Padre Pío. | VATICAN NEWS. |
Padre Pío: el santo de los estigmas al que aún hoy se le atribuyen popularmente milagros.
Se llamaba Francisco y desde muy chico podía hablar con su Ángel de la Guardia. Tuvo gran parte de su vida los estigmas de Cristo y el don de la bilocación. Juan Pablo II lo llamó: el mayor místico del siglo XX.
Conocido como San Pío de Pietralcina, era antes de ordenarse simplemente Francisco. Tuvo siete hermanos y dos padres que lo apoyaron para que puediera ser fraile y nació un 25 de mayo de 1887 justamente en Pietralcina, Italia.
De origen muy humilde pero con una gran fe sus padres Grazio y Giuseppa los hacían rezar el rosario todas las noches antes de dormir. La especial vocación de Francisco llamó la atención de los ojos atentos de su madre. De noche Francisco podía ver el paraíso y en el día su Ángel de la Guarda se comunicaba con él. Tan común era todo ésto para este niño que en su infancia consideró que era lo "normal".
Decidido, Francisco comunicó a sus padres su deseo de ordenarse y de seguir el camino de Dios. "¡Mamá, quiero ser monje de misa, monje con barba!", anunció en su hogar. Pero para poder ingresar a una órden se necesitaba preparación y dinero que esta familia no poseía. Por esta razón su padre emigró a Estados Unidos en primera instancia y luego a Argentina desde donde ayudó a Francisco en su camino hacia Dios.
"Los próximos años, si Dios quiere, todas las fiestas y todos las diversiones habrán acabado para mí, porque abandonaré esta vida para abrazar otra mejor", le escribió Francisco a los 14 años a su padre. A los 16 años ingresó en el convento capuchino de Morcone. Ya en enero de 1903 Francisco vistió el hábito que lo acompañaría a lo largo de su vida bajo el nombre de fray Pío de Pietralcina. Y en 1907 fray Pío tomó los votos de pobreza, castidad y obediencia.
Fue el confesionario el lugar donde este padre ayudó a toda la comunidad, convirtió a los más escépticos y elevó a las almas. San Pío manifestó su deseo de sufrir cualquier pena para aliviar la de los pecadores. En 1910, asustado, sintió un fuerte dolor en sus manos y pies que estuvo acompañado por una mancha roja. El Padre Pío recibió el don de las santas llagas de Cristo que ocultó toda la vida bajo sus mitones marrones.
Una vez por semana Pío sentía en carne propia la coronación y los flagelos a los que sometieron a Cristo. Y tuvo que luchar contra el mal. Dentro de tanto dolor había mucho alivio. Pío tenía apariciones de la Vírgen, de su Ángel de la Guarda, de San Francisco de Asís y de Jesús.
Durante la Primera Guerra Mundial tuvo que asistir a su deber cívico. Pero con su salud tan debilitada se le asignaron las tareas de la cocina y de ser sirviente. Fue durante este momento donde el santo manifestó otro gran don: la bilocación (es decir que podía estar en dos lugares a la vez).
Las heridas comenzaron a sangrar más
Este fraile capuchino, una persona de muy bajo perfil, luchó por mantener sus dones en silencio. Pero en 1918 las heridas del padre comenzaron a sangrar y mucho. Los estigmas se volvieron visibles para todos. Angustiado intentó cerrar las heridas con iodo pero sin lograr demasiado.
De ahí en adelante médicos y expertos de la iglesia pasarían por su vida. El Vaticano mandó al doctor Amico Bignami quien era profesor de Patología del Hospital Real de Roma para evaluarlo. Intentó de todo pero las heridas no sanaron y el profesional concluyó que se trataban de heridas generadas por autosugestión. En 1920 otro doctor, Jorge Festa, lo examinó física y psicológicamente y llegó a la conclusión de que las llagas tenían un origen sobrenatural.
Juan Pablo II y la Madre Teresa de Calcuta, dos santos unidos por una historia conmovedora.
Agostinho Gemelli se volvería con el tiempo en uno de sus enemigos. Era un médico prestigioso de la Iglesia quien fue a visitar al Padre pero a quien le negaron el acceso. Por esta razón emitió un informe donde aclaró que nunca lo pudo ver. Tres médicos visitaron al Padre y expresaron que las llagas eran de origen sobrenatural. Pero cuando llegó el Papa Pío XI, Gemelli habló en contra del fraile. Así se le prohibió confesar, realizar la misa y hasta escribir cartas a sus fieles.
Quiso el Vaticano trasladarlo del pueblo pero los habitantes de la zona reaccionaron a favor del padre y la medida dio marcha atrás. Ante el apoyo de las voces más destacadas Pío XI decidió dejar al santo volver a sus actividades. A su confesionario llegaban 100 personas por día, número que fue creciendo con el boca a boca y con la historia de este santo quien aseguraba que los ángeles iban "en multitudes" a sus misas.
Fundó la Casa del Alivio del Sufrimiento en 1956 y en San Giovanni Rotondo. Un hospital para todos los heridos de la guerra y los habitantes de la zona. Ya en 1968, luego de tener durante 50 años sus estigmas, desaparecieron. Débil dio su última misa y desfalleció. En la siesta del 23 de septiembre murió rezando. Su cuerpo fue colocado en una caja con una cubierta de cristal para que el mundo lo pudiera conocer.
En el 2000 cuando San Juan Pablo II lo proclamó beato y el mayor místico del siglo XX. El mismo Papa testimonió una curación que se logró gracias al Padre Pío. "Cuando yo muera, pediré al Señor que me deje quedar en la puerta del Paraíso y no entraré hasta que el último de mis hijos espirituales entre", prometió Pío. Cristianos de todo el mundo testimonian aún hoy milagros que le atribuyen al "santo de los estigmas".
Fuentes: "El Padre Pío, un ángel sin alas", Ed Tercer Milenio. "Padre Pío, su testamento espiritual", Ed Claretiana.
PUBLICADO EN DIARIO PERFIL.
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