Parece una tranquila alfombra verde de viñedos, agradable a la vista y sin movimiento aparente, pero en su interior fluye incesante la cosecha.
La tranquilidad típica de las chacras regionales se ve alterada por la actividad humana en tiempo de recolección de frutos. Al menos quince personas recorren una y otra vez el camino hasta la cabecera de las filas donde están los bines con el nombre de cada uno de ellos. Tienen que llenarlo y avisar al encargado o dueño de la chacra que lo retire con un tractor, y a cambio recibirán un vale que será canjeado por efectivo el fin de semana. Obviamente llegará un nuevo bins vacío, y la tarea comenzará una vez más hasta que las plantas queden sin fruta. Será tiempo de buscar otros rumbos.
Cuando llega el final de la jornada laboral, que en este caso en particular no tiene establecidos horarios ni de inicio ni de cierre, pero que por lo general se extiende por ocho horas, cada uno de los trabajadores que participaron habrá recorrido alrededor de cuatro kilómetros entre las angostas filas de viñas. La mitad de ese recorrido lo harán cargados con un balde con 20 kilos de uvas, en un terreno mojado por lluvias recientes y el rocío de la mañana.
La actividad tiene su epicentro en una chacra de Mainqué, apenas unos pocos kilómetros más al norte de donde el último vestigio de urbanización indica que la localidad llegó a su fin.
El predio en cuestión fue noticia hace un par de años atrás, porque para esta misma época del año quedó literalmente bajo agua y puso en serio riesgo la producción. Hoy la realidad es diferente, por lo menos en lo que respecta a la cuestión climática.
En ese sitio la cosecha de uvas para vinificar comenzó hace unos pocos días y se extenderá casi hasta fines de abril. Hay trabajo para unos 25 días de acuerdo al ritmo y a la cantidad de gente que se juntó para trabajar.
Son once hectáreas de oro en polvo para lo que indica la tendencia vitivinícola nacional en materia de consumo y comercialización, con una marcada preferencia por los Malbec.
El año pasado esa misma superficie entregó 84.000 kilos de uva tinta de la variedad estrella, pero en el terreno se entreveran algunas variedades blancas de menor valor como torrontés riojana o torrontés mendocina, también llamada loca blanca, esta última de poco valor enológico.
Este año, según comentó Juan Verdugo, propietario de la chacra, el rendimiento por hectárea plantada con Malbec será algo inferior, aunque siempre por encima del promedio que entrega la variedad en la zona. "El año pasado una hectárea de estas me dio 17.000 kilos" comenta con orgullo.
El Malbec que tiene este productor es muy valioso por la calidad del fruto que brinda, ya que son viñedos que superan los 70 años, una característica muy apreciada por las bodegas y los enólogos encargados de dar vida a los nuevos caldos cada temporada. Pero esa misma vejez lleva a que varias plantas lleguen al final de su ciclo y sea el turno de reemplazarlas (ver aparte).
El inicio de cosecha en esta chacra en particular y a esta altura de la temporada, achica indefectiblemente la ventana de recolección de la uva, pero tiene una explicación. Primero y principal, para aquel que sólo se maneja con la entrega de materia prima como en este caso, es fundamental tener un comprador de la uva. Esta es una fruta que una vez sacada de la planta necesita ser trabajada y conservada en las próximas 24 horas, como una forma de aprovechar todas las virtudes que concentró la fruta en su etapa de maduración.
En segundo término, y una vez acordada la venta, generalmente entra a tallar un enólogo, quien será el encargado de hacer el seguimiento final de la maduración del fruto y dará la orden de cuándo es el día ideal para comenzar a cosechar.
Por ahora el clima acompaña en la región, pero una helada de poca intensidad puede acarrear algunos inconvenientes para el fruto ya maduro, motivo por el cual la cosecha debe hacerse lo más rápido que se pueda.
La producción de la chacra de Verdugo ya fue comercializada en la zona, una parte a una bodega de Fernández Oro y un volumen más importante a una empresa de Ingeniero Huergo.
Mucha de esta uva terminará formando parte de alguna botella de vino de neto corte regional como Parada 81 o Viñas de Siracusa, por ejemplo, que se han ganado un lugar en las góndolas locales.
La falta de valores adecuados para la uva para vinificar ya se ha transformado en una constante en las últimas temporadas. Comenta Verdugo: "El precio de la uva no mejoró, en realidad estamos cada vez peor".
No es una frase al pasar, por el sólo hecho de quejarse. El productor, además de vivir y sufrir la falta de precio en carne propia, aporta un razonamiento que avala sus dichos. "Hace seis o siete años atrás, el valor de un kilo de uva representaba el 80% de lo que costaba un dólar en ese momento. Hoy el kilo de uva se paga a 4 pesos en el mejor de los casos y el dólar está a 15 pesos, con suerte cubre un 30%".
La difícil situación por la que atraviesan todos los pequeños y medianos productores vitivinícolas nace precisamente en una combinación de precios deprimidos cuando se sale a vender el producto de la cosecha y los costos de laboreo y de insumos que indefectiblemente se mueven hacia arriba en épocas inflacionarias.
"Hoy poner un tractor en marcha con un tipo arriba te cuesta 1.000 pesos por día. Si lo hacés trabajar 200 días al año, tenés un costo de 200.000 pesos, eso me come entre un 50 y un 60% de lo que yo saco por la cosecha... después sigue la poda, la fertilización", ejemplifica Verdugo.
En el campo, la tarde ya no es tan luminosa y va dejando paso a las primeras sombras del atardecer.
Por el camino hacia la casa de la chacra comienzan a aparecer los hombres y mujeres que cosecharon desde la mañana. Van a dejar las bandejas y otras herramientas utilizadas durante la labor. Le hacemos notar al dueño de la chacra la presencia de las féminas en tan dura tarea y nos responde: "Si me apurás un poco, te digo que son más eficientes que los hombres". Por algo lo dirá, es él quien está todos los días al pie del cañón en esta danza productiva.
Publicado en Diario "Río Negro" (edición Nro. 24.315), domingo 10 de abril de 2016, páginas 32-33. Nota de Miguel Vergara. Fotos de Emiliana Cantera.
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