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LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, julio 24, 2021

Hoy, día 24 de julio, tanto la Iglesia Griega ortodoxa como la Latina católica conmemoran a una niña mártir que responde al seudónimo de Cristina.

 


Hoy, día 24 de julio, tanto la Iglesia Griega ortodoxa como la Latina católica conmemoran a una niña mártir que responde al seudónimo de Cristina (“cristiana”) y de la cual no hay la menor duda acerca de su existencia histórica, que está fuera de toda discusión, pero de la cual no hay certeza absoluta de si es una santa italiana, como se asume de parte católica, o si es oriental, como se cree desde la ortodoxa.

¿Por qué tenemos certeza de la existencia de esta Santa? En primer lugar, porque una serie de excavaciones arqueológicas en Bolsena han atestiguado la existencia de un sepulcro y la veneración de la Santa nada menos que desde el siglo IV, alrededor de dicha tumba se edificó un cementerio subterráneo; y también porque aparece representada ya en el mosaico de San Apolinar de Rávena junto al cortejo de vírgenes, un mosaico que data del siglo VI. Lo que no está claro, repito, es dónde nació y sufrió martirio la Santa. Pero lo veremos después.
La passio latina de la Santa, que es la más difundida, tiene diversas redacciones y la más antigua data del siglo IX, siendo por tanto un testimonio muy tardío. Su contenido es muy fantasioso y está repleto de leyendas de escaso valor histórico, por lo que debemos descartarlo como fuente histórica para conocer a la Santa: es simplemente una tradición oral. De todos modos, vamos a verla, porque como digo siempre, estos relatos ficticios nos ayudan, como mínimo, a comprender la iconografía y el patronazgo asociados a los Santos.
Cristina –nombre que alude a su fe y no a un nombre de pila auténtico- nace de origen acomodado, hija de un magíster militum (gobernador) asentado en Tiro o Bolsena, según versiones, y al cumplir los once años, el padre, orgulloso de ella y queriendo sustraerla de los vicios del mundo, la encierra en una torre lujosamente ornamentada y adornada con estatuas de dioses paganos, dándole un séquito personal de esclavas para que la sirvieran. Cuando la niña, que no tenía más que once años de edad, pasó una temporada sin ofrecer sacrificio alguno a las divinidades, las esclavas sospecharon y al recibir noticia de que se había hecho cristiana, trataron de disuadirla de sus intenciones y quisieron que ofreciese sacrificios. Ella, ni corta ni perezosa, destruyó todas las imágenes y repartió los trozos de metal precioso entre los pobres. Ante esta respuesta, las esclavas avisaron al padre.
Urbano, que así se llamaba, hizo acto de presencia en la torre y dio una soberana paliza a la niña por lo que había hecho, pero como los golpes no la doblegaron, la hizo encerrar en una cárcel y se propuso juzgarla como a una de sus reos. Por la noche acudió la madre a llorar y suplicar a su hija que se retractase de lo que había hecho, pero Cristina no cedió.
El martirio de Santa Cristina es tan largo y sumamente monstruoso que cuesta de creer. Se enfrentó a tres jueces, el primero de los cuales fue su propio padre. Éste quiso hacerla renunciar a su fe, y como seguía firme en mantenerla, la hizo azotar por doce lictores, con tanta violencia que se le desprendían trozos de carne del cuerpo. Ella, impasible, se inclinó a recoger uno y se lo tiró a la cara a su padre, gritando: “¡Mira este trozo de carne que tú engendraste! ¡Cómelo!”.
Luego la hizo torturar en la rueda, que giraba sobre un lecho de brasas, pero un ángel bajó del cielo a romperla. Tras otra noche en la celda, Urbano mandó que de madrugada, y a escondidas, le colgaran una piedra al cuello y la hundieran en el lago Bolsena, pero la niña quedó milagrosamente flotando sobre la piedra –como si fuese un corcho- y fue traída por los ángeles hasta la orilla del lago, donde la bautizaron. Al ver esto, al padre le dio un ataque, perdió el juicio y al poco murió.
El segundo juez que tuvo que sufrir Cristina se llamaba Elio Dión. Éste, luego de otro inútil interrogatorio, mandó llenar un recipiente metálico de pez y grasa, calentarlo hasta hervir y arrojar en él a la niña, que se mantuvo sin daños y aún se mecía tranquilamente en el baño, burlándose del juez. Éste, en castigo, mandó raparle la cabeza, desnudarla por completo y llevarla así desnuda por las calles hasta el templo de Apolo, donde quiso obligarla a sacrificar al dios. Pero ella, orando a Dios, hizo caer del pedestal a la imagen, que aplastó al juez Dión.
El tercer y último juez se llamaba Juliano. Éste, a causa de los prodigios manifestados en Cristina, la consideraba una hechicera, y no se anduvo con tapujos: hizo calentar un horno enorme, tirar dentro de él a la niña y dejarlo cerrado durante cinco días con el fuego al máximo. Pasado este tiempo acudieron los guardas aterrorizados, diciendo que oían cantos desde dentro del horno. Cuando lo abrieron, en lugar del cadáver carbonizado de la niña, la vieron sentada tranquilamente entre dos ángeles y entonando cánticos de alabanza al Señor. Los ángeles batían sus alas para refrescarla y apartarle las llamas. Furioso, Juliano mandó llevarla a la celda y tirarle encima serpientes y otras criaturas venenosas, que en lugar de atacarla a ella, se volvieron contra el mago que se las arrojaba y lo mataron con su veneno. Cristina, compadecida, resucitó al mago y ahuyentó a las alimañas.
Como no había manera de vencer a la niña por más torturas y castigos que le aplicara, Juliano determinó ejecutarla mediante torturas. Por ello, mandó llevarla a una plaza pública para que fuese vista por todos. Allí le destrozaron y amputaron los dos pequeños pechos, y como diese grandes gritos e imprecaciones al juez, le arrancaron la lengua de cuajo y finalmente la mataron a flechazos, haciéndolo muy lenta y espaciadamente, para causarle el mayor dolor posible.
Como podéis ver, el relato no tiene la menor credibilidad histórica: es largo, exagerado, y realmente una criatura de once años no hubiese podido resistir viva tanta brutalidad. Se puede observar que en esta passio de Santa Cristina se han copiado elementos de las passio de Santa Bárbara (la torre, el padre cruel), de Santa Águeda (el tormento del fuego, los pechos destrozados) y de Santa Teodosia (el intento de ahogamiento en el lago). Realmente no es nada creíble y por eso no tiene el menor valor histórico, pero como decía, la mártir sí es real.
Pero, ¿de dónde era oriunda? Como decía, no hay consenso en determinar el lugar de procedencia de la Santa. Las redacciones latinas de esta disparatada passio la sitúan siempre en la ciudad de Bolsena, ubicada a unos cien kilómetros de Roma, y por eso la llamamos Santa Cristina de Bolsena, o de Toscana, que es la región a la cual pertenece esta insigne ciudad. Sin embargo, el Martirologio Jeronimiano y las redacciones griegas de dicha passio la hacen oriunda de Tiro, la ilustre ciudad de Fenicia (actual Líbano). Pero las fuentes orientales más antiguas, todo hay que decirlo, no mencionan nunca a una Cristina oriunda de Tiro. Así que existía por tanto una doble tradición: la latina, que hacía a la Santa italiana, de Bolsena; y la griega, que la hacía fenicia.
Esta controversia tuvo un infeliz intento de solución ya en la Edad Media, en manos del hagiógrafo Adón, pues en la cita de la Santa en el Martirologio Romano introdujo esta expresión: “Tyri in Tuscia, apud lacum Vulsinium” (Tiro de Toscana, junto al lago Bolsena), o sea, que decía que Tiro era una ciudad toscana al lado del lago de Bolsena. Y la acabó de liar, con perdón, porque no existe tal Tiro en ese lugar, sino que la ciudad que está junto al lago de Bolsena, es la propia Bolsena.
Intentando nuevamente solucionar este desastre geográfico, algunos estudiosos han propuesto que quizá se trate de dos Santas distintas, una en Tiro y otra en Bolsena, que se celebran el mismo 24 de julio, pero esto no tiene mucho fundamento. Otros dicen que tan sólo hay una Santa, pero que puede ser una mártir fenicia que se venere en Bolsena, o al revés, una mártir italiana que se venere en Fenicia. Pero ello tampoco es demasiado plausible.
¿Qué decir pues? Que la opción más plausible es que la Santa realmente sea oriunda de Bolsena, y por tanto, italiana, pues los hallazgos arqueológicos han demostrado que ya en el siglo IV su sepulcro estaba allí. La cita del Martirologio Jeronimiano, que la hacía fenicia de origen, es muy tardía y además no tiene mucho crédito, siendo también cierto que la incluye al final, entre santos de poca relevancia, y siendo cierto también que incluye datos de la passio de Santa Teodosia de Tiro (ésta sí), de quien habla Eusebio de Cesarea, lo que hace pensar que jamás hubo en Tiro Santa Cristina alguna, sino que es realmente Teodosia la que es mártir en Tiro. En resumen: Santa Cristina es la santa de Bolsena, porque la arqueología lo ha demostrado.
En la iconografía, esta célebre niña mártir aparece atada a un tronco y atravesada por varias flechas, a modo de San Sebastián femenino. También aparece en diferentes episodios de su martirio: asada en el horno, torturada en la rueda, derribando ídolos paganos, rodeada de serpientes… también portando un haz de flechas y una rueda de molino, que le habrían atado al cuello para hundirla en el lago. Se la invoca para proteger el ganado, contra la peste y también para solventar riñas familiares, por la crueldad que su padre demostró con ella. Muchas princesas y reinas de las dinastías europeas han llevado su nombre y la han reconocido como patrona, por ello aparece pintada en muchas colecciones de arte de las casas reales. Existen muchas otras Santas y Beatas de nombre Cristina, pero ésta es la primera y la más conocida de todas.
En cuanto a sus reliquias, ya decimos que en el siglo IV se veneraban en su primitivo sepulcro de las catacumbas de Bolsena, sobre las cuales se ha erigido la actual basílica. Sus reliquias están actualmente repartidas entre este lugar y la ciudad siciliana de Palermo, adonde fue llevada y parte de su cuerpo fue luego restituido a su lugar de origen. No existe la menor duda sobre la autenticidad de estas reliquias, y, a excepción de algún relicario menor repartido por Europa, son los únicos lugares donde pueden venerarse los restos de la misma. Existen otros lugares donde creen tener el cuerpo de la santa pero se trata de mártires de las catacumbas y no de la auténtica Cristina de Bolsena, quien como digo, está mitad en Palermo y mitad en Bolsena.
Fuente: preguntasdesantoral
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El Martirio de Santa Cristina, de Vicente Palmaroni.

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