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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

viernes, julio 09, 2021

A propósito del 9 de julio: de liderazgos y “segundas líneas”. Por Ricardo de Tito.


El 9 de julio es fecha de orgullo para toda la América hispana. Sin embargo, y lejos de toda trivialidad, es preciso subrayar que de esa gesta no participó ninguna de las primeras figuras del proceso revolucionario: ni San Martín, Belgrano, Güemes, Pueyrredón o Artigas estuvieron allí; el único de los hombres de Mayo fue el infaltable Juan José Paso, quien leyó en alta voz la declaración redactada.

La Independencia, en efecto, la concretó una “segunda línea” de hombres públicos quienes conformaron un amplio acuerdo práctico.

Tampoco la Primera Junta –que había reunido a varias de las primeras espadas– incluyó a muchos de los políticos más destacados, como Rodríguez Peña, French, Chiclana, Pueyrredón y Vieytes privilegiando –al lado de los insustituibles, Saavedra, Moreno, Castelli y Belgrano–, la inclusión de hombres de bajo perfil, tales los casos de Larrea, Matheu, Azcuénaga y Alberti para integrar una verdadera “Junta”.

Ambos momentos dieron luz entonces a sendas coaliciones políticas que, en Tucumán, concretó aquella “jugada maestra” como la definió San Martín, su principal artífice tras bambalinas.

En los tiempos previos quienes habían fallado en la función pública o no coincidían con el plan continental de la Logia Lautaro, eran dejados a un lado, como sucedió con Dorrego o Alvear. Otros, y en particular quienes peleaban por las autonomías provinciales, eran directamente guerreados como el santiagueño Borges –fusilado–, el primer gobernador electo en Córdoba José Díaz y todos los insurrectos litoraleños donde había otra segunda línea de peso: santafecinos, entrerrianos, correntinos, orientales y misioneros, que no fueron de la partida en Tucumán jugaron un papel clave para que el Congreso pudiera funcionar frenando en las fronteras las ambiciones brasileñas.

Pero nuestro tema es hoy Tucumán que invita a un recorrido por tres barrios porteños en los que se reúne la mayoría de los ignotos congresales: Almagro, Boedo y Palermo.

Mariano Medrano fue quien propuso enmendar el texto para que la independencia se afirmara contra “toda otra dominación extranjera”. Su calle de continuación, el fraile Castro Barros, había “jugado” ya en la Asamblea del año XIII. El salteño Mariano Boedo –además de avenida, barrio señero– ofició como vicepresidente de la sesión; los conspicuos cordobeses Jerónimo Salguero y José Antonio Cabrera eran descendientes del fundador de la ciudad y el obispo Colombres, un emprendedor de la industria azucarera tucumana.

Pérez Bulnes, cordobés, terminará en abierto conflicto con su hermano Juan Pablo, de militancia federal; el santiagueño Pedro Díaz Gallo era, igual que el salteño Manuel Acevedo, Maestro de Artes por la Universidad de Córdoba. Como Colombres, fue diputado por Catamarca, provincia que, así, fue representada por dos “extranjeros”. Entre los bonaerenses figuran Esteban Gascón –natural de Oruro– y el terrateniente Anchorena y, por fin, la esquina “Sánchez y Sánchez” de Rivadavia al 3400 da cuenta de otros dos congresales: el abogado jujeño Sánchez de Bustamante oficia como continuación de Sánchez de Loria, canónigo de la catedral de Charcas.

La traducción del Manifiesto al quechua y al aimara nos lleva a Palermo: corrió por cuenta de José María Serrano, diputado por Charcas. Acevedo, Aráoz, Malabia, Thames, Darregueyra, Gorriti, Pacheco de Melo, Uriarte y Oro estamparon allí su firma pero José Moldes quedó atravesado: sus pliegos como diputado por Salta fueron rechazados. De cualquier modo, se cruza con Pedro Ignacio Rivera, diputado por Mizque y con la avenida Congreso de Tucumán.

Los cuyanos conformaron el bloque “sanmartiniano”. No es casual la presidencia de Narciso de Laprida, y el rol clave de Godoy Cruz y Maza. Pueyrredón, electo como puntano, no estuvo presente: ungido Director Supremo había partido hacia Buenos Aires. Allá por Villa Luro, quedó solito Miguel del Corro que fue enviado por el Congreso a gestionar ante Artigas y terminó por cambiar de bando.

También por el oeste se memora a Cayetano Rodríguez. Finalmente, Antonio Sáenz, primer rector de la UBA, es homenajeado con una importante avenida en el sur porteño, pero no hay calle que recuerde a Fernández Campero –el marqués de Yavi–, que fue electo por Chichas pero prefirió permanecer en la lucha de las republiquetas.

Sintetizando: diez provincias de la actual Argentina tuvieron 24 representantes presentes y de la actual Bolivia hubo cinco diputados por tres provincias. Por su lado, Santa Fe, los Entre-Ríos, las Misiones y la Banda Oriental, agrupadas en la “Liga de los Pueblos Libres”, no enviaron diputados.

Moraleja: casi nadie es indispensable y siempre existen reemplazos con sangre fresca y dispuesta. Los buenos conductores, conscientes de sus límites, no se anotan en todas; los liderazgos corren el riesgo de convertirse en personalismos autoritarios; y resultan inútiles los porfiados en sostenerse en el poder creyéndolo algo inmanente.

La política es un arte que exige dominio de los tiempos para abrir paso a escenarios nuevos y la irreverencia realizada por aquel equipo en Tucumán, cuyos nombres casi nadie recuerda, es prueba fehaciente.

El lugar de “intocables” no fue el destino que eligieron para sí los Moreno, Castelli, San Martín, Belgrano, Saavedra, Güemes, Pueyrredón, Brown o Monteagudo. Tampoco los Padilla, Azurduy, Warnes o Arenales, ni los Viamonte, Rondeau, Las Heras o Balcarce. Menos aún Artigas, Campbell, Diez de Andino, Candioti, Hereñu, Barreiro o Andresito, líderes de la Liga Federal.

Todos ellos se subieron al toro bravío de una revolución en curso y la lógica de la guerra los alejó de todo discurso vacuo sobre transformaciones hipotéticas que nunca llegan: ellos las emprendieron.

La mayoría de los “referentes” del presente, en cambio, se siente insustituible. Memoran el pasado con tono épico pero, amantes del bienestar autocrático, viven en las antípodas de todo ejemplo de desprendimiento. No parecen hacer honor a esta historia.

Ricardo de Titto es historiador. Autor de "Las dos independencias argentinas".

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