. Atención: hoy continúa habiendo
pilotos y deportistas que hacen lo mismo que Roberto. Y nadie se entera. Son
los que lo hacen de corazón. Son los que merecen ser ídolos.
El hogar “Mi Casa Grande” es un centro para chicos de la
calle ubicado en la localidad bonaerense de Carlos Casares. Hacia allí iban las
zapatillas, los alimentos o los juguetes que Roberto Mouras compraba en Buenos
Aires. Casi siempre lo hacía solo. No quería que nadie se enterara ni que su
idolatría se acrecentara por ese tipo de actitudes. El Toro no podría creer que
haya pilotos o jefes de prensa de estos que llaman a las redacciones para
avisar que iban a ir a un hospital a llevar regalos. La trascendencia del gesto
está asegurada porque, en caso de que el medio no la cubra, rápidamente llegan
fotos de los corredores realizando la obra de bien. Las camisas y gorros de sus
sponsors son infaltables en esta clase de eventos. No está mal. Los tiempos
cambiaron. Tal vez él habría tenido que adecuarse a la nueva modalidad. Los
ídolos como Mouras parecen no estar a la moda. Hoy pasaría casi inadvertido con
su perfil bajo, su desapego por la polémica y su vida privada tan… privada. Los
medios y las empresas ahora necesitan personajes con mayor exposición, con
declaraciones irónicas, con opiniones jugadas sobre todos los temas y, si es
posible, con talento. A él le sobraba esto último. Por algo ganó 50 finales de
las 259 que corrió (casi una cada cinco). Pero difícilmente se adaptaría a
estas nuevas reglas del marketing. Difícilmente habría aceptado los homenajes
que se le hicieron desde que murió. Todos los años, en el lugar donde su
Chevrolet azul y blanco pegó contra el talud, se reúnen cientos de hinchas.
También lo hacen en la puerta de su casa de Carlos Casares. Encienden los
motores de autos particulares, aceleran, aceleran, aceleran y se van. En
distintos puntos de la provincia de Buenos Aires hay monolitos y monumentos de
Mouras y su auto. Y en cada carreras de TC hay una o más banderas con su
rostro. Él sigue de moda.
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