«Un brutal dictador que oprimió a su pueblo». Así es como ha
definido el flamante nuevo presidente de los Estados Unidos a Fidel Castro
(fallecido el pasado viernes 25 de noviembre). Con la marcha de este
revolucionario (que derrocó hace 60 años al gobierno de Batista junto a sus
barbudos guerrilleros) se ha ido, en efecto, uno de los tiranos que ha logrado
perpetuarse en el poder hasta su muerte. Sin embargo, no ha sido el único a lo
largo de la historia. De hecho, es la punta del iceberg de una larga lista de
autócratas que -solo en el siglo XX- han dejado manchadas de sangre las páginas
de los libros de historia con millones de muertos.
Iósif Stalin (1878 - 1953) Iósif Vissariónovich (más
conocido como Stalin) vino al mundo allá por el año 1879 en Georgia. Desde
joven combatió contra el régimen de los zares. En 1903 se puso a las órdenes de
Lenin y de sus bolcheviques, grupo en el que logró ascender sumamente rápido.
En 1922 llegó hasta la cabeza del ya Partido Comunista
(PCUS) y, apenas unos años después, logró que Trotski (el sucesor elegido por
Lenin por considerar al futuro dictador demasiado sanguinario) se marchase del
país al exilio. Acto seguido, y tras la muerte de su mentor, nuestro
protagonista se deshizo poco a poco de sus enemigos hasta que acaparó el
liderazgo de la URSS para sí a finales de los años 20. A partir de entonces,
ejerció un poder dictatorial que le llevó a acabar con la vida de entre 10 y 50
millones de personas (atendiendo, siempre a las fuentes a las que se acuda).
«No puedes hacer una revolución con guantes de seda»
Entre 1936 y 1938, Stalin perpetró las denominadas purgas.
Una forma educada de denominar al asesinato masivo de miles de personas que
pudieran considerarse contrarias a sus políticas o que, simplemente, hubiese
apoyado a Trotski durante el breve período de tiempo en el que ambos se
enfrentaron por el poder. Así, se sucedieron las matanzas del ejército o del
Politburó. Todas ellas se sumaron al envío masivo de ciudadanos a campos de
trabajo (gulags), la colectivización de tierras (previas a la expulsión de sus
habitantes de ellas) y al traslado de poblaciones en su totalidad a su
capricho.
Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, el dictador se
alió con Adolf Hitler y ambos se repartieron Polonia. Sin embargo,
posteriormente el líder nazi le traicionó e invadió la URSS durante la
Operación Barbarroja. En los primeros meses de la guerra, el Ejército Rojo fue
arrasado por los germanos, por lo que el líder soviético dio órdenes de que
ningún soldado se retirase del frente para evitar la pérdida de territorios.
Según la orden 227, cualquiera que lo hiciera podría ser disparado por sus
propios oficiales.
Otro tanto sucedía con sus generales. Y es que, aquellos que
decidían retirarse al no poder contener al enemigo eran fusilados. Esta
barbarie, junto con la contienda misma, llevó a los soviéticos a perder un
total de 23 millones de vidas en aquellos años. Sus ejércitos, no obstante, se
tomaron su venganza y violaron (junto con el resto de aliados) a más de un
millón de mujeres en Berlín una vez que fue tomada.
Tras la guerra, las políticas de Stalin le terminaron
enfrentando a los Estados Unidos, lo que provocó la Guerra Fría. Murió en 1953.
A día de hoy, los historiadores no se ponen de acuerdo en lo que respecta al
número de muertes que provocó este dictador.
Sin embargo, las más extendidas son las que ofrece la
escritora Norma Estela Ferreyra en su obra «Verdaderas historias de terror». En
ella afirma que, mientras tuvo bajo su yugo a la URSS (desde 1924) 4 millones
de rusos murieron por su «paranoia» (miedo a que fueran contrarios a su
persona), 23 millones dejaron este mundo por sus absurdas órdenes durante la
IIGM y 7 millones de ucranianos debido a la hambruna provocada por sus infames
políticas de exportación. Con todo, son múltiples las fuentes que revisan estos
datos y lo reducen o aumentan considerablemente.
2-Adolf Hitler (1889-1945) Adolf Hitler es uno de los
dictadores más conocidos del siglo XX. Y ya no solo por lograr conquistar media
Europa y una buena parte del norte de África con sus ejércitos, sino por usar
el estado para aniquilar a entre seis y diez millones de judíos en campos de
concentración y exterminio. El futuro Führer vino al mundo el 20 de abril de
1889 en Braunau Am Inn.
Tras combatir en la Primera Guerra Mundial y ser herido de
guerra, se unió a Partido Nacionalsocialista Alemán (NSDAP). Posteriormente se
hizo con el poder de este grupo. En los años 20 trató de dar un golpe de estado
por el que acabó en prisión. Cuando salió de la cárcel decidió usar la
democracia para conseguir llegar hasta lo más alto de la política, y lo logró
en 1933, después de ser elegido canciller. Apenas un año después, consiguió
también el título de presidente de Alemania.
«Cuando se haya eliminado el peligro comunista, volverá el
orden normal de las cosas»
A partir de ese momento unificó el poder en su figura y se
convirtió en un dictador a todos los efectos. Usando el sentimiento anti judía
y anti internacional existente en Alemania, logró dirigir a la sociedad hacia
una de las guerras más cruentas del siglo XX. La IIGM comenzó en 1939 con la
invasión de Polonia y tenía el objetivo -oficialmente- de recuperar las
regiones y el respeto que el Tratado de Versalles (firmado tras la IGM) le
habían hecho perder a Alemania.
Al final, sin embargo, terminó con un intento de dominación
casi mundial y el aniquilamiento en masa mediante cámaras de gas de la raza
que, según Hitler, tenía la culpa de la mayoría de los males de Alemania: la
judía. También será tristemente recordado por los múltiples experimentos que
idearon sus médicos para (presuntamente) hacer avanzar a la ciencia, y que
acabaron con miles de vidas de prisioneros.
A partir de 1944, no obstante, los ejércitos alemanes se
empezaron a resentir y -tras haber llegado hasta Stalingrado en su combate
contra los soviéticos- tuvieron que comenzar a retirarse hacia Alemania. Fue el
principio del fin de la contienda. En 1945, tras seis años de guerra, Hitler se
suicidó en el búnker de la cancillería sabedor de que dejar el mundo era mejor
que pagar por todas las barbaridades que había perpetrado.
Tras la guerra, las atrocidades de los nazis llevaron a la
firma de la Carta de París el 8 de agosto de 1945. Un documento en el que se
estableció la existencia de crímenes de lesa humanidad o crímenes contra la
humanidad.
«Por crimen contra la humanidad se entienden, a los efectos
del Estatuto de la corte penal internacional [...], diferentes tipos de actos
inhumanos graves cuando reúnan dos requisitos: “la comisión como parte de un
ataque generalizado o sistemático contra una población civil, y con
conocimiento de dicho ataque”», explica la abogada Joana Abrisketa en
«Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al Desarrollo».
3-Mao Tse Tung (1893-1976) Mao Tse Tung (también Mao Zedong)
está considerado a día de hoy como el mayor asesino del siglo XX.
Concretamente, está establecido que acabó con la vida de unos 70 millones de personas
como dictador de China. Vino al mundo el 26 de diciembre de 1893 en Hunan y, al
igual que sucedió con Stalin y Hitler, pronto se destacó como un luchador
rebelde que se enfrentó al poder establecido. En este caso, la dinastía Qing.
Tras estudiar magisterio, colaboró activamente en la
fundación del Partido Comunista de su país para defender, según decía, los
intereses del campesinado en contra de los tiranos. Tras conseguir un gran
séquito de soldados y enfrentarse a los japoneses (que habían invadido algunas
zonas del país), logró acceder al poder el 1 de octubre de 1949, después de que
se proclamara la República Popular de China. Curiosamente, lo hizo por la vía
democrática, al igual que su homólogo alemán. «¡Se ha establecido la República
Popular China! ¡Se ha puesto en pie el pueblo chino!», dijo entonces.
«¡Se ha establecido la República Popular China! ¡Se ha
puesto en pie el pueblo chino!»
A partir de este punto su figura causa controversia entre
los expertos. Y es que, durante sus primeros años de mandato, Mao llevó a cabo
las políticas que había prometido tales como repartir tierras entre el
campesinado, fomentar una educación y sanidad pública, y volver estatales las
empresas del país. Sin embargo, tan verdad como esto es que siguió los pasos de
Stalin perpetrando grandes purgas contra sus enemigos y favoreciendo la
represión como forma de castigar a sus presuntos detractores.
A su vez, durante el denominado «Gran salto adelante» (la
pésima industrialización del país en detrimento de la agricultura) acabó con la
vida de entre 30 y 40 millones de personas. Otro tanto sucedió durante la
«Revolución cultural» (las purgas), que se llevaron hasta 20 millones de
personas consigo. Y todo ello, en tiempo de paz.
«Después de la conquista de China, a partir de 1949, Mao
tuvo el secreto objetivo de dominar el mundo. En la persecución de esta
fantasía causó la muerte de 38 millones de personas en la mayor hambruna de la
historia. En conjunto, bajo el gobierno de Mao perecieron, en tiempos de paz,
más de 70 millones de seres humanos», explica Jung Chang en «Mao, la biografía
definitiva».
El divulgador Francisco Javier Villarreal es de la misma
opinión: «Fue un dictador militar demente, tiránico, y depredador. Comunista de
China y presidente de la República Popular de China por 26 años y 11 meses, […]
fue responsable de la muerte de más de 70 millones de chinos por sus políticas
económicas internas desastrosas y sus revueltas civiles, millones de
desplazados y millones de muertos por las revoluciones exportadas a otros
países». Murió el 9 de septiembre de 1976 tras el empeoramiento de su
enfermedad.
Augusto Pinochet (1915-2006) El chileno Augusto Pinochet fue
otro de los dictadores más destacados del siglo XX. Nació en 1915 en Valparaiso
y, curiosamente, no se destacó por su capacidad intelectual. De hecho, en el
colegio solían llamarle «el burro» por su característica forma de reir y por
sus bajas notas.
Tras ingresar en la academia militar, el paso de los años le
catapultó hasta el generalato y la jefatura mayor del ejército. Desde ese punto
hizo de catalizador de los grupos que estaban descontentos por la elección del
presidente Salvador Allende en 1970 (el cual lo adquirió con el partido Unidad
Popular). Tres años después, el 11 de septiembre, se puso al mando de una
fuerza militar que protagonizó un golpe de Estado contra el poder.
«En este país no se mueve una sola hoja sin que yo lo sepa»
Aquel día, Allende se protegió en el Palacio de la Moneda y
se negó a rendirse. Posteriormente, y según la teoría oficial, se suicidó
disparándose en la cabeza con un fusil de asalto. A partir de ese momento, y
tal y como sucedió con los casos anteriormente comentados, concentró el poder
sobre sí y utilizó todo aquello que tenía al alcance de su mano (por ejemplo,
los servicios de inteligencia) para acabar con sus detractores políticos.
Además, modificó la constitución de Chile para poder permanecer en el poder
hasta 1989.
Realmente se hizo tangible la frase que, en su día, dijo el
general: «En este país no se mueve una sola hoja sin que yo lo sepa». Todo ello
lo acompañó de la privatización de empresas públicas y de los recortes de
salarios, lo que provocó una gran expansión económica.
Durante el régimen militar que encabezó (el cual se fue
diluyendo poco a poco hasta que acabó rindiendo cuentas ante la justicia) casi
30.000 personas fueron torturadas y más de 3.000 murieron a manos del Estado.
Además, 300.000 tuvieron que exiliarse debido a la represión. A su vez, fue
procesado por violar hasta en tres ocasiones los derechos humanos. Una de ellas
fue la denominada «Caravana de la muerte».
El momento en el que un grupo militar ejecutó a 75 presos
políticos. «Pinochet rompió los esquemas y creó un nuevo modelo [de dictadura]
que lo transformó en el icono por excelencia del siglo XX de la violación
sistemática de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad en América
Latina», explica el periodista especializado John Dinges en su dossier «El
legado del terrorismo internacional de un dictador poco clásico».
Su mayor barbarie fue la denominada «Operación Cóndor», la
cual perpetró junto a los líderes de otras cinco naciones latinoamericanas. «La
Operación Cóndor, que contó con la connivencia de Estados Unidos, debe ser
entendida como una organización del tipo stay-behind, encargada de eliminar a
elementos de oposición, garantizar el establecimiento en el poder a los nuevos
ejecutivos militares de varios países latinoamericanos y evitar una
organización política, económica y social por parte de las clases populares»,
explica el historiador Marcos Ferreira Navarra en su dossier «Operación Cóndor:
antecedentes, formación y acciones». En la práctica, esta operación acabó con
50.000 enemigos del general asesinados.
Jorge Rafael Videla (1925 - 2013) Llamado por muchos «El
hueso» debido a su escaso peso, Jorge Rafael Videla fue el artífice de la
última dictadura militar argentina. El futuro tirano nació en Buenos Aires el 2
de agosto de 1925. Militar desde su juventud, en 1976 (ya como general)
protagonizó un golpe de estado contra el gobierno de «Isabelita» Perón. El
ataque estuvo, según se ha descubierto en la actualidad, sumamente preparado.
Un ejemplo es que los últimos 90 días antes del ataque se
utilizaron para elaborar listados y listados de todos aquellos contrarios al
régimen que, una vez tomado el poder, serían represaliados. El suceso, como se
suele decir, era la historia de una muerte anunciada.
«No era una situación que nosotros pudiéramos aguantar
mucho: los políticos incitaban, los empresarios también; los diarios predecían
el golpe. La Presidente no estaba en condiciones de gobernar. El gobierno
estaba muerto», explicó Videla en su momento. Llevaba razón el oficial, pues
una jornada antes de que saliera a la calle, en la radio ya se barajaba la
posibilidad de una revuelta militar.
«Si no están, no existen, y como no existen no están. Los
desaparecidos son eso, desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están
desaparecidos»
Tras tomar el poder, Videla se transformó (según los datos
ofrecidos por el «Museo de la Casa Rosada») el «Presidente de facto de la
Nación Argentina» (dictador) hasta el 29 de marzo de 1981. Durante ese tiempo
disolvió el Congreso Nacional y todos los órganos políticos; suprimió las
garantías constitucionales; suprimió los partidos políticos y favoreció las
importaciones en lugar del consumo del producto nacional.
A su vez, colaboró en el «Plan Cóndor» y en la desaparición
de cientos de personas. Este último fue un tema del que llegó a opinar: «Si no
están, no existen, y como no existen no están. Los desaparecidos son eso,
desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están desaparecidos».
Independientemente de sus opiniones, lo cierto es que sus soldados hicieron
esfumarse de la faz de la Tierra a 30.000 personas y asesinaron (como él mismo
admitió posteriormente en prisión) a entre 7.000 y 8.000.
En 1981 fue sustituido por Roberto Eduardo Viola tras
cumplir los cinco años de gobierno máximo establecidos por la Junta Militar.
Con la llegada de la democracia a Argentina, fue condenado a cadena perpetua en
1985 por violar los derechos humanos. Sin embargo, finalmente fue perdonado por
un vacío legal. Cumplió únicamente cinco años de prisión. Con todo,
posteriormente no logró escapar de una de las acusaciones más deleznables que
pueden pesar sobre una persona: robar bebés.
Le cayeron 50 años por apropiarse de 35 niños nacidos en
cautiverio. A efectos prácticos, y debido a su edad, pasaría entre rejas hasta
el final de su vida. No obstante, logró evitar los barrotes por su precario
estado de salud y permaneció en arresto domiciliario. Posteriormente fue
juzgado por la «Operación Cóndor». Al final terminó ingresando en prisión,
donde murió por causas naturales en 2013.
Jjjaaaaa Pinochet en proporción con esos COMUNISTAS.me están webiando
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