Si uno preguntara cómo sería el folclore si fuera una persona, probablemente lo caracterizarían como un señor grande, tal vez vestido de gaucho, con un mate en la mano y una guitarra en la otra.
O tal vez un señor grande vestido con ropa de campo, a caballo y haciendo tareas rurales.
O quizá un festival como el de Jesús María o Cosquín, con algún número de malambo en el escenario.
Hay un desconcierto sobre cómo caracterizar el folclore. Porque el folclore, que el 22 pasado celebró su día, es mucho más que eso.
Cuando hoy en política se habla de grieta, me recuerda a la grieta eterna del folclore. Porque está instalado que quien escucha folclore no escucha otra cosa, si va a un festival no iría a un recital de rock. Y eso es tan superficial como pensar que el folclore es un gaucho con mate en mano o un festival donde se escuchan sólo zambas y chacareras.
El folclore es mucho más que eso y no hace falta atarse a un diccionario para definirlo. El folclore reúne la música, las costumbres, las tradiciones, hasta los aromas de un país. Folclore para nosotros es el baile, pero también puede ser el tango. El género folclore en música se asocia con los ritmos del bombo y la guitarra y está bien, pero también podemos asociarlo con las expresiones culturales que distinguen al país. Y el tango es algo que nos distingue, como también el cuarteto o el rock en su estilo propio.
Un hombre de saco y corbata también puede cantar o bailar folclore, la vestimenta se asocia con los orígenes de nuestro país, pero no significa que debamos reducir una expresión de tamaña envergadura a un caballo, un mate y un hombre grande vestido de gaucho.
El folclore es a mi criterio una expresión que se construye a diario y forma parte de las distinciones que se hacen desde lo cultural y como país.
Tal vez sea tiempo que la música folclore se instale de otro modo en las nuevas generaciones para modernizar el concepto.
Publicado en Diario "Río Negro", domingo 1º de Septiembre de 2019.
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