Un 11 de mayo de 1974
es asesinado el Padre Mugica.
A 40º años del asesinato del "Cura Villero" Carlos Mugica fue acribillado el 11 de mayo de 1974 a las 20.15, cuando salía de celebrar una misa en la iglesia Francisco Solano, en el barrio porteño de Villa Luro.
Dice Wikipedia:
“Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe,
(Buenos Aires, Argentina, 7 de octubre de 1930 - 11 de mayo de 1974), fue un
sacerdote y profesor argentino vinculado al Movimiento de Sacerdotes para el
Tercer Mundo y a las luchas populares de la Argentina de las décadas de 1960 y
1970. La mayor parte de su labor comunitaria tomó lugar en la Villa de Retiro,
que los vecinos llaman con su nombre. Fue el fundador de la parroquia Cristo
Obrero de la Villa 31 de Retiro. Murió asesinado a balazos, después de celebrar
misa en la iglesia de San Francisco Solano, en Villa Luro. El crimen se
atribuyó mayormente a la organización de extrema derecha Alianza Anticomunista
Argentina, aunque Carlos Mugica también había sido amenazado veladamente por el
revista Militancia, órgano oficioso de la organización Montoneros. Nunca hubo
un fallo judicial definitivo”.
Carlos Mugica jamás apoyó la lucha armada, al igual que el Padre Alberto Carbone, asesor nacional de la Juventud Estudiantil Católica - JEC y siempre sostuvo arduas discusiones sobre ese punto y los hechos demostraron que tenía razón.
"Nada ni nadie me impedirá
servir a Jesucristo
y a su Iglesia,
luchando junto a los pobres
por su liberación.
Si el señor me concede
el privilegio que no merezco,
de perder la vida
en esta empresa,
estoy a su disposición."
El sábado 11 de mayo de 1974 junto a la iglesia de San
Francisco Solano, donde había celebrado misa fue tiroteado por un individuo era
un tal Rodolfo Eduardo Almirón, jefe
ejecutor que pertenecía a la nefasta "Triple A". Presurosamente fue
trasladado al Hospital Salaberry donde, ya moribundo, alcanzó a exclamar a una
enfermera: "Ahora más que nunca tenemos que estar junto al pueblo". A
las nueve de la noche, el doctor Avelino Vicente Dolico, certificó que las
causas del fallecimiento habían sido heridas de bala en tórax y abdomen y
hemorragia interna.
ENTREVISTA A CARLOS MUGICA EN 1972.
"A la oligarquía la conozco de adentro y sé cuáles son
sus corrupciones".
Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe nació en Buenos Aires
el 07/10/1930, 3ro. de los 7 hijos de Adolfo Mugica (ex-diputado conservador
del período 1938-1942, y ex-ministro de Relaciones Exteriores de Arturo
Frondizi en 1961) y Carmen Echagüe, hija de terratenientes de Buenos Aires. Fue
el único hijo que no estudió en un colegio religioso: primario en el
"Cinco Esquinas" (Libertad y Quintana); secundario en el Colegio
Nacional de Buenos Aires, en el Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE), y
otra vez el Nacional. En 1949 comenzó estudios en la UBA (Derecho) pero en
1950, con motivo del Año Santo, viajó con varios sacerdotes, y con su amigo
Alejandro Mayol a Europa, y decidió entrar en el seminario. Lo concretó en
marzo de 1952. A fines de 1954 comenzó a colaborar con el padre Iriarte en las
misiones a conventillos y casas de la parroquia Santa Rosa de Lima. En
noviembre de 1957 escribió "El católico frente a los partidos
políticos" para la revista del Seminario. Fue ordenado sacerdote el 21/12/1959,
y fue al Chaco. De regreso a Buenos Aires -entre 1960 y 1963- trabajó al
servicio del cardenal Antonio Caggiano, quien a su vez lo destinó como vicario
cooperador a la parroquia Nuestra Señora del Socorro. Asesor de la Juventud de
Acción Católica, le solicitaron que se desempeñara como capellán de la escuela
"Paulina de Mallinkrodt", en la hoy Villa 31. En 1966 realizó en
Santa Fe una misión rural junto a Gustavo Ramus, los Abal Medina y Mario E.
Firmenich. Poco después inició su acercamiento al Movimiento Sacerdotes del
Tercer Mundo (MSTM). En 1968 ingresó al Equipo Intervillas, fundado el
02/08/1968. La parroquia San Martín de Tours había decidido abrir una capilla
en la villa de Retiro, en su jurisdicción parroquial, y confió a Mugica su
desempeño. Con la ayuda económica de su hermano Alejandro se levantó un salón
multiuso en el barrio Comunicaciones. La siguiente entrevista es de 1972,
realizada por la revista Siete Días Ilustrados:
Fue muchas veces señalado como un sacerdote subversivo. Sin
embargo, Carlos Mugica (el polémico capellán porteño) cree respetar los
mandatos de Cristo y descerraja sus iras contra "las jerarquías clericales
comprometidas con el dinero, el privilegio y el desorden establecido en todo el
país". Fue muchas veces señalado como un sacerdote subversivo. Sin
embargo, Carlos Mugica (el polémico capellán porteño) cree respetar los
mandatos de Cristo y descerraja sus iras contra "las jerarquías clericales
comprometidas con el dinero, el privilegio y el desorden establecido en todo el
país".
Es una ráfaga implacable, un martilleo de palabras, la
lúcida coherencia que se transmite eléctricamente al gesto en esa permanente y
reconcentrada actitud del que amenaza con violentar todos los esquemas -un
dogma, una religión, una filosofía- pero repentinamente cede y adopta
posiciones expectantes. Rubio, de ojos azules, pulóver de cuello alto y
pantalones negros, no parece un sacerdote; sólo los libros que trepan por las
paredes de su departamento de un ambiente, en el barrio de Palermo, en Buenos Aires,
denuncian la presencia de un miembro de la Iglesia Católica.
Es que Carlos Mugica (39, profesor de teología en las
facultades de Economía, Ciencias Políticas y Derecho de la Universidad del
Salvador y capellán de la parroquia San Francisco Solano, en Villa Luro), a
diferencia de la nueva corriente de sacerdotes católicos, prefiere ignorar ese
halo paternalista, el status privilegiado que la sociedad se empecina en
otorgarle, para dar de sí -espontáneamente, sin premeditación- la imagen de lo
que cree ser: simplemente un hombre común, con toda la riqueza y las
limitaciones de los seres humanos; a lo sumo, siente quizá con más profundidad
que sus "hermanos" -palabra habitual en su vocabulario- una
problemática responsabilidad, ser también mensajero de sus conflictos.
Pero esa humildad -que se refleja inflexivamente en su
manera de vivir- no le posibilitó soslayar una creciente popularidad alrededor
de su figura. Lo publicaron así sus declaraciones por radio y televisión
("El socialismo -espetó en una de las emisiones del programa Tiempo Nuevo,
dirigido por Bernardo Neustadt, en Canal 11- es el régimen que menos contraría
la moral cristiana"); lo sacaron del anonimato pronunciamientos tales como
el que barbotó cuando Arturo Illia fue elegido presidente de la Nación:
"Hoy es un día triste para el país -dijo Mugica el 12 de octubre de 1963-,
una parte importante del pueblo argentino ha sido marginado de los comicios y
será dirigido por un hombre a quien sólo votó el 18 por ciento de los electores".
El fogoso sacerdote reconoce que fue arduo el camino
recorrido para que pudiera recalar, finalmente, en esas posiciones, "no
extremas -defiende- sino coherentes con la actual actitud de un grupo relevante
de obispos de la Iglesia Católica".
-Sin embargo, cuando usted eligió ser sacerdote no
enarbolaba las mismas banderas.
-En efecto. Ingresé al seminario hace 18 años, en 1951, y
vivía en esa época, el catolicismo individualista, fiel al slogan "salva
tu alma".
-¿Qué significaba para usted ser sacerdote?
-Salvar mi alma, es decir: ir al Cielo, buscar la felicidad,
esa que está en Dios. Evidentemente era bastante egoísta mi actitud, aunque
también entonces cambió radicalmente mi vida, porque fue cuando descubrí la
alegría de vivir en Dios.
-¿Quién es, qué es Dios?
-Definitivamente, Dios no es una idea sino alguien. Dios es
una persona que se entregó totalmente a mí y se dejó matar por mí. Para mí
Cristo es mi Señor, mi amigo, mi maestro, mi modelo de vida. Su entrega tiene
un valor especialísimo: Dios es un ser que en lugar de servirse del hombre se
pone al servicio del hombre y por eso todo hombre que da su vida por los otros
sea un ateo, un marxista, o lo que fuere-, ése, verdaderamente se une a Cristo.
-¿Quién consolidó en usted el cambio de actitud que se
atribuye?
-Un sacerdote francés, el abate Pierre, de quien todavía
recuerdo una frase decisiva: "Antes de hablarle de Dios a una persona que
no tiene techo es mejor conseguirle un techo". Es decir que conseguirle
techo a una persona ya es hablarle de Dios. No nos olvidemos que Cristo curaba
a los enfermos, les daba de comer a los que tenían hambre y de beber a los que
tenían sed. Y no lo hacía para que después escucharan el sermón sino porque esa
es su manera de amar: agarrando al hombre por entero. Antes de ingresar en el
seminario yo tenía una visión maniquea de la existencia. El alma era buena y el
cuerpo malo. Eso viene de Platón, y se metió en la Iglesia con San Agustín; aún
perdura esa concepción, sobre todo en lo relativo al sexo. Pero estamos
viviendo un amplio proceso de liberación para desterrar esa actitud
individualista del seno de la Iglesia. Antes, como muchos de mis compañeros que
luego también evolucionaron, yo estaba preocupado por la salvación de mi alma.
Luego empecé a preguntarme ¿por qué salvar mi alma y no mi cuerpo cuando esa
división no es, precisamente, una actitud cristiana? En la Biblia no se habla
nunca de alma y cuerpo; la Biblia es un libro muy carnal, muy concreto, en el cual
se define al hombre como polvo que respira.
-¿Qué sucede entonces cuando muere un hombre? Es decir, ¿no
es su alma, según las concepciones cristianas, la que asciende al Reino de los
Cielos?
-Insisto en la falsedad de esa concepción dual. Ningún teólogo
podrá decir nunca que, después de muerto el hombre, el alma queda flotando en
algún lugar. Es una visión tonta, materialista, de la resurrección. No sabemos
mucho al respecto. Toda imagen que podamos tener después de la muerte de un
hombre es muy pobre. Sabemos, sí, que vivirá en Dios. Y suponemos que eso
significa que va a estar presente como persona en todos los seres.
-Muchos cristianos siguen aferrados a esa concepción
maniquea (alma: buena; cuerpo: malo). Y aún más: persisten en adoptar la posición
que usted calificó de individualista. ¿A qué se debe?
-A una visión distorsionada de la realidad. El cristianismo
es esencialmente comunitario. No decimos "padre mío" sino "padre
nuestro". Para entender claramente esto basta con acercarse al pueblo.
Estar en contacto directo con él. Cuando yo estaba en el seminario iba a un
conventillo de la calle Catamarca. Allí viví algo muy especial - trascendente
en mi evolución-; precisamente en el contacto con los hermanos míos del
conventillo descubrí lo que ahora llamaría el subconsciente de Buenos Aires. El
día que cayó Perón fui, como siempre al conventillo y encontré escrita en la
puerta esta frase: "Sin Perón no hay patria ni Dios. Abajo los
curas". Mientras tanto, en el barrio Norte se habían lanzado a tocar todas
las campanas y yo mismo estaba contento con la caída de Perón. Eso revela la
alineación en que vivía, propia de mi condición social, de la visión
distorsionada de la realidad que yo tenía entonces, y también la Iglesia en la
que militaba, aunque ya por esa época muchos sacerdotes vivían en contacto
directo con su pueblo.
-¿Qué papel supone usted que jugó la Iglesia en ese momento?
-Pienso que entonces algunos sectores de la Iglesia estaban
identificados con la oligarquía. No digo que la Iglesia volteó a Perón sino que
contribuyó a voltearlo. Pero pienso que también había deterioro en las filas
peronistas. Creo que el peronismo perdió fuerza revolucionaria desde la muerte
de Evita.
-¿Cuál cree que debe ser su verdadero compromiso con los argentinos,
con su pueblo?
-Pienso, siguiendo las directivas del Epicospado, que debo
actuar desde el pueblo y con el pueblo: vivir el compromiso a fondo, conocer
las tristezas, las inquietudes, las alegrías de mi gente a fondo, sentirlas en
carne propia. Todos los días voy a una villa miseria de Retiro, que se llama
Comunicaciones. Allí aprendo y allí enseño el mensaje de Cristo.
-¿Qué mensaje?
-Los signos concretos del mensaje de Cristo se pueden
detectar cuando Él dice: "En esto se conocerá que ustedes son mis amigos,
en el amor que se tengan unos a otros". Y el índice de mi adhesión al
mensaje de Jesucristo es mi amor real, concreto, palpable, por mis hermanos.
-¿Cómo se manifiesta, cómo se materializa ese amor?
-Es muy significativo que el capítulo 25 del Evangelio de
San Mateo (versículos del 30 al 46) Cristo hable del Juicio Final en estos
términos: "Cuando el hijo del hombre vuelva con sus ángeles a juzgar a los
hombres los reunirá a todos en su presencia y va a separar a unos de otros como
el pastor separa a las ovejas de los cabritos. Entonces va a decir a los de su
derecha: vengan conmigo benditos de mi padre". Ahí se puede pensar, bueno,
vengan conmigo benditos de mi padre porque fueron a pie a Luján, o porque
tuvieron mucha devoción a San Cayetano, o porque hicieron y cumplieron muchas
promesas, o porque dieron limosna a la Iglesia. Pero Cristo no va a decir eso.
Va a decir: "Vengan conmigo, benditos de mi padre, porque tuve hambre y me
dieron de comer, porque tuve sed y me dieron de beber, porque estuve en la
cárcel y me vinieron a ver, porque estuve enfermo y me curaron, porque anduve
desnudo y me vistieron". Es decir que en el Día del Juicio Final vamos a
encontrar a la derecha de Dios a mucha gente que jamás pisó una iglesia y que
sin embargo estuvo toda su vida amando a Jesucristo, porque estuvo amando de
una manera eficaz a su prójimo, a sus hermanos. Y, lo contrario, Cristo va a
decir a los de su izquierda estas palabras terribles: "Apártense de mí,
malditos, al fuego eterno". ¿Por qué? Bueno, ahí podríamos pensar que
porque no hicieron la comunión pascual, que porque no dieron limosnas. Y sin
embargo, no. Cristo va a decirles: "Yo tuve hambre y no me dieron de
comer, tuve sed y no me dieron de beber, estuve en la cárcel y no me vinieron a
ver..." Y lo notable va a ser que algunos preguntarán: 'Pero Señor,
¿cuándo te vimos con hambre y no te dimos de comer?' Y Cristo responderá:
"Cada vez que no lo hicieron con uno de éstos". Y es en ese terreno
donde se manifiesta mi amor, mi compromiso y el de todo hombre.
-¿Quiénes cree usted que no se comprometen a ese nivel?
-Aquellos que ven a un tipo sufrir en la villa miseria y
dicen: "pobre". Aquellos que se compadecen pero pasan de largo y
siguen viviendo como burgueses. San Agustín fue muy claro al respecto:
"Hay muchos que parece que parece que están adentro de la Iglesia y sin
embargo están afuera". Es decir: son muchos los que fueron bautizados o
tomaron la comunión pero no tienen amor concreto por su prójimo. Son cristianos
muertos, no son cristianos. Por eso hay mucha gente que va a comulgar a misa,
cree que comulga pero solamente traga la hostia. Cree que recibe la comunión y
no se da cuenta de lo que eso quiere decir. Exactamente: común unión. Y si yo
voy a recibir la comunión y soy racista, o sectario, o un explotador que oprime
a su hermano, me dice San Pablo: "Ingiero el cuerpo del Señor
indignamente; me trago y me bebo mi propia condenación". Porque vivir en
el egoísmo, eso es el pecado. Aquel que se la pasa contemplándose el ombligo es
un pobre hombre que ya tiene el infierno en vida, que vive en el pecado.
-¿Qué entiende por pecado?
-Pecar es negarse a amar. No hay pecado sexual: hay pecado
contra el amor. Uno peca sexualmente cuando utiliza a una persona como cosa,
como objeto. Por eso aquellos que pretenden decir: "Ah, bueno, pero yo
tuve relaciones con una prostituta, para descargarme...", esos pecan
doblemente. Están contribuyendo con su actitud a mantener un estado de
esclavitud, aunque sea aceptado por la persona a la que esclavizan.
-Entonces son muchos los cristianos que viven en el pecado,
que no aman.
-Son todos aquellos que tienen una imagen desfigurada de
Dios. Dios es para ellos el gran súper-yo-castrador y viven con Él una relación
mítica, supersticiosa, mágica. Para ellos es un Dios que justifica la
inmovilidad, un Dios que permite preguntas tales como "¿Y? ¿Qué vamos a
hacerle si existen pobres y ricos?". Ése es el Dios que ataca Marx, ése es
el Dios que hace creer a algunos que la religión es el opio de los pueblos. La
verdadera fe cristiana, la auténtica fe en Cristo hace trizas esa creencia.
Tener fe es amar al prójimo, y eso me moviliza a fondo, tanto como para dar la
vida por mis hermanos, tanto como para brindarme íntegramente por ellos.
-¿Inclusive hasta el punto de engendrar la violencia
masivamente?
-Ese es un problema demasiado complejo. Toda violencia es
consecuencia del pecado del hombre, de su egoísmo. Ahora lo que sucede es esto:
en concreto encontramos en América Latina - incluso en nuestro país- una
situación de violencia institucionalizada.
Es la violencia del hambre. Como dice Helder Cámara "El
general hambre mata cada día más hombres que cualquier guerra". Es decir
que existe la violencia del sistema, el desorden establecido. Frente a este
desorden establecido yo, cristiano, tomo conciencia de que algo hay que hacer y
me encuentro entre dos alternativas igualmente válidas: la de la no violencia
en la línea de Luther King o la de la violencia en la línea del Che Guevara;
hablando en cristiano la violencia en la línea de Camilo Torres. Y pienso que
las dos opciones son legítimas. Es erróneo tratar de ideologizar el Evangelio.
Decir, por ejemplo, como he oído: Cristo es un guerrillero. Él, personalmente,
no fue violento, sólo en algunos casos concretos cuando echó, por ejemplo, a
los mercaderes del templo a latigazos. Es decir que Cristo fue solamente muy
violento contra los ricos y los fariseos. Creo que la versión en cine menos
alejada de lo que Él fue da Pier Paolo Pasolini en su Evangelio según San
Mateo.
-¿Pero cuál es, cuál debe ser la actitud del cristiano ante
lo que usted llama el desorden establecido, la violencia organizada del
sistema?
-Del Evangelio no podemos sacar en conclusión que hoy, ante
el desorden establecido, el cristiano deba usar la fuerza. Pero tampoco podemos
sacar en conclusión que no deba usarla. Cualquiera de las dos posiciones
significaría ideologizar el Evangelio, que más que una ideología es un mensaje
de vida. Pasará Marx, pasará el Che Guevara, pasará Mao, y Cristo quedará. Por
eso pienso que es tan compatible con el Evangelio la posición de un Luther King
como la ideología de un Camilo Torres.
-¿En cuál de esas tendencias se enrolaría usted?
-Se me ocurre que actualmente en la de la no violencia. Como
dijo Monseñor Devoto: "Yo no soy violento, pero no sé qué va a ser de mí
si las cosas siguen así". Pero ojo: pienso que hay muchos que exaltan la
no violencia ignorando lo que es. Porque Luther King, uno de sus principales
teorizadores, fue asesinado. Es decir: la no violencia no es quedarse en el
molde sino denunciar, poner bien de manifiesto la existencia de la violencia
institucionalizada. Y para eso también hay que poner el cuero. Pero que esté
claro: si yo ante el desorden establecido enfrento lo que llamo la
contraviolencia y logro reducir la violencia total, es legítimo que la use.
Pero si sólo exacerbo aún más la violencia del sistema contra el pueblo, no
puedo menos que pensar que es contraproducente que la utilice.
-Un cristiano, ¿Tiene derecho a matar?
-No lo sé. Lo que sí está claro es que tiene la obligación
de morir por sus hermanos. Pienso que tenemos mucho miedo a la violencia por
una actitud individualista. De repente nos escandalizamos porque alguien puso
una bomba en la casa de un oligarca, pero no nos escandalizamos de que todos
los días en las villas miserias o en el interior del país mueran niños
famélicos porque sus padres ganan sueldos de archimiseria. La idea fundamental
me parece que ésta: el cristiano tiene que dar la vida por sus hermanos de una
manera eficaz. Cada uno verá de acuerdo con su ideología, de acuerdo con la
valoración particular que haga de la realidad, con la información que tenga, lo
que tiene que hacer.
-¿Cuál debe ser la función de un sacerdote en países
desarrollados como Francia, Inglaterra o Italia?
-Sin duda la misma que en la Argentina, en Bolivia o en
Paraguay. También hay explotadores y explotador en Francia (el subproletariado
argelino, el subproletariado español), hay miseria, hay villas de emergencia.
Yo a esos países los llamo subdesarrollantes, porque son países que viven de
los pobres.
-¿Qué piensa que deben hacer los sacerdotes en sociedades
socialistas?
-Cumplir con su función habitual: enseñar y amar. Yo no
conozco China, pero tengo entendido que allí hay algo positivo: creo que ahora
hay 700 millones de chinos que tienen pantalones y antes no sabían que era
usarlos. Lo que me preocupa de China es que puede haber algo así como una
especie de imperialismo cultural. Es decir, no me gusta que los chinos
pretendan exportar su modelo de revolución a todo el mundo. Contra eso tendrían
que combatir los sacerdotes, contra el dogmatismo político. Con respecto a los
llamados países socialistas de Europa, pienso que son naciones que se encaminan
cada día más rápidamente hacia el capitalismo, precisamente porque se metieron
con corsé en el socialismo. De todas maneras no me cabe la menor duda de que
los pueblos son los verdaderos artífices de su destino y, aunque yo
personalmente crea que el sistema menos alejado de la moral y del Evangelio es
el socialismo, se me ocurre que en la Argentina tenemos que hacer nuestra
revolución, nuestro socialismo, que no necesariamente debe adaptarse a modelos
preestablecidos. Además, estoy seguro de que ese proceso pasa, aquí, por el
peronismo.
-¿Cuál debe ser para usted la ingerencia de la Iglesia en
cuestiones económicas y políticas?¿Cómo justificar el poder económico, las
relaciones de la Iglesia con el dinero?
-No se trata de justificar sino de analizar. El gran
escándalo del Concilio Vaticano II fue que se tuviera que hablar allí de la
Iglesia de los Pobres, cuando lo natural es que si la Iglesia viviera de
acuerdo con la orientación clarísima que le dio Jesucristo, de acuerdo a como
fue la Iglesia los primeros siglos, cuando todos poseían sus bienes en común
repartidos según las necesidades de los fieles, no debería haberse mencionado
el asunto. El cristianismo empieza a degradarse cuando se desarrolla el
espíritu de propiedad, y al reconocerlo Constantino (año 313) como religión
oficial del Imperio, otorgándole a la Iglesia poder político. Lo natural,
insisto, en el Concilio Vaticano, hubiera sido que se levantara un obispo y
dijera: "Un momento. ¿Por qué la Iglesia de los Pobres? La Iglesia también
es de los ricos". ¿Por qué? Porque la Iglesia también tiene que
evangelizar a los ricos, entendiendo por evangelizar a los ricos, ayudarlos a
dejar de serlo. Lo cual no significa que tire todo por la ventana sino que
ponga todos sus bienes al servicio de la comunidad. Es evidente que es un
problema, porque si viene un empresario católico y me dice: "Yo que me
convertí, padre, yo quiero realmente vivir el Evangelio", no me queda otro
remedio que contestarle que cambie radicalmente el enfoque de su empresa,
dándole participación efectiva en las ganancias a todos sus trabajadores.
Claro, así la empresa se va a fundir en 15 días porque la competencia la mata.
Entonces la otra respuesta para un empresario que quiera vivir realmente el
Evangelio está en que se platee seriamente el problema de la revolución.
-Eso es lo mismo que dejar de ser empresario.
-No necesariamente. Si Alberto José Armando viene a mí y me
dice "yo quiero cambiar" le contesto que bueno, que le saque todo el
jugo a los capitalistas que lo rodean y que con su fabulosas inventiva le cree
al pueblo situaciones en las que pueda ser realmente protagonista de su
destino.
-A usted se lo acusa de pregonar una filosofía de vida casi
rayana en el ascetismo, que no coincide con su manera de vivir, más acorde -se
dice- con hombres de su misma extracción social.
-Usted ve donde vivo: es un cuarto en una terraza de una
casa de departamentos bacana, pero un cuarto al fin. Además es cierto: yo soy
de origen oligarca, y eso tiene sus limitaciones. El hecho de que a mí nunca me
haya faltado nada talvez haya relativizado mi visión de las cosas. Pero también
es cierto que a la oligarquía la conozco de adentro y sé, efectiva,
concretamente, cuales son sus corrupciones. De todas maneras a mí no me falta
absolutamente nada, pero trato de que me sobren cosas.
-¿Cuáles son sus carencias afectivas?¿No se siente frustrado
como hombre?
-No me siento frustrado en absoluto. Pienso que desde el
momento en que contraje el compromiso de ser célibe ante Cristo y ante la
comunidad me debo a él. Por supuesto el celibato presume una lucha cotidiana.
No solamente la lucha en cuanto se refiere al impulso sexual sino en cuanto a
la soledad. El problema profundo no es el de la ausencia de contacto carnal,
sino la soledad, así, simplemente. Esa es una tensión que vivo permanentemente
y por la cual tengo que estar muy sobre mi mismo porque fácilmente se puede
desvirtuar mi afectividad.
-¿Ese es uno de los principales conflictos que originó el
éxodo de sacerdotes de la Iglesia?
-Pienso que no, que las raíces de la crisis sacerdotal está
en otro lado. Pienso que el sacerdote se siente inútil en muchos lugares; es
decir: ha perdido el sentido de su vida. Para mí el sufrimiento más grande que
puede tener un ser humano es sentirse demás y eso es lo que le pasa a muchos
curas.
Publicado en urgente 24.
http://www.urgente24.com/226420-a-la-oligarquia-la-conozco-de-adentro-y-se-cuales-son-sus-corrupciones?pagination=show
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