La jueza Highton a los 74: en buena forma, pero “algo encorvada”.
Quienes la tratan frecuentemente en la Corte Suprema aseguran que Elena Highton de Nolasco es una mujer muy respetada, que se ganó el aprecio de todos. “Eso sí, de pocas pulgas”, sostienen. La aclaración final es importante: la ministra, que lleva 13 años en el máximo tribunal de Justicia, no tiene simpatías políticas. De hecho es la única funcionaria “de carrera” en esta Corte, ya que entró a la Justicia en 1973.
Pero la jugada del Gobierno para intentar removerla de su cargo al cumplir 75 años la exasperó. “Ella tenía una gran relación con el ministro de Justicia, Germán Garavano. Y lo mandaron a él a que firme el rechazo a la solicitud de Highton de quedarse. Una locura. Cerraron el único canal de diálogo que tenían con la ministra”, analizan en los pasillos de Tribunales.
En la mesa chica de la Corte nunca dudaron de que la ministra pudiese conservar su cargo. “El fallo Fayt, de 1999, la ampara. Porque en esa sentencia se declaró nulo el artículo que limita la edad de los jueces, ya que la Convención Constituyente de 1994 no tenía competencia sobre esa cuestión. No estaba dentro del ‘Núcleo de coincidencias básicas’”, sostiene ante NOTICIAS Jorge Rizzo, quien defendió con éxito en la Justicia a Highton y antes lo había hecho con Carlos Fayt.
Sin timing, desde el Gobierno hicieron una jugada que les puede costar caro: quisieron remover a uno de los ministros que no consideran cercanos para poner a un tercer juez de Corte en lo que va de su mandato (en el 2016 nombraron a Carlos Rosenkrantz y Horacio Rossatti). “Hicieron un análisis equivocado. Y ahora cortaron todo tipo de relación con Elena. Además en el PRO sostenían que Fayt era un héroe por resistir, pero cambiaron el discurso con Highton”, dice una fuente de confianza de la ministra.
Luego de que el juez federal Enrique Lavié Pico hiciera lugar a la acción de amparo formulada por Highton, el Gobierno desistió de su ofensiva. Tras la sentencia adversa, eligieron bajarse de la pelea y no apelar.
Intimidad
Highton de Nolasco vive en un departamento en la zona del Jardín Botánico, en el barrio de Palermo. En su living, con amplios ventanales que brindan una placentera vista de la ciudad de Buenos Aires, solía recibir a la ministra Carmen Argibay, quien murió en el 2014 y de quien se había hecho buena compañera.
Con su sueldo, de alrededor de 250.000 pesos (y por el cual no paga Ganancias), le alcanza para tener un gran nivel de vida. A pesar del secretismo con el que la Corte Suprema maneja el asunto de las declaraciones juradas, se pudo saber que su patrimonio asciende a 3,1 millones de pesos. Sustancialmente inferior al de los ministros más ricos: Carlos Rosenkrantz (11,3 millones) y Ricardo Lorenzetti (9,3 millones).
Según aclaran en su entorno, Highton está “muy bien de salud y viene a trabajar todos los días”. “Está achacada físicamente, encorvada. Pero son cosas propias de la edad. Desde lo intelectual está perfecta”, agregan.
Si bien el reglamento interno de la Corte no permite la designación de parientes, “Elenita” Nolasco (49), hija de la ministra, trabaja en la Secretaría de Relaciones de Consumo del máximo tribunal desde mayo del 2005. Los colegas de Highton acordaron que, en este caso en particular, no había una incompatibilidad porque ella no impartiría órdenes directas sobre su hija, que venía de ser empleada del estudio Beccar Varela y secretaria letrada de Lorenzetti.
Su historia
Para entrar en la Justicia, Highton de Nolasco tuvo un padrino político especial: el escritor Arturo Jauretche. Su nombramiento fue firmado por el mismísimo Juan Domingo Perón y publicado en el diario La Razón, cosa que ella recuerda con orgullo, según pudo averiguar Irina Hauser para el libro “Los Supremos”.
Highton se recibió de abogada a los 23 años. Fue escalando peldaño por peldaño en la Justicia hasta que en el 2004 el entonces jefe de Gabinete Alberto Fernández (que había sido su alumno) se la propuso a Néstor Kirchner para la renovación de la Corte.
Hauser reconstruyó el día en que Highton fue citada por Fernández: “La llamó directamente a su departamento para convocarla de urgencia a la Casa Rosada. Ella estaba en la peluquería y no usaba celular. Su marido, un médico pediatra jubilado del Hospital Garrahan, la rastreó por todos lados hasta que la encontró”.
Ese día llegó a la Rosada creyendo que sólo era una primera reunión. Pero cuando Fernández la recibió, la felicitó por anticipado.
—¿Entonces ya está? —se sorprendió.
—Claro —respondió el jefe de Gabinete.
Apenas su nombre comenzó a trascender mediáticamente, comenzaron los cuestionamientos políticos porque Highton fue nombrada jueza en plena dictadura. En la audiencia pública previa a su nombramiento debió contestar más de 100 preguntas, muchas referidas a ese tema: “Los que tienen mi edad vivieron más de un gobierno de facto. Yo no me fui del país, fui jueza y trabajé a favor de los litigantes. Nunca nadie dijo que violé algún tipo de derecho”, contestó aquel día.
En el mundo jurídico, a Highton se la considera una de las fundadoras de la mediación, referente en temas de violencia familiar y la creadora de la teoría del “esfuerzo compartido”, utilizado durante el corralito para justificar la pesificación, tema por el cual temió salir a la calle durante mucho tiempo. Es, además, la primera mujer en una Corte en democracia.
Highton conocía los pasillos del máximo tribunal aún antes de ser ministra, porque en sus años de camarista hacía de guía de contingentes que llegaban desde el extranjero.
Ahora, con 74 años de edad y 13 en su cargo, planea seguir recorriendo aquellos pasillos. No piensa jubilarse. Ni siquiera ante las presiones del Gobierno.
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