La «noche de brujas» está basada en la antigua Samhain (o Samagín), una celebración milenaria en la que los hechiceros trataban de apaciguar al señor de la muerte y pedir por las almas de los fallecidos.
Calabazas, disfraces y jolgorio. Lo que hoy en día se conoce
como Halloween (las costumbres que nos han llegado empaquetadas desde Estados
Unidos gracias a las películas) poco tiene que ver con la fiesta de la que
proviene Y es que, el origen de esta celebración se encuentra en el Samhain o
Samagín. Una conmemoración celta milenaria en la que los druidas de la antigua
Britania pedían por las almas de los fallecidos al dios de la muerte; se
encendían gigantescas fogatas para ahuyentar a los espíritus malvados y,
además, se llevaban a cabo sacrificios humanos para ver el futuro. La
barbaridad a la que llegó fue tal que, cuando los romanos arribaron a las
islas, prohibieron parte de las actividades.
Con todo, los orígenes de la fiesta se han difuminado en el
tiempo provocando que las interpretaciones sobre qué diablos se hacía en
aquella celebración sean muchas. De hecho, se desconoce el momento exacto en el
que se empezó a suceder.
Tan solo se sabe que tenía como protagonistas a los
hechiceros britanos y que ya se practicaba antes de la conquista romana de las
islas. Una campaña militar que comenzó con Julio César en el año 55 a.C. y que
se empezó a materializar definitivamente en el 43 con Claudio. Independientemente
de la fecha concreta, todas las fuentes coinciden en que el Samagín giraba
alrededor de los druidas, los sacerdotes del pueblo celta.
Druida
Druida- Wikimedia
«El pueblo céltico vivió en el norte de Francia y las Islas
Británicas. Practicaba las artes ocultas y adoraba a la naturaleza, a la que
atribuía cualidades animísticas o sobrenaturales», explican los autores John
Ankerberg y John Weldon en su libro «Facts on Halloween».
Por su parte, el arqueólogo e historiador decimonónico Henri
Hubert explica en su obra «Los celtas y la civilización céltica» que este
pueblo se mantenía unido gracias -entre otras tantas cosas- a los druidas, a
los que se daba gran importancia como encargados de contentar a los dioses.
«Eran una clase de sacerdotes expresamente encargados de la conservación de las
tradiciones», determina el experto.
Samagín y Belenus
Como pueblo que basaba una buena parte de su existencia en
la naturaleza, los celtas daban una importancia suma a los ciclos estacionales.
Para ellos, el año se dividía en dos grandes épocas: el invierno y el verano.
La primera, asociada con la muerte; la segunda con la vida. Y, para conmemorar
el paso de una a otra, celebraban dos fiestas en honor a los respectivos dioses
a los que asociaban cada una de ellas. «Los celtas adoraban al dios sol
(Belenus) especialmente en Beltane, el primero de mayo. Y adoraban a otro dios,
Samagín, el dios de la muerte o de los muertos, el 31 de octubre», determinan
los autores en su obra.
Stonehenge
Stonehenge- ABC
De la segunda fiesta que se llevaba a cabo en honor de esta
deidad es de la que proviene el actual Halloween. Según afirman la mayoría de
las fuentes, el festival de Samagín duraba tres días y tres noches y en él se
conmemoraba el «inicio de la estación muerta del año, en la cual campos y seres
vivos dormían a la espera de la próxima primavera» (tal y como explica la
doctora en historia Margarita Barrera Cañellas en su tesis «Halloween, su
proyección en la sociedad estadounidense»).
Podría parecer que esta fiesta era entendida una celebración
de segunda categoría, pero nada más lejos de la realidad. Al fin y al cabo, los
propios druidas consideraban a su civilización y al pueblo britano
descendientes del dios de la muerte. Con todo, tan cierto como esto es que
existen autores partidarios de que Samagín era únicamente el nombre que se le
dio a la festividad, y no el de ninguna deidad. «De los 400 nombres de dioses
celtas conocidos, el que más se menciona es el de Belenus. Samagín, que es
nombre específico del señor de la muerte, es incierto. No obstante, es posible
que fuera la principal deidad druídica», explican Ankerberg y Weldon.
Las creencias.
Las creencias de los druidas afirmaban que, en la noche del
31 de octubre, Samagín convocaba a los muertos para que pasasen «al otro lado».
Es decir, del mundo de los fallecidos, al de los vivos. Sin embargo, estos
espíritus podían llegar al «más acá» de dos formas diferentes atendiendo a si
habían sido «buenos» o «malos» durante los últimos meses.
Si el dios consideraba que no habían cumplido con sus
deberes, hacía que se reencarnasen en animales tras el ocaso. Por el contrario,
aquellos que habían obrado acorde a lo que quería la deidad eran libres de
visitar a sus familiares con su forma humana y pasar unas horas en sus antiguos
hogares antes de regresar al limbo.
Además, la noche del 31 era considerada especialmente
esotérica por los druidas. «Creían que el velo existente entre el presente, el
pasado y el futuro caía, siendo esta la razón de que se considerase como el
momento más propicio para todas las clases de artes mágicas y, en especial, las
adivinatorias y de predicción sobre el nuevo año», completa la experta en su
tesis. Era, en definitiva, una jornada mágica en el sentido más literal de la
palabra en la que el miedo a los muertos se mezclaba con la esperanza de
recordar a un familiar que hubiese dejado este mundo.
Sacrificios y hogueras.
Durante las celebraciones, los celtas practicaban varios
rituales. Uno de los más básicos era apagar todos los fuegos que hubiese
encendidos en las casas con dos objetivos. El primero era evitar que los
espíritus errantes (los malvados) entrasen en las viviendas al considerarlas
frías. El segundo, simbolizar la llegada de la estación «muerta» y oscura del año.
De esta forma, los diferentes pueblos se quedaban totalmente a oscuras y solo
eran iluminados por una cosa: las hogueras gigantescas que los druidas
encendían en las colinas.
«Los druidas o clase sacerdotal celta encendían nuevos
fuegos centrales en las colinas como símbolo del renacimiento de la Naturaleza
y de la vida durante la noche de Samhain. En estos nuevos fuegos se quemaban
principalmente ramas de roble, árbol sagrado para los celtas, y ofrendas de
frutos, animales e incluso seres humanos. Al día siguiente en las cenizas y
restos de huesos calcinados los druidas leían el futuro de la comunidad en el
nuevo año que comenzaba», completa la doctora en historia en su obra.
Estas fogatas eran encendidas con todo tipo de objetos que
los jóvenes reunían en los días previos a la celebración. ¿Cómo lo hacían?
Mediante una tradición que se mantiene en la actualidad: pidiendo materiales de
casa en casa para la gran hoguera.
Los fuegos eran un elemento central de la celebración, pues
se creía que con ellos se lograba espantar a los espíritus malignos que,
enfadados por haber sido castigados por el dios de la muerte, se dedicaban a
hacer tretas a los vivos. «La gente se ponía grotescas máscaras y danzaba
alrededor de la gran fogata pretendiendo que eran perseguidos por los malos
espíritus», completan los autores ingleses.
Con todo, las gigantescas fogatas y las máscaras no era lo
único que primaba durante esta festividad. Además de todo ello, esta fiesta era
considerada un momento propicio para pedir por los espíritus de los fallecidos
y para practicar la magia y las artes adivinatorias. Esta última praxis era
realizada por los druidas, quienes consideraban que podían averiguar el futuro
usando vegetales... o sacrificando seres humanos a los dioses. Una barbaridad
que, a día de hoy, ha caído en el olvido durante la noche de Halloween.
Prohibida y cambiada.
La barbarie de Samagín continuó hasta el siglo I d. C.,
cuando los romanos llegaron hasta Britania de manos de Claudio y sus legiones
Augusta, Hispana, Gemina y Valeria Victrix. Después de pisar tierras isleñas,
estos «civilizaron» la festividad erradicando los sacrificios humanos. En su
lugar, cambiaron a los condenados por efigies. Posteriormente, y en un intento
de romanizar todavía más la celebración, la cambiaron por el festival de Pomona
(en honor de la diosa de las manzanas y el otoño). La fiesta aceptada, pero el
pueblo jamás olvidó sus creencias.
Con el paso de los años, y usando como vía de entrada la
civilización romana, la Iglesia Católica trató de dar una vuelta de tuerca más
al festival para acabar definitivamente con las creencias celtas. Así fue como,
en el año 610, el Papa Bonifacio IV instauró la fiesta de los «Mártires
Cristianos» el 13 de mayo.
«Esta medida no tuvo mucho éxito, por lo que en el siglo
VIII d.C. el Papa Gregorio III, implantó la fiesta de los Mártires Cristianos
el día 1 de Noviembre, haciéndola coincidir de esta forma con la fecha de la
celebración de Samhain, y más adelante, el Papa Gregorio IV amplió esta
celebración a todos los santos del panteón cristiano», añade la experta. En
esos años fue cuando se cambió el nombre del festival a «All Hallow's Eve»,
término que derivaría posteriormente en el actual Halloween.
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