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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

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“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, septiembre 03, 2022

Los primeros años de Alberdi.

 


Los primeros años de Alberdi.

La infancia de uno de los más lúcidos y prolíficos pensadores latinoamericanos del Siglo XIX. "Mi nacimiento fue mi primera desgracia”.

Juan Pablo Bustos Thames*


Alberdi fue uno de los más lúcidos y prolíficos pensadores latinoamericanos del Siglo XIX. Tuvo una vida llena de emociones, ausencias, curiosidades y sinsabores. Pese a haber nacido en Tucumán, sólo pasó 15 de sus 73 años de vida en esa Provincia.

Su padre, Salvador Alberdi, era vasco, de Vizcaya y alrededor de 1790 se trasladó a Buenos Aires “no como emigrado, sino como el que cambia de domicilio en su país mismo. El Plata era, entonces, una provincia española”. Vecino a Francia, este vasco no hablaba ni francés ni castellano en forma fluída, “pues los vascos no son fuertes en la lengua de Cervantes”, cuenta su hijo. Después, por razones de salud, don Salvador se mudó a Tucumán, “país más análogo, por sus montañas, a la España de los Pirineos”; donde se prosperó como comerciante. 

Salvador era bajo y de cabello negro, “cuerpo enjuto y ágil, cual verdadero vasco”. En Tucumán se casó con Josefa Rosa de Aráoz y Balderrama, de una tradicional familia local. Así, el recién llegado se relacionó socialmente en su nueva tierra.

A diferencia de Salvador, ella era “de alta estatura, delgada, rubia, como la compañera obligada” de su marido. Era aficionada y talentosa en la poesía; rasgos que heredaría su hijo menor.

La familia se instaló en una casa de los Aráoz (esquina de las calles 24 de Setiembre y 25 de Mayo), en la misma cuadra del Cabildo (hoy Casa de Gobierno), donde hoy existe una pizzería. Tuvieron cinco hijos, de los cuales Juan Bautista fue el último; y nació en esa casona. Refiere Alberdi: “mi madre había dejado de existir, con ocasión y por causa de mi nacimiento. Puedo así decir como Rousseau, que mi nacimiento fue mi primera desgracia”. Alberdi admiraba a Juan Jacobo Rousseau, quien en “Las Confesiones” había escrito: “Costé la vida a mi madre, y mi nacimiento fue el primero de mis infortunios”. 

Don Salvador quedó viudo, a cargo de cinco niños pequeños; uno recién nacido, que no conoció a su madre. Sin embargo, este vasco tenía una voluntad a prueba de todo; y no se amedrentó en sobrellevar su crianza y educación, con la valiosa ayuda de su familia política, los Aráoz.

Para Alberdi, más que de la tierra donde nacemos, o de la sociedad donde nos formamos, los hijos somos “por nuestra naturaleza física y moral…, la reproducción o la nueva edificación de nuestros padres. Así, dar de ellos una idea, es explicar la mitad de lo que somos nosotros mismos”. Cuenta que su padre, como buen vasco, tenía, un sentimiento de la individualidad personal, e independencia más fuerte que los naturales de Castilla.

Por eso, al estallar la Revolución de Mayo, el Ejército del Norte llegó a Tucumán, y don Salvador, pese a haber nacido en la península, abrazó, sin dudar, la causa patriota, que “coincidía con su instinto vascongado de autonomía local. La revolución fue para él una desmembración natural de la familia española”. Su aporte económico fue sustancial para la causa patria.

El impacto en su vida de Belgrano.

Salvador apoyó a los Aráoz, “que dieron a Belgrano una parte del ejército con que venció en Tucumán”, cuenta Alberdi. El Gral. Belgrano, muy amigo de los Aráoz, frecuentaba la casa de Alberdi cada vez que pasaba por esa provincia. Cuentan algunos que el general residió con los Alberdi en vísperas de la Batalla de Tucumán; luego, los pocos meses que permaneció en esa ciudad, a principios de 1814, y finalmente, durante las sesiones del Congreso de Tucumán, en 1816.

En esa época, Manuel Belgrano trató especialmente al más pequeño y juguetón de los Alberdi: Juan Bautista, a quien prodigó muchos mimos y cariños; que éste recordaría con ternura hasta su adultez. Cuenta Alberdi: “el general Belgrano hizo de mi padre su mejor amigo. Yo fui el objeto de las caricias del general Belgrano en mi niñez, y más de una vez jugué con los cañoncitos que servían a los estudios académicos de sus oficiales en el tapiz de su salón de su casa de campo en la Ciudadela”.

Por el apoyo que brindó a la causa patriota, el Congreso de Tucumán, en 1816, le confirió una de las primeras cartas de ciudadanía, que su hijo atesoró “como un papel precioso por el objeto, por los nombres, por el sello de ese gran cuerpo histórico”.

El respaldo de don Salvador fue también cívico. Cuenta Alberdi que su padre sirvió a la “causa de América… con sus luces, explicando a los jóvenes de ese tiempo, en sesiones privadas, los principios y máximas del gobierno republicano, según el Contrato social de Rousseau, tomado por texto. Ejerció muchas veces la magistratura de alcalde, o juez de primera instancia, como miembro del cuerpo municipal”. Era un ciudadano ejemplar, cuyos principios transmitió a su hijo.

Mientras, Juan Bautista cursaba sus primeros estudios y aprendió a “leer y escribir en la escuela pública, que fundó Belgrano con sus sueldos personales”.

Durante la Anarquía del año 20, recuerda que “Tucumán fue uno de los primeros pueblos de provincia que se dieron una legislatura local. Miembro de ese cuerpo, por elección popular, mi padre asistió a la sesión en que don Bernabé Aráoz, mi tío, debía ser investido de facultades extraordinarias. Al tomar la pluma para firmar el acta de ese nombramiento, se sintió enfermo, dejó la pluma sin firmar, se retiró a su casa, y murió en la misma noche de ese día”.

Era tan fuerte el sentimiento republicano de Salvador, que pese a estar emparentado con el mandatario, con quien tenía una excelente relación; fue tal la indisposición que sintió de convalidar esas “facultades extraordinarias”, que no las suscribió y falleció, disgustado, esa noche.

Bernabé no era un tirano. Juan Bautista tenía una carta donde San Martín, recomendaba al Gral. Pueyrredón, que designara a Bernabé Aráoz como gobernador, calificándolo “como el mejor hombre de bien que existe en toda la República”. Salvador Alberdi “no era enemigo del dictador, sino de la dictadura”.

* Juan Pablo Bustos Thames. Abogado, Ingeniero, Profesor Universitario, Director de la Cámara de Comercio Exterior de Tucumán, estudioso e investigador de la historia, escritor, realizador y conductor televisivo y de documentales. Miembro de la Fundación Federalismo y Libertad y la Fundación Universitaria del Río de la Plata (FURP). Facebook: https://www.facebook.com/juan.p.thames/ Instagram: jpbthames / Linkedin: Juan Pablo Bustos Thames.

PUBLICADO EN DIARIO PERFIL.

https://www.perfil.com/noticias/opinion/primeros-anos-de-alberdi.phtml


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