Jorge Luis Borges sostenía que las tiranías fomentan la estupidez. Otro Borges, en otro tiempo y otro lugar, pensaba lo mismo. Esta es la historia de Juan Francisco Borges, personaje algo olvidado de nuestra historia, quien merece ser considerado el primer impulsor del federalismo, muerto en esta grieta que dividió a los argentinos en sus primeros años de existencia.
Ajusticiados los sediciosos, Francisco se dedicó al comercio de la quina pero con menos suerte que su progenitor y hasta llegó a ser procesado y enviado al puerto del Buen Ayre para ser juzgado. El virrey Sobremonte lo absolvió y Francisco continuó con su actividad comercial.
FUERTES CONVICCIONES.
Hombre de fuertes convicciones y respuestas altaneras, volvió a tener un conflicto, esta vez con un tal Domingo Achával. Una vez más fue arrestado y otra vez más liberado.
Cansado del comercio que tantos sinsabores le había acarreado en su corta existencia, marchó en busca del "Mesón de fierro", un inmenso meteorito en Campo del Cielo, ese territorio del Chaco tachonado de cometas extraviadas.
No tuvo suerte (y si la tuvo, no reveló qué se llevó de esta enorme masa de metal). Lo próximo que sabemos de este Borges es que viajó a España donde hizo reconocer sus servicios, siendo nombrado "Caballero de la Orden de Santiago". Luciendo este título honorífico volvió a Santiago del Estero, donde su nueva y encumbrada situación creó celos y envidias por su actitud jactanciosa, conducta altanera y temperamento impulsivo.
Producidas las jornadas de mayo, Borges adhirió al movimiento patrio y siguió las instrucciones de José Moldes, revolucionario salteño que había conocido en España. En Santiago del Estero instó a cumplir las instrucciones de la Primera Junta, convocando a un Cabildo abierto que terminó reconociendo el mandato del gobierno porteño.
De su propio peculio formó al batallón de "Patricios santiagueños", fuerza de 300 hombres que se integró al Ejército del Norte.
El Cabildo santiagueño votó para escoger al delegado que formaría parte de la Junta Grande. Fue elegido Juan José Lami, pero Borges impugnó esta votación y pidió su anulación ya que se creía la persona idónea para ese puesto. La patria apenas había nacido y ya existían reclamos de representatividad.
En esos años, Santiago del Estero dependía de la gobernación de Tucumán. Las discrepancias entre las dos provincias, que hoy son fuente de anécdotas folklóricas, entonces no eran tan "graciosas" y los conflictos se sucedían con designaciones de "tenientes de gobernador" que eran sistemáticamente rechazados por los santiagueños. Borges decidió tomar el toro por las astas y escribirle al director Alvarez Thomas una nota reclamando la escisión de su provincia a fin de evitar las arbitrariedades de los tucumanos. Alvarez Thomas delegó la solución del conflicto al Congreso que se reuniría en Tucumán. No parecía esta la forma más feliz de llegar a la autonomía provincial...
REVUELTA LOCAL.
Borges, en una de esas decisiones impetuosas que lo caracterizaban, inició una revuelta local que destituyó al teniente gobernador Tomás Juan de Taboada (ancestro de los hermanos Taboada que gobernarían la provincia por años).
Borges declaró a Santiago del Estero como pueblo libre y parte del Protectorado artiguista, que incluía, además, la Banda Oriental, la Mesopotamia, Santa Fe y Córdoba. Para septiembre de 1815, cuando Borges proclamó la emancipación de su provincia, las integrantes del Protectorado habían declarado su independencia de España en el Congreso de Arroyo de la China y promovían un régimen confederado con una alianza estratégica (que los artiguistas llamaban independencia relativa).
Bernabé Araoz, gobernador de Tucumán, reaccionó rápidamente y atacó a Santiago del Estero, logrando capturar a Borges. Éste pudo escapar de la prisión y se dirigió a Salta donde se puso bajo la protección de Martín Güemes. Junto a él participó en una serie de levantamientos que culminaron con la autonomía salteña. Envalentonado por este logro, Borges volvió a su provincia, sublevó al pueblo de Santiago y declaró la autonomía provincial. Belgrano, a cargo del Ejército del Norte, ordenó la represión de este movimiento que suponía una contrarrevolución realista. A tal fin destacó una fuerza a cargo del coronel Bustos -futuro gobernador de Córdoba-, quien contaba entre sus subordinados a José María Paz (que, años más tarde, derrotó a Bustos en el contexto de la guerra entre unitarios y federales) y con un muy joven Gregorio Araoz de Lamadrid, futuro jefe unitario y gobernador de Tucumán.
El general Paz, en sus memorias, señala el grave error del creador de nuestra bandera quien había decretado esta muerte, "sin juicio, sin forma alguna y sin oír al reo". El general Bartolomé Mitre, en su minuciosa biografía sobre Belgrano, señala el excesivo rigor de la sentencia, pero reconoce que "los tiempos eran duros, y Belgrano era inexorable en materia de disciplina, siendo Borges un militar sujeto a su dura ley". El mismo Mitre, a lo largo de su extensa carrera, se vio obligado a tomar decisiones temerarias, de las que seguramente se arrepintió. En más de una oportunidad, Mitre debe haber meditado sobre esta medida que puso fin a la vida de un verdadero patriota federal como lo fuera Juan Francisco Borges, hoy reconocido como el precursor de la autonomía provincial.
Juan Francisco pudo ser un héroe de mayores proporciones, pero su trágico fin malogró su carrera y privó a Santiago del Estero de un líder. Su hijo, Juan Francisco Segundo, llegaría a ser gobernador de la provincia.
El otro Borges, el poeta, dijo de su abuelo, también Francisco: "Fue tu vida una cosa que arrastran las batallas, el honor, la tristeza, la soledad y el inútil coraje", una imagen especular de dos hombres extraviados en el laberinto de una historia que se repite con obstinada perseverancia.
PUBLICADO EN DIARIO LA PRENSA.
https://www.laprensa.com.ar/518667-Belgrano-y-el-otro-Borges.note.aspx
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