“Cuando el socialista Alfredo L. Palacios llegó al Congreso
en 1904, impulsó la sanción de varias leyes que contemplaban la situación de
los trabajadores, entre ellas la ley de descanso dominical (1905), inspirada en
el proyecto laboral de Joaquín V. González. Palacios desde la banca
parlamentaria, la cátedra y la doctrina, atacó la libertad absoluta de
contratar, emergente de la concepción liberal, inspirada en el código civil.
Proclamó la necesidad de una legislación del trabajo que atenuase los efectos perniciosos
provocados por el abuso del capitalismo y elevara las condiciones morales y
materiales del obrero.
Se crea el Departamento Nacional del Trabajo, a cuyo frente
se coloca a José Nicolás Matienzo. Además se regula el trabajo de menores y
mujeres; se reglamenta el descanso de las madres obreras; se indemnizan los
accidentes de trabajo y enfermedades profesionales; se crean agencias gratuitas
de colocaciones; se dispone la inembargabilidad total de sueldos, jubilaciones
y pensiones de escaso monto; se fija la forma y la condición del pago de las
remuneraciones; se prohíbe el trabajo nocturno en las panaderías y se limita la
jornada de trabajo.
A pesar del acceso al poder de Hipólito Yrigoyen sostenido
por amplias bases populares, la agitación obrera sigue en movimiento. Se
sancionan nuevas leyes laborales: reglamentación del trabajo a domicilio y
jubilación de obreros y empleados de empresas particulares de servicios
públicos.
Los conflictos obreros liderados por anarquistas y
comunistas se suceden: en 1917 hubo 138; en 1918, 196; en 1919, 367. Las
huelgas y los sabotajes se multiplican, y el gobierno se ve impotente para
impedirlo. Se enfrentan grupos antagónicos en las calles porteñas, y el país
vivió la terrible Semana Trágica en enero de 1919 y contempló absorto los
fusilamientos represivos de Santa Cruz en 1921”.
Fuente de información: Blog de Sandro Olaza Pallero
http://solazapallero.blogspot.com.ar/2012/06/la-cuestion-social-y-el-movimiento.html
Dice Norberto Galasso: “Así, esos años, la índole popular
del gobierno radical se expresa en disposiciones concretas a favor de los
trabajadores que habitualmente no se registran en los textos de historia.
Recordemos, por ejemplo, este testimonio de Raúl Scalabrini Ortíz: “En 1923
visité una gran estancia propiedad de una familia inglesa, situada en fondo del
Chaco salteño, en las proximidades de una población misérrisima llamada ´El Galpón´.
Me mostraron un cepo donde se castigaba a los peones que
habían incurrido en alguna falta seria. El administrador me informó, sin
emoción alguna, que había estado en uso hasta el momento en que Yrigoyen asumió
al poder y dictó las primeras medidas de protección al trabajo. Me conmovió una
impresión curiosa, como si una gigantesca mano inmaterial me hubiese dado una
ligera palmada de amistad y agradecimiento yo había contribuído con mi voto a
Yrigoyen [en 1916]a eliminar ese ultraje a mis conciudadanos que vivían
hundidos en la selva, sometidos sin defensa a la codiciosa inhumanidad de
cualquier traficante extranjero”. Texto que pertenece al libro de Norberto
Galasso: “Don Hipólito. Vida de Hipólito Yrigoyen”, pág. 85.
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