Te lo resumo y luego te lo explico: Las cosas que tiene el Vaticano son tesoros de la humanidad, tan valiosos como la primera carta de amor que recibiste de tu pareja o como el primer diente que perdió tu hijo. Valiosísimos para nosotros (y quizás para algún extraño coleccionista), pero invendibles. El Vaticano tiene en sus museos algunos de los más grandes tesoros artísticos del mundo, reunidos en 2000 años de historia cristiana sin contar todo lo pre-cristiano que también existe en esos museos. Aunque son tesoros, no son vendibles.
En el año 2015 le preguntaron al Papa Francisco: «¿se siente alguna vez bajo presión por vender los tesoros de la Iglesia?», y su respuesta fue clara: «Esta es una pregunta fácil. No son los tesoros de la Iglesia, sino que son los tesoros de la humanidad».
Un botón de muestra. Cuando Juan Pablo II hizo su primer viaje a Brasil, después de una ceremonia salió del protocolo, se metió en medio de una favela y visitó una familia. Conmovido, les dejó de regalo su anillo de Papa. ¿Pensarías que valoraron el regalo como para venderlo por su peso en oro y comprar comida o ropa? Es su tesoro, lo conservan en la capillita de la favela. Los pobres son pobres, pero no tontos.
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