El acta fundacional de su carrera política fue un mail en inglés. La última semana de junio, Facundo Manes escribió la carta con la que renunció a la presidencia de la Sociedad Internacional de Demencia Frontotemporal. Con ese mensaje a sus colegas –cuenta- dio un salto que no tendría vuelta atrás. Se consumó así su cambio de piel: de médico y divulgador científico a candidato.
La decisión, relata Manes, no la tomó en su consultorio ni en un mitin, sino junto a su esposa y sus hijos. Lo alentaron Dora, su madre, que siempre se había mostrado protectora de su carrera académica, y su hermano Gastón, su consigliere.
Durante los días previos habían desfilado por su departamento de Retiro los popes de la UCR. Todos ellos dispuestos a rendirle, con mayor o menor entusiasmo, la pleitesía necesaria para convencerlo. También Mauricio Macri se había mostrado a gusto con su incorporación. “Ahora, tenés que demostrar que sos mejor que los que están en la cancha”, le dijo, en su oficina de Olivos. Pero al neurólogo le faltaba superar el test más arduo para acceder a la membresía cambiemita: la visita a Elisa Carrió, la pitonisa de la coalición, en Exaltación de la Cruz. En la procesión, Manes fue escoltado por Maximiliano Abad, arquitecto de su candidatura. Fuentes radicales cuentan que el almuerzo de bautismo del médico transcurrió sin sobresaltos hasta que lanzó un reproche a Lilita: “El problema es que vos hacés anticorrupción selectiva. Al kirchnerismo le decís de todo, pero a Macri, nada”. Concluido el cónclave, Manes se retiró como había llegado: sin recibir el sacramento de la “doctora” Carrió. Y lejos de mejorar, la relación solo empeoró con el correr de la campaña.
Con un estilo verborrágico y un aura de forastero para la política, Manes, el candidato a diputado nacional que erigió la UCR para la interna con Diego Santilli en territorio bonaerense, arrancó la campaña sin anestesia. Emplea un tono desafiante para diseccionar a sus nuevos socios. A él, sobre todo, lo motiva interpelar a Pro. Es una cuestión personal. A Manes lo entusiasma este despertar radical, porque pretende discutir la “identidad” de la oposición.
Su proyecto es ampliar la base, por eso sumó a Margarita Stolbizer, Emilio Monzó y Joaquín de la Torre. Jesús Cariglino vino en el pack peronista. Manes explicó su incorporación con una frase que se viralizó: “La lista es diversa, plural y representa a la Argentina. [El cambio] lo tenemos que hacer con los argentinos, no lo podemos hacer con noruegos".
Las legislativas son un tubo de ensayo para su plan, pero su mira está calibrada hacia otro blanco: quiere ser presidente en 2023.
Conciencia y sueños.
Las primeras frases de Manes como candidato pusieron a prueba el “modo zen” de Horacio Rodríguez Larreta, nuevo ordenador del macrismo, al pedir que no se usen fondos de la Ciudad en la campaña, y desataron la ira de Carrió, quien amenazó con denunciarlo por “mitómano”, cuando él dijo que ella le había ofrecido, en 2015, que fuera su candidato a vicepresidente.
Las heridas aún no cicatrizaron. “Como dicen los chicos: él la empezó. Salió a pegar y tiró la primera piedra”, evaluó Larreta. Si bien hace poco intentó seducirlo para incorporarlo, el alcalde, un “pac man” a la hora de cazar aliados, le quiere ganar “cien a cero” a Manes, potencial rival en 2023. En el equipo de campaña justifican que hoy critique más a Pro que al kirchnerismo: “Hoy la disputa es con Santilli. Si pasamos, le pegaremos al oficialismo”.
“Tenemos anosognosia: la Argentina no reconoce que es un país pobre o que la economía es el cerebro de los ciudadanos. El mayor problema argentino es que no tenemos un plan de tratamiento”, dice Manes. Él se presenta como el portador de la cura para las pestes que arrastra el país hace décadas.
Emoción y planificación.
A sus 52 años, Manes transita su primer examen electoral. Habituado a atender pacientes en Recoleta o escribir papers en Nature y otras revistas internacionales, muestra entusiasmo en sus recorridas por el conurbano. Un experimentado radical percibe que Manes aún debe aclimatarse a su nuevo hábitat: “El barro de la política no es tan divertido como firmar libros”. Confiado, Manes quiere presentarse como un candidato austero, un producto de la clase media que triunfó en el exterior. Con esa estrategia también juega a acentuar sus matices con el manual de Pro, al que vincula con el marketing. Tal vez por eso prefiere tomar distancia del publicista Ramiro Agulla, su amigo, quien le acercaba sugerencias para la campaña vía Whatsapp.
Pese a que debutará como candidato, Manes no se autopercibe como un outsider. En su entorno coinciden en que desde joven tiene “vocación política”. Él se mira en el espejo de la generación del 80 y se proyecta en Raúl Alfonsín, Domingo Sarmiento y Arturo Frondizi. Luce ambicioso. “Está distinto, más maduro y con los pies sobre la tierra. Ya no habla a borbotones”, dice Ernesto Sanz, uno de sus padrinos en la UCR. De hecho, Manes debutó como orador en un acto organizado por Sanz en Parque Norte, en 2013. Desde el atril, Manes estrenó latiguillo: “Mi corazón es radical”. Ese día, confesó, le gustó sentir el fervor popular. Para mostrar sus credenciales radicales jura que se afilió a la UCR en 1992, en pleno auge del menemismo, y que en la UBA se acercó a la Franja Morada.
Memoria y experiencia.
Nacido en Quilmes, Manes es hijo de Pedro, un médico rural y “bohemio”, que fue compañero de Ernesto “Che” Guevara en la UBA, y de Dora Blazevich, ama de casa. El neurólogo creció en Salto, un pueblo agropecuario que tenía solo 25.000 habitantes. “Vivíamos al día”, recuerdan los Manes. En las vacaciones de verano alternaban entre San Bernardo o Punta del Este, “invitados por un tío”. Pedro era filo radical y durante la campaña de Alfonsín en 1983, subió a sus hijos en la caja de una F-100 para llevarlos hasta Rosario a un acto del expresidente. Gerardo Morales difundió la foto de Manes en esa movilización. Por ese entonces, los Manes armaron el centro de estudiantes en la escuela de Salto. Gastón, un año menor que Facundo, escribió el estatuto e hizo las gestiones, y “Goropo”, como lo apodaron en Salto, por un payaso del circo en el que el médico supo ser acomodador en su adolescencia fue como candidato. “Gastón armó y Facundo arrasó”, recuerdan en la intimidad familiar. Ahora, anhelan un déjà vu.
Gastón, abogado, es el nexo de Manes con el mundillo de la política y su brazo empresarial. “Hablen con Gastón”, respondía el neurólogo cuando lo tentaban con una candidatura. Su hermano jugó fuerte en la interna radical bonaerense, en contra del sector de Martín Lousteau. Sabe más de política que Facundo y fue el encargado de preparar su desembarco como candidato.
Creatividad y subconsciencia
El padre de Manes era mucho más “laxo” en la crianza que Dora, quien no pudo terminar la escuela secundaria y aún habla en croata con su hermana. Dora exigía disciplina en el estudio. “Facundo era jodón y travieso, pero cuando tenía que agarrar los libros, lo hacía”, relata un compañero de la UBA. No era un alumno “brillante”, pero sí “destacado”. Mientras cursaba el tercer año de Medicina, Manes se instaló en el laboratorio de neuroanatomía del profesor Tomás Mascitti, su primer “maestro” en el área de investigación científica. Tan hábil con la pelota de fútbol –guarda el recorte de un diario local que lo presentaba como “delantero promesa”- como para tejer los vínculos personales, Manes siempre invirtió mucho tiempo y esfuerzo en las relaciones con quienes consideraba sus referentes. Logró incluso que el premio Nobel de Medicina César Milstein charlara a solas con él sobre política durante su experiencia en Cambridge.
Ego y narcisismo.
En Manes conviven dos perfiles. Por un lado, está el hombre cordial y cálido, con un lenguaje llano. Rasgos típicos del médico rural, con vocación política. Y, por el otro, el que muestra una personalidad arrolladora cuando se explaya. Es el relacionista público, con retórica empresarial, cuya onda expansiva alcanza a las altas esferas de la sociedad.
En las galas de fin de año de la Fundación Ineco suelen desfilar desde los CEO’s de las empresas más importantes del país, exfutbolistas y figuras de la farándula como Susana Giménez y Mirtha Legrand, hasta políticos y jueces, como Ricardo Lorenzetti. Cuentan que tiene una “excelente relación” con jueces de todo el país. Dos de sus puentes con la Justicia son Carlos Balbín, exprocurador del Tesoro de Mauricio Macri, y el jurista Daniel Pastor. En el ámbito gremial tiene nexo con Héctor Daer (Sanidad), Gerardo Martínez (Construcción) o Juan Carlos Schmid (Dragado y Balizamiento). ¿Hugo Moyano? En ese caso, el doctor prefiere no opinar.
En las cenas de Ineco sus colegas y amigos se sorprendían por el nivel de cercanía que Manes exhibía con las figuras más poderosas de la Argentina. “Lo adoran, en muchos casos porque les dio un buen tratamiento”, dice uno de sus amigos. Gracias a su profesión, el médico también estrechó vínculos con los expresidentes Felipe González, de España, y Julio María Sanguinetti, de Uruguay. “Facundo siempre supo que sería político”, dice alguien que lo conoce desde su juventud, cuando en paralelo con el colegio secundario, Manes estudiaba teatro en Salto.
Los detractores del médico lo acusan de ser narcisista y autoritario. “A este muchacho le corre bronce por las venas, no sangre”, dijo un cacique de la UCR.
En el macrismo suelen cuestionar a Manes por lo mismo. “Vas a cenar con él y solo habla de su carrera”, comenta un alfil de Pro.
En cambio, los más cercanos a Manes lo defienden. “¿Con todo lo que logró no va a tener la autoestima alta? En el campo decimos que eso es amor propio”, se quejan. Otro dirigente que conoce desde hace años a Manes percibe en él una pizca de inseguridad: “Fue alguien que vino del interior a la Capital y se hizo de abajo. Siente que tiene que ganarse su lugar”, contextualiza. Cuando le machacan que es un ególatra, Manes responde que él demostró que sabe “jugar en equipo”; que armó Ineco, el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro y “Con Argentina”, su cantera para los equipos técnicos de campaña.
En el instituto Fleni, donde hizo su residencia en neurología, era el “niño mimado” hasta que algo se rompió. “Él ya tenía un perfil más alto y en Fleni le empezaron a jugar en contra”, dicen sus allegados.
Resiliencia y ambición
Manes se fue y volvió al país en dos oportunidades. Su primer regreso fue poco antes de la crisis 2001, que terminó con el gobierno de Fernando de la Rúa. Cuenta que lo decidió mientras miraba con su mujer, Josefina, la película Martín (Hache), que toca el nervio del destierro. En ese viaje a la Argentina sintió el primer impulso de meterse en política. Participó de una entrevista grupal con LA NACION y, con 33 años, dijo que “la clase política era limitada” y que “no conocía el mundo”.
Volvió a partir y en 2005 regresó desde Inglaterra. Fue entonces cuando se fue de Fleni. Había vuelto de estudiar en Estados Unidos e Inglaterra, donde pasó por Harvard, Iowa y Cambridge, y armó Ineco con su hermano. “Él vio que podía combinar el estilo del sistema de salud norteamericano con la calidez humana del médico de campo. Se sabe vender”, admite un hombre con acceso al entorno de Manes. Él se jacta de haberse anticipado a una tendencia mundial, la neurociencia, en un momento en el que la mayoría en la Argentina estaba apegado al pscicoanálisis.
“Está distinto, más maduro y con los pies sobre la tierra. Ya no habla a borbotones”
ERNESTO SANZEl comienzo de Ineco no fue exitoso desde lo económico, pero se convirtió en un proyecto sustentable con el tiempo y a partir de la creación de la fundación, que recibe aportes de grandes empresas. Hoy, de Ineco también se desprende Cites-Ineco, a partir de una alianza entre el instituto de Manes y Sancor Seguros. Ineco tiene nexos con compañías como Coca Cola, Mercado Libre, Bunge, Unilever, ABB y Microsoft. En el entorno del candidato se esmeran en destacar que quienes aportan dinero a la entidad no están involucrados en la financiación de su experimento político.
En su carrera, Manes enfrentó una causa judicial, el caso Kohen, que volvió a salir a la luz en esta campaña. El médico fue acusado de haber emitido certificados falsos para internar a una mujer por demencia. Resultó sobreseído por la Justicia dos veces. Tras su salto a la política, cerca de Manes olfatearon una posible jugada sucia del larretismo cuando circuló por Tik Tok un video del caso. Macri ya le aconsejó que no mirara las redes porque “hay muchos trolls”. Algunos, como Elisa Carrió, le atribuyen a este episodio las razones de su salida abrupta de Fleni.
Atención y equilibrio.
Las terminales de Manes también llegan al kirchnerismo. Pese a que La Cámpora sugiere que hubo contactos para una eventual candidatura, Manes asegura que no volvió a hablar con Cristina desde 2013, cuando concluyó su tratamiento. Él se ocupa de aclarar que no la operó. Es que no es neurocirujano. “Ella le reconoce que nunca habló”, dicen cerca de Manes. Exfuncionarios de Pro, sugerentes, dicen que lo escucharon contar en una cena rasgos de la personalidad de la vicepresidenta.
En el entorno del neurólogo también le adjudican un estrecho vínculo con el camporista Eduardo “Wado” De Pedro, ministro del Interior, y cuentan que en 2019 Alberto Fernández buscó atraerlo. “¡Dejate de joder con los radicales!”, le dijo.
Laboratorio y áreas visuales
Manes sostiene que si pudo triunfar como neurólogo sorteará sin sobresaltos su aventura en el Congreso. Para pensar una ley, grafica, usará un “método científico”: convocará a los mejores expertos en cada materia. A través de Con Argentina, su usina y plataforma política, se acercó a los economistas Eduardo Levy Yeyati, Fernando Stefani y Martín Rapetti. También estrechó lazos con Augusto Salvatto. Ahora, puso a la politóloga Ana Iparraguirre al frente de sus equipos técnicos para la campaña. En su “think tank” armó un equipo de comunicación, que trabajaba para posicionar al médico en redes y medios. Manes es amigo del consultor Gastón Douek, socio de Guillermo Seita en Prosumia, mejor conocido en el ambiente como “el señor de los trolls”. “Douek solo nos ayudaba a segmentar los mensajes para Facebook”, explican cerca Manes.
Los caciques radicales respiran aliviados desde que Manes firmó su candidatura. Les costó convencerlo de que antes de llegar a la Casa Rosada debía pasar por un “doctorado” en la rosca para sacarse el sello de advenedizo. “El único que se bajó del barco y fue presidente es Sarmiento”, bromea un referente radical sobre la ambición del neurólogo. Ante los suyos, Manes dice que le sorprendió la “psicopatía” de los políticos, pero sostiene: “Yo conozco la mente humana y lo puedo controlar”. Un afán de superpoderes en el médico que promete “sanar” a la política.
PUBLICADO EN DIARIO "LA NACIÓN".
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