Siempre polémico y con opinión propia James Neilson da su parecer sobre el servicio militar obligatorio y otras cuestiones.
Esta columna de opinión fue publicada en el Diario "Río Negro" el 2/5/2014.
Jóvenes a la deriva por James Neilson.
Cuando allá por el año 1994 Carlos Menem aprovechó el revuelo provocado por la muerte del conscripto Omar Carrasco para eliminar el servicio militar obligatorio, muchos aplaudieron una decisión que les pareció apropiada para los tiempos que corrían. Con frecuencia se preguntaban: ¿para qué servía forzar a los chicos a cortar el césped o pintar bien blancas las piedras del jardín de un coronel?, dando por sentado así que los conscriptos no aprendían nada útil. Por su parte, los progresistas que ya dominaban los debates públicos en torno a tales temas creían que había llegado la hora de dejar atrás el militarismo, el autoritarismo y otros males heredados de épocas perimidas. Soplaban aires libertarios, de respeto por las particularidades de cada uno, no sólo aquí sino también en el resto del mundo occidental. Por lo demás, entre los militares mismos influyó lo que sucedía en los países anglosajones que, tradicionalmente contrarios a los ejércitos masivos de conscriptos al estilo francés o alemán, habían optado décadas antes por unidades profesionales más compactas y mucho más mortíferas.
También se hacían sentir otras tendencias contemporáneas, como la propensión a denigrar aquellas cualidades que, desde hace milenios, se suponen masculinas, varoniles: la fortaleza física, el coraje, la voluntad de arriesgarse, la agresividad. Otros valores se imponían. Así, pues, al acercarse el centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, muchos encuentran incomprensible el fervor bélico que fue manifestado por tantos jóvenes británicos, alemanes, franceses y rusos, de todas las clases sociales, que festejaron el fin de la paz como una liberación. Era irracional, pero también era natural. De todos modos, en algunos países aquella guerra terrible hizo respetable el pacifismo, pero en otros, en especial Alemania y el Japón, fue necesario un conflicto aún más apocalíptico para que se modificaran las actitudes mayoritarias.
¿Es congénito el machismo, por llamarlo así, o sólo se trata de un fenómeno cultural? A juicio de los simpatizantes de una amplia coalición de feministas e izquierdistas que desde hace mucho tiempo lleva la voz cantante, no cabe duda de que es fruto de generaciones de propaganda patriarcal. Por lo demás, en su lucha contra el machismo reaccionario, los resueltos a extirparlo han contado con un aliado imprevisto: el capitalismo liberal.
Merced a ola tras ola de innovaciones tecnológicas, importan cada vez menos las ventajas físicas y cada vez más las cerebrales y lo que podría calificarse de inteligencia social. Como resultado, se han multiplicado las oportunidades para las mujeres, que en muchos ámbitos académicos, oficinescos e incluso industriales ya superan a los hombres. En Estados Unidos, que sigue siendo el país pionero cuando es cuestión del desarrollo socioeconómico, los más perjudicados por los cambios que están en marcha han sido los varones jóvenes de nivel educativo reducido que, a partir de la etapa preescolar, pierden terreno en comparación con sus hermanas.
Las consecuencias de la feminización tanto de la educación como de los valores imperantes en la sociedad motivan preocupación en Estados Unidos y Europa; hasta en medios progresistas como el "New York Times" abundan artículos escritos por especialistas que se sienten alarmados por el enajenamiento de una franja creciente de varones jóvenes, en primer lugar los de la minoría negra, que para afirmar su identidad se vinculan con pandillas.
Así y todo, los problemas ocasionados en los países ricos por lo que parece ser una reacción instintiva de los varones jóvenes frente al desmoronamiento de pautas culturales y estructuras sociales que siempre habían existido son mínimos al lado de los enfrentados por los latinoamericanos. En El Salvador las "maras", que cuentan con por lo menos 70.000 integrantes, son tan violentas que ni siquiera el ejército, que no se destaca por sus buenos modales, ha sido capaz de reprimirlas. Tampoco han podido hacerlo los militares y policías de los países vecinos, mientras que en zonas de la ciudad norteamericana de Los Ángeles, donde se originaron algunas maras como la más notoria, Salvatrucha, los "soldados" siguen activos en barrios de mayoría "hispana" y colaboran con los cárteles de droga mexicanos más feroces.
Decía Blaise Pascal que "todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación". Si un varón joven no tiene nada que hacer, si no se le ocurriera estudiar y nadie pensara en darle un trabajo formal, sería realmente asombroso que se resignara a su suerte. Antes bien, para que los demás lo tomen en serio se juntará con otros de la misma condición y, si en el lugar en que vive vender drogas, robar, asesinar o lo que fuera da cierto prestigio, le sería difícil negarse a actuar conforme a los valores así supuestos. A menos que la sociedad le ofrezca alterativas organizadas como clubes, asociaciones cívicas o entidades religiosas, la carrera brutal, y con toda probabilidad breve, del delincuente podría resultarle irresistible.
Bien que mal el servicio militar obligatorio ayudaba a llenar el vacío enfrentado por muchos adolescentes que carecían de los conocimientos y conexiones personales que les hubieran permitido conseguir un empleo permanente aceptable. También han cumplido la misma función los grupos piqueteros, bandas de militantes políticos por lo común de izquierda y, en otros países y otros tiempos, los Komsomol comunistas, la Juventud Hitleriana y diversos movimientos de corte fascista. Para los más frustrados en la actualidad, el islamismo puede ofrecer una oportunidad para los que, como tantos jóvenes a través de los siglos, quieren ser guerreros de verdad pero que, por alguna razón, no quieren alistarse en el ejército local.
Que tantos varones jóvenes se sientan atraídos por arquetipos primitivos presuntamente obsoletos puede considerarse deplorable, evidencia del fracaso del sistema educativo no sólo de la Argentina sino también de todos los demás países, pero puesto que la evolución tardará en producir los cambios que tantos creen deseables, sería peligroso limitarse a lamentarlo. A menos que una sociedad se las arregle para encauzar la energía instintiva de los varones jóvenes para que sea constructiva, no podrá ser sino destructiva, como ha resultado el caso últimamente tanto aquí como en muchas otras partes del mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
La diferencia de opiniones conduce a la investigación, y la investigación conduce a la verdad. - Thomas Jefferson 1743-1826.