LA HISTORIA DE BERTA SZPINDLER DE BORENSZTEIN MERECE SER CONTADA.
No sólo porque a ella le hubiera encantado leerla, sino
también porque las generaciones que
durante décadas disfrutaron de Tato, siempre lo escucharon hablar de ella pero
poco supieron sobre el verdadero rol que cumplió en esta historia. Berta nació
en Buenos Aires en 1931 y fue la única hija de Isaac y María, un matrimonio de
polacos judíos que llegaron a la Argentina escapando de la barbarie europea.
Isaac era un hombre simple que peleó con la camiseta polaca en la Primera
Guerra Mundial. María era hija de un industrial de Varsovia que fue asesinado
en una revuelta obrera. Se conocieron, se casaron y dedicaron su vida a coser
pieles y a criar a su única hija, Berta. Hasta el último día de sus vidas
vivieron en un PH alquilado de la calle Guise, primer piso por escalera, tres
piezas conectadas que daban a un pasillo descubierto, un baño y una cocina al
fondo. O sea, eran polacos, judíos, peleteros y muy humildes. Esta es la
historia de los Szpindler. La de los
Borensztein no es muy diferente.
Tato fue el hijo del medio de tres hermanos fruto del amor
de Samuel y Sara, un matrimonio de judíos polacos que llegaron a la Argentina
en los años 20 y que, curiosamente, también dedicaron su vida a coser y reparar
pieles. O sea, también polacos, judíos, peleteros y muy humildes. Los
Borensztein vivieron en distintas casas de inquilinato. Una de ellas fue el
sótano de un edificio en la Avenida Córdoba, a la vuelta del templo de la calle
Libertad.
Muchísimos años después, el local que incluía ese sótano fue
alquilado por Alejo, el gran amigo de mi hermano Sebastián. En cuanto mi viejo
se enteró me llevó a conocer aquel lugar que pasó a usarse como depósito.
Bajamos la escalera y me dijo: ...“acá dormíamos con mi papá, mi mamá y mis
hermanos”. Cuesta imaginar cómo hicieron Samuel y Sara, desde ese sótano, para
que Abraham, el hijo mayor, se recibiera de ingeniero civil en la UBA y lograra
ser uno de los más exitosos constructores de su época; el hijo del medio,
Mauricio, se trasformara en Tato Bores, y el más chico, Enrique, llevara
adelante emprendimientos de todo tipo. Justamente, uno de los primeros intentos
comerciales de Enrique fue una disquería a la que ingresó a trabajar una joven
de 21 años.
Así aparece Berta en escena. Cuando Tato pasó por al negocio
de su hermano y la vió, acuñó la primera frase clave de este cuento familiar:
*“Ojo a todos, prohibido enamorarse de la secretaria”*. Por supuesto, la
prohibición no corrió para él. Así Tato y Berta se enamoraron. Eran los hijos
mimados de dos matrimonios de polacos, judíos y peleteros. Mejor imposible.
¿Qué podía salir mal? Por ese entonces, Tato trabajaba en los teatros de
revista haciéndole la segunda a grandes capocómicos de la época como Pepe Arias
o Adolfo Stray.
Como se estilaba en aquellos años, pasado un tiempo, Tato
fue a pedirle la mano de Berta a Don Isaac quien aceptó gustoso la propuesta y
pronunció la segunda frase clave de esta historia: *“Me imagino que ahora usted
se va a buscar un trabajo en serio, ¿no?”*. Don Isaac temía que Berta “terminara
levantando la gamba en el Maipo”, frase que ella usó toda la vida para graficar
los miedos de su padre. Tato no supo qué contestar y amagó aceptar la
imposición porque estaba dispuesto a dejar todo por Berta. De hecho, siempre
estuvo dispuesto a dejar todo por Berta. Pero fue ella la que, en el momento
justo, metió la tercera frase clave de este relato: *“Jamás te voy a permitir
que dejes tu carrera artística por mí”*. Cuando le notificaron a Don Isaac que
la decisión de ambos era que Tato siguiera adelante con su carrera y con el
noviazgo, estalló el conflicto. Como ocurriría con el peronismo un par de años
más tarde, la pareja fue inmediatamente proscripta.
A partir de ese momento el noviazgo de Tato y Berta pasó a
la clandestinidad. Sólo se veían en secreto. Pero como suele pasar en estos
casos, se produjo una falla en el sistema de contraespionaje y Don Isaac se
enteró de todo. Ardió Troya. Cuarta frase histórica: *“Tato, nos descubrieron…
hago la valija, me voy y nos casamos ya mismo”* le dijo Berta, y abandonó a sus
padres siendo hija única.
Sofía Bozán, una de las estrellas de la revista porteña (la
llamaban “el alma del Maipo”), conocía a un juez que aceptó casarlos en 48
horas. Era habitual que las grandes mujeres de la revista tuvieran amigos muy
importantes. Con la complicidad de los hermanos de Tato y de todo el elenco del
Maipo, con Adolfo Stray a la cabeza, se organizó un casamiento en secreto.
Fue el 12 de mayo de 1954. De ahí en más todo fue lucha y
trabajo. Don Isaac Szpindler nunca dio el brazo torcer. Ni siquiera cuando
Berta en 1958, o sea cuatro años después de casada, quedó finalmente embarazada
por primera vez. Aquel polaco terco murió sin reconocer el matrimonio ni volver
a ver a su hija, pese a que Tato intentó sin éxito algunas negociaciones
bilaterales. Pocos meses después de la muerte de Don Isaac nace el primer hijo
de Tato y Berta que vengo a ser yo. Por eso mi segundo nombre es Isaac.
No hace falta explicar la tradición judía por la que me
agregaron el nombre del recién fallecido ni las razones por las que suelo no
usarlo.
Los felices Bores Szpindler y su crío ya vivían como duques
en un apretado dos ambientes de la calle San Luis casi esquina Pueyrredón. Tato
seguía dejando el alma sobre los escenarios de la revista porteña, secundando a
otras figuras. Mi viejo siempre me contó que un día, mirando como mi mamá me
sostenía en sus brazos, pronunció la quinta frase clave de esta historia:
*“Berta, si no invento algo pronto, nos vamos a morir todos de hambre”*. Al
toque renunció al Maipo, se llevó la peluca que más le gustaba, se compró un
habano, un armazón de lentes sin cristales y en un instante mágico que nunca
terminaremos de agradecer, inventó su personaje inmortal. Luego le agregaría el
frac porque en aquellos años los presidentes y los ministros juraban vestidos
de frac. Y dado que, tanto a los ministros como a los presidentes los rajaban
cada dos minutos, Tato decía que “siempre había que andar vestido de frac
porque nunca sabías en que momento te iban a llamar para asumir”.
El éxito en la televisión fue inmediato. En 1959 aparece el
personaje y en 1960 debuta con su propio programa “Tato siempre en domingo”. El
resto de la historia ya es conocida. Para cuando nacieron mis hermanos
Sebastián y Marina, Tato ya era una estrella de la tele. Así fue hasta el
final, en 1996. Lo importante de este cuento es entender que si no hubiera sido
por el coraje de Berta, tal vez nunca hubiéramos tenido a Tato.
Tras la muerte de mi viejo, Berta se dedicó a disfrutar de
sus hijos, nietos y amigos. Hasta hace sólo unos meses, era una elegante señora
de 88 años que salía todas las noches, veía todas las películas y obras de
teatro, viajaba y jugaba al bridge. Pero en los últimos dos meses, todas las
calamidades se confabularon y este miércoles a la mañana su corazón no quiso
más. Dicen los creyentes que por estas horas Tato y Berta han vuelto a estar
juntos, vaya uno a saber en qué asombroso lugar del Universo. Ojalá.
Nunca tan oportuna la sexta frase clave con la que cerramos
esta historia: *“Good Show, Berta”*. Gracias por la vida, Berta Szpindler de
Borensztein (1931 – 2020).
Por Alejandro Borensztein.
https://www.clarin.com/opinion/berta_0_Z1c7nH0eL.html
Publicado en Diario Clarín, 15 de agosto del 2020.
Berta Szpindler se casó con el actor, humorista y monologuista argentino Mauricio Borensztein el 12 de mayo de 1954 y estuvieron juntos durante 42 años, hasta el día de la muerte de Tato, que ocurrió el 11 de enero de 1996.
Fue famosa a pesar de su perfil bajo, gracias a todas las veces que Tato Bores, su marido, pronunciaba su nombre: Berta.Cuando Tato Bores decía al aire sus célebres monólogos en los que repasaba la actualidad política de la Argentina, solía meter bocadillos como "...y entonces le dije a Berta..."; "Estábamos con Berta y los chicos...".
Había nacido en Buenos Aires el 17 de septiembre de 1931.
Falleció el 12 de agosto del 2020 a los 88 años.
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