Hace apenas un mes, el ministro de Energía escandalizó a una parte de la opinión pública por confesarle al periodista Ernesto Tenenbaum que no traería sus ahorros del exterior hasta que recupere la confianza en la Argentina, objetivo en el que asegura estar trabajando. La incertidumbre despertada por la corrida cambiaria de esta semana parece darle la razón a Juan José Aranguren, cuyo sinceramiento fue interpretado por muchos como un sincericidio.
La profecía autocumplida del ministro pone en evidencia los desafíos de la batalla cultural que se le impone a este gobierno offshorizado: ¿puede reconstruir confianza una administración de funcionarios cuyos hábitos financieros personales denotan la típica desconfianza argentina por la Argentina? Si tuvieran éxito, sin duda calificarían como un caso de estudio para los futuros manuales de ciencias políticas. Pero si fracasara el experimento comunicacional, la puja democrática nacional quedaría simplificada a dos modos de decir el fracaso de la cosa pública, que se alternan cada tantos años como si fueran ideologías enfrentadas, aunque en realidad se trate de meros estilos expresivos: el discurso nac&pop sería hipócrita, y el habla neoliberal, cínica.
Aunque la corrupción tiene mucho que ver con esta encerrona histórica, tampoco lo explica todo. Basta recordar las fotos de un operativo anticorrupción en Brasil, donde se incautaron varias valijas repletas de dinero de origen oscuro vinculadas con el entorno de Temer, pero que, para sorpresa del ojo argentino, el botín se había acumulado en billetes de 50 y 100 reales, la moneda nacional. Aquí, en cambio, fue sistemática la preferencia del kirchnerismo por llenar sus bolsos y cofres ocultos con dólares, o a lo sumo euros y alguna divisa exótica. En este tema, cuesta diferenciar al progresismo argentino de sus compatriotas macristas, que antes y después del triunfo electoral de Cambiemos optaron por mantener -en blanco, en negro o en gris- sus ahorros en activos fuertes y lejanos.
Mi humilde propuesta para terminar con la famosa y aburrida Grieta: “Fly to quality” debería ser la leyenda en los futuros billetes argentinos. Así nos entendemos todos de una buena vez.
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