...y el que no, se calla la boca y también desboca, suele agregarse. Aquí se advierte que todos y todas podemos equivocarnos, cometer errores de habla y, por lo tanto, se justifica que seamos disculpades. Al respecto, quienes no adhieren al lenguaje inclusivo consideran bocas equivocadas las de los que lo usan.
El que tiene boca se equivoca.
El refranero español, siempre ardiente y sorpresivo, echa a parir refranes donde sea: en una escuela, una taberna, un regimiento, un palacio, un descampado... Vale decir que cualquier dicho puede haber nacido tanto de un catedrático como de un borrachín, un soldado, un rey, hasta de un niño... ¡O una niña!... ¡Síí!...
Cuenta la leyenda que a fines del siglo XIX había en Madrid un boticario muy cotizado, Efraín Santos Castellanos, cuyo negocio, llamado "La buena estrella", tenía pegado al vidrio un papel donde se leía: “Aquí todos vuestros males encuentran su remedio”.
Estaba ubicado en el 45 de la calle Magdalena, muy próximo al teatro Variedades, sitio popular y bullicioso donde nació el cuplé, un género musical al que los estudiosos del momento catalogaron de “ínfimo”.
Efraín vivía en la propia botica con su sobrino Lole, de 9 años, “la piel de Judas”, según su tío... ¡Porque era muy pero muy travieso!... O mejor habría que decir que lo era tanto como cualquiera de sus compañeros de juego, sólo que Lole sostenía una travesura muy particular: le gustaba disfrazarse de mujer para cantar en la calle, siempre ante muchos, los cuplés que escuchaba en el teatro. Se presentaba como Lolilla...
“Yo quiero ver cien nobles, colgados de un farol, racimo que en un día, vendimie la Nación” cantaba Lolilla con gracia y voz afinada, imitando a Rosita Rosales, la cupletista del Variedades. Muchos opinaban que entonaba mejor que ella...
Enterada de esto, un día Rosita salió a verla antes de su función y se mezcló entre el público. Lolilla la divisó y, traicionada por los nervios de la emoción, en vez de cantar “vendimie la Nación”, cantó “me envidie la Nación”...
Rosita la interrumpió para corregirla con más severidad que simpatía: “es vendimie la Nación, no me envidie”... “El que tiene boca se equivoca, señora Rosita”, soltó Lolilla...
Alentada por sus seguidores, Lolilla siguió cantando “me envidie la Nación”, enfatizando ese verbo. Su tío Efraín, más avergonzado que orgulloso, nunca dejó de llamarlo Lole...
POR HUGO PAREDERO.
publicado en telam.
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