En su último número, la Gaceta de Buenos Aires, del 12 de setiembre de 1821, en la sección noticias anunciaba: "Lima. A pesar de los incrédulos el gran pueblo de Lima dejó de ser español, y dejarán de serlo todos los pueblos de América por un orden necesario, y natural de las cosas. El bergantín Cister procedente de Guayaquil, que ha llegado a Montevideo confirma la noticia de haber entrado el general San Martín en Lima''.
Las ceremonias de la independencia comenzaron el viernes 27 de julio, por la tarde con un repique general de campanas de todas las iglesias de Lima y los fuegos de artificio en la Plaza Mayor, al igual que una iluminación general de los edificios públicos, a los que adhirió el vecindario, con telas, banderas y arreglos de sus balcones y en las calles.
El 28 de julio volvió la Plaza Mayor a ser escenario de la Jura, los cabildantes y vecinos notables buscaron a Don José de San Martín entrada la mañana en el palacio del marqués de Montemira, mientras que el conde de la Vega del Ren, llevaba la bandera. Las tropas daban paso a una calle por la que entró la comitiva que se ubicó en un tablado erigido en el centro del predio.
El Libertador presentó y desplegó la bandera peruana que había enarbolado cuando el desembarco en Pisco en setiembre del año anterior, y en ese momento proclamó: "Desde este momento el Perú es libre e independiente por voluntad general del pueblo y por la justicia de su causa que Dios defiende'', agitando por tres veces la enseña de los peruanos.
Las autoridades, las tropas, y la multitud que ocupaba la antigua plaza de los virreyes respondieron con una estruendosa aclamación, que se unió al repique de las campanas y a las salvas de artillería.
GRAVE PREOCUPACION.
El Libertador vivía también otra grave preocupación, era el jefe de la expedición, a quien el gobierno de la República de Chile le había confiado el comando exclusivo de las operaciones, a fin de obrar combinadas las fuerzas de mar y tierra recibiendo su sólo impulso y dirección.
Sin embargo la anarquía del año 20 había provocado en Buenos Aires la caída del Directorio, pero jamás dejó de escribir al Cabildo porteño, a los gobernadores y a cuanto sujeto relevante había para que "brille el día feliz de la concordia y de la unión y se restablezcan a su esplendor y primitiva confianza primitivo los pueblos hermanos del Plata. Estos son y deben ser los votos de los verdaderos hijos de la Patria''.
"Jamás dejó ser el general de los Andes, ni dejó de llevar su enseña'', como bien lo señaló Miguel Angel Cárcano, y remitió al Cabildo porteño cinco banderas y dos estandartes españoles, como reconocimiento a ``los pueblos que han contribuido a los progresos de la vida pública... ocupando entre ellos un lugar distinguido la ilustre Buenos Aires''.
Finalizaba con ese acto su proyecto americanista y ese era un reconocimiento a la ciudad que había mantenido sin claudicar ni ser vencida el mandato de Mayo; cosa que habría de hacer disponiendo testamentariamente que su "corazón fuese depositado en el de Buenos Aires''.
El 27 de setiembre, según Antonio Luis Beruti comentarista de los sucesos que ocurrían en nuestra ciudad y lo que se divulgaba entre el vecindario, llegó la noticia: "Por oficio, de haber tomado el general San Martín la ciudad de Lima, capital de los reinos del Perú, sin una gota de sangre, por haberla su virrey don José de la Serna desamparado y retirándose con su ejército a la sierra, habiendo saqueado antes unas casas, llevándose los caudales y muchas cosas, en cuya ciudad entró nuestro ejército y tomado posesión el 14 de julio, día por cierto memorable; por haber concluido el dominio de los tiranos españoles, que la poseyeron sobre trescientos años, y esperamos brevemente la ruina total del virrey, y la evacuación de todo el Perú. Por esta noticia hubo muchas salvas de artillería, repiques de campanas, Tedéum esta tarde en la Catedral, iluminación general en la ciudad por tres noches y música en los balcones del Cabildo''.
Beruti confunde la entrada de San Martín a Lima, que como hemos visto se conocía desde el 12 de setiembre en nuestra ciudad, con la noticia de la declaración de la Independencia. A pesar de estas manifestaciones populares los vínculos del Libertador con las autoridades porteñas eran muy débiles, y además le era totalmente desafecto al omnímodo ministro Bernardino Rivadavia que hacía poco estaba en el gobierno. Ya retirado definitivamente y conociendo las intenciones de los porteños en cuanto arribara a la ciudad, Estanislao López le manifestó: "La provincia en masa espera a V.E. en el Desmechado para llevarlo en triunfo hasta la Plaza de la Victoria''.
San Martín agradeció pero no aceptó el ofrecimiento, y así le respondió: "No puedo creer tal proceder en el gran pueblo de Buenos Aires. Iré, pero iré solo, como he cruzado el Pacífico y estoy entre los mendocinos. Pero si la fatalidad así lo quiere, yo daré por respuesta, mi sable, la libertad de un mundo, el estandarte de Pizarro, y las banderas que flotan en la Catedral conquistadas con aquellas armas que no quise teñir con sangre argentina. ¡Buenos Aires, es la cuna de la libertad''.
Estas palabras que sellan mejor que ninguna la unión de nuestra ciudad con Lima, como la de los argentinos con el noble pueblo peruano.
Por Roberto L. Elissalde Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.
PUBLICADO EN DIARIO "LA PRENSA", 29 de Julio del 2021.
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