A unos 400 metros del ingreso al Centro Atómico, frente a la dirección del Instituto Balseiro, en esta época de otoño yacen varias manzanas pequeñas de color rojo y verde debajo de uno de los tantos árboles en uno de los parques de la institución que cobija innumerables historias.
Muchas veces, los estudiantes se sientan a estudiar debajo de su copa y no faltan los que se detienen algunos segundos para observarlo y remontarse quizás al origen de la ley de gravedad, cuando una manzana cayó sobre la cabeza del científico inglés Isaac Newton y generó una revelación que cambiaría la historia del mundo para siempre.
Sucede que ese árbol que ocupa el predio del kilómetro 9,5 de la avenida Bustillo en Bariloche desde 1980 es un retoño de aquel que inspiró a Newton en 1666.
La biblioteca “Leo Falicov” de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) conserva la documentación que acredita el extenso trámite necesario para contar con un ejemplar de ese árbol histórico.
La historia se remonta a un viaje a Inglaterra que realizó Carlos Castro Madero, doctor en Física del Instituto Balseiro que presidía la CNEA allá por 1979. Cuando este hombre supo que era posible conseguir retoños del histórico manzano de Newton, que se encontraba en la estación de investigación agrícola East Malling Research Station en Inglaterra, le escribió al agregado naval argentino en Londres pidiéndole colaboración en la gestión a fin de plantarlo en Bariloche a modo de homenaje al físico y matemático inglés.
Desde la estación londinense, enviaron tres retoños a Buenos Aires aunque aclararon que “habría que hacer un injerto porque los gajos del manzano no hacían raíces”. Uno de ellos fue plantado en el Laboratorio Tandar en el Centro Atómico Constituyentes; otro en la sede central de la CNEA y el tercero a pocos metros de la tumba de José Balseiro, el primer director del instituto que lleva su nombre, en Bariloche.
El doctor en Física y profesor Guillermo Abramson recuerda que, “al ingresar al instituto en 1986, era un arbolito escuálido que no daba hojas ni frutas porque estaba en una zona baja que se inundaba. Empezaron a temer que no sobreviviera y decidieron trasplantarlo en 1990 al lugar donde se encuentra en la actualidad. Fue un éxito porque la planta se puso fuerte y empezó a crecer. Al poco tiempo, empezó a dar frutas”.
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