El origen se remonta a la Campaña del Desierto, cuando Roca fue creando fortines. En la actualidad quedan 55 pobladores que se aferran al sueño que alguna vez los llevó, a ellos o a sus padres, a elegir el lugar. Tiene su escuela con un puñado de alumnos.
Chelforó es hoy una pequeña localidad con 55 habitantes que luchan por lograr recuperar el esplendor que tuvo hace poco más de dos décadas atrás, y la importancia que alcanzó en los primeros años del siglo pasado, cuando era un punto de referencia para todos aquellos que vivían tanto dentro del territorio rionegrino como pampeano.
Su nacimiento se remonta a 1879, cuando Julio Argentino Roca encabezó la Campaña del Desierto, y al paso fue creando fortines que posteriormente se transformaron en pueblos y ciudades.
Esta pequeña localidad ubicada a 50 kilómetros al este de Villa Regina, fue en aquellos años un punto de referencia para el comercio y la comunicación. A sólo 20 años del paso de las columnas militares por este territorio, ya contaba con estación del ferrocarril y una estafeta postal.
Pero hubo otro hecho que también posicionó a esta localidad como un punto de referencia para el comercio, al comenzar a ejecutarse el proyecto de navegación del río Negro, donde nuevamente Chelforó fue uno de los puntos en los que las embarcaciones que surcaban las aguas detenían su marcha, no sólo para descargar mercadería, sino también para transportarla hasta la desembocadura.
Y de esa parte de la historia aún quedan algunos vestigios en la un campo a pocos kilómetros de la actual planta urbana; con una batea que al parecer tuvo como objeto permitir el desembarco de botes de menor tamaño, y pilotes ubicados en sus proximidades, que habrían servido como base para las maromas en las que se fijaban los barcos que navegaban las aguas del río.
Rubén Arruza es uno de los pobladores de esta pequeña localidad, que recuerda los relatos de padre, Norberto Arruza que con 14 años llegó desde España hasta este punto rionegrino para trabajar como carrero.
Corría 1930 cuando Norberto, con carretas de grandes dimensiones trasladaba lanas y cueros hasta Chelforó, donde eran embarcados en los vaporcitos que navegaban las aguas del río Negro.
“Durante cinco años hizo ese trabajo, y después se fue a trabajar a una estancia en La Pampa” relató Arruza, que con sus hermanos volvió años más tarde para establecer un comercio de ramos generales, que durante varios años estuvo a pocos metros de la estación del ferrocarril, hasta que en la década del 70 se estableció a pocos metros de la Ruta 22.
La estructura de hormigón que sirvió como atracadero se encuentra unos 2.000 metros al oeste de la planta urbana de Chelforó, en un campo que permanece en manos privadas, por lo que para acceder hasta ese lugar es necesario contar con el permiso de sus propietarios y con la guía de baqueanos que identifican el punto donde se encuentra. El lugar es conocido como la “quinta vieja” y muchos suponen que ahí estuvo en principio el primer asentamiento de población. Quedan restos de viejas plantaciones de frutales y viñedos. La estructura de hormigón tiene cuatro metros de largo, por casi dos metros de ancho y unos tres metros de profundidad, ubicado de manera oblicua al curso del río Negro. Se presume que ese lugar servía para que embarcaciones más pequeñas ingresaran y salieran con mercadería hasta el barco detenido en el curso de agua. La estructura tiene además una pequeña escalera con hierros, que servía para subir y bajar hasta el bote con los cambiantes niveles del río.
“Hace un tiempo el río principal pasaba por este lugar, pero hubo modificaciones y hoy es solo un brazo”, relató Arruza.
De un galpón de chapa
a La Flor de Chelforó.
Pese a los cambios en el comercio, Rubén Arruza aún encabeza un almacén de ramos generales, que es uno de los tantos comercios que se ubican a la vera de la Ruta 22 en esta localidad.
El comercio tiene casi 50 años de historia, en sus primeros años en un galpón de chapa. Después se convertiría en “La Flor de Chelforó”.
Licores, carnes, cuchillos, y elementos de talabartería en estantes y colgados del techo, junto a una vieja cabina telefónica dan marco al almacén, por el que pasa una parte de los 55 vecinos que viven allí.
Publicado por Diario "Río Negro", 6 de Octubre de 2.016. Autor: Pablo Accinelli.
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