Nacido en la Ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos, el
poeta EVARISTO CARRIEGO podríamos afirmar que fue un decidor del suburbio.
Sus
poemas fueron musas inspiradoras para muchas obras tangueras como “De todo te olvidas”,
“Quien tuviera dieciocho años”,“Viejo ciego” de Piana y Manzi, “El último
organito” de Homero y Acho Manzi, etc.
Durante
su niñez se trasladó junto a su familia al barrio de Palermo que era conocido como “el barrio de
compadritos”.
Evaristo Carriego fue
el primero, el “inventor”, como lo llamara Jorge Luis Borges.
Su mérito grande
es que con él empieza lo que se denomina la poesía urbana. Evoca los hechos
cotidianos que abriría puertas a ese poeta magnífico y militante político que fuera Homero Manzi.
Evaristo Carriego fue bisnieto del fundador de la Ciudad de
Concordia.
Carriego bautizó como “Misas” a sus poesías… que marcarían a un Enrique Santos Discépolo, un Homero Manzi,
un Baldomero Fernández Moreno.
Opina el reginense Carlos Basabe Cerdá desde el
espacio "A SOLAS CON EL TANGO":
"Evaristo Carriego fué uno de los primeros mitólogos del Tango y del suburbio. Con esa característica Argentina de convertirlo todo en "mito", escribió este poema que prefigura al compadrito y a su mundo".
"Evaristo Carriego fué uno de los primeros mitólogos del Tango y del suburbio. Con esa característica Argentina de convertirlo todo en "mito", escribió este poema que prefigura al compadrito y a su mundo".
Adquirió cierta fama con los poemas pero no pudo
disfrutarla ya que murió de tisis el 13 de octubre de 1912.
Fue el poeta del
arrabal que describió a la costurera que dio aquel mal paso, el ciego que fumaba en el umbral, el organito
que recorría las calles. Es que entendió como lo hiciera Homero Manzi que había
que al describir el barrio y era como contar lo que pasaba en el mundo.
Evaristo
Carriego no alcanzó a vivir 30 años.
La costurerita que dio aquel mal paso.
La costurerita que dio aquel mal paso...
-y lo peor de todo, sin necesidad-
con el sinvergüenza que no la hizo caso
después... -según dicen en la vecindad-
se fue hace dos días. Ya no era posible
fingir por más tiempo. Daba compasión
verla aguantar esa maldad insufrible
de las compañeras, ¡tan sin corazón!
Aunque a nada llevan las conversaciones,
en el barrio corren mil suposiciones
y hasta en algo grave se llega a creer.
¡Qué cara tenía la costurerita,
qué ojos más extraños, esa tardecita
que dejó la casa para no volver!...
El amasijo.
Dejó de castigarla, por fin cansado
de repetir el diario, brutal ultraje,
que habrá de contar luego, felicitado,
en la rueda insolente del compadraje.
Hoy, como ayer, la causa del amasijo
es, acaso, la misma que le obligara
hace poco a imponerse con un barbijo
que enrojeció un recuerdo sobre la cara.
Y se alejó escupiendo, rudo, insultante,
los vocablos más torpes del caló hediondo
que como una asquerosa náusea incesante
vomita la cloaca del bajo fondo.
En el cafetín crece la algarabía,
pues se está discutiendo lo sucedido
y, contestando a todos, alguien porfía
que ese derecho tiene sólo el marido…
Y en tanto que la pobre golpeada intenta
ocultar su sombría vergüenza huraña,
oye, desde su cuarto, que se comenta
como siempre en risueño coro la hazaña.
Y se cura llorando los moretones
-lacras de dolor sobre su cuerpo enclenque…-
¡que para eso tiene resignaciones
de animal que agoniza bajo el rebenque!
Mientras escucha sola, desesperada,
cómo gritan las otras -rudas y tercas,
gozando en su bochorno de castigada-
burlas tan de sus bocas, burlas tan puercas…
"A Evaristo Carriego" - Osvaldo Pugliese en el Teatro Colón.
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