El ex líder de la ex Unión Soviética, creador de la Perestroika y la Glánost, murió el martes a los 91 años.
Por Francisco E. González.
En la Plaza Roja, los hinchas entonaban todo el repertorio de cantitos, mientras los fotografiaban locales y visitantes y los filmaban las cadenas internacionales. Ayer, luego de conocida la noticia de la muerte de MIjail Gorbachov, el líder que terminó con la guerra fría y disolvió la Unión Soviética después de que el 9 de noviembre de 1989 los mazazos en el muro de Berlín que dividía a las dos Alemanias derrumbaran la era comunista sin que él ordenara reprimir, uno de los amigos preguntó en el grupo de WhatsApp que aún une a esos veinte amigos si alguien recordaba haber visto algún homenaje a Gorbachov durante aquel viaje que nadie pudo olvidar. La respuesta: ninguno. No sabían entonces que el hombre que quería cambiar a Rusia desde mediados de los 80 y terminó cambiando el mundo pasaba sus días refugiado en una modesta casa de campo en las afueras de Moscú, donde cuatro años después, a los 91, resistía como podía los embates contra su fundación sospechada por el viejo poder de apoyar a agentes internacionales, pese a que había apoyado la anexión de Crimea y objetaba la injerencia occidental en Ucrania.
Su pecado mortal era otro: su doble rechazo a la inmensa ola autoritaria en la que surfea Putin y que el presidente eligiera los bombazos para solucionar los problemas geopolíticos, algo intolerable para el visionario que ordenó retirar a las tropas de Afganistán, negoció con los Estados Unidos la reducción de las armas nucleares y recortó el presupuesto de Defensa. También dejó su inmenso legado fronteras adentro: impulsó las elecciones democráticas, creó un nuevo legislativo y fomentó la televisación de los debates, introdujo la propiedad privada sin objetar la economía centralizada, liberó a los presos políticos e impuso la libertad de expresión y de credo. Incorporó dos nuevas palabras al diccionario politico universal: Perestroika y Glánost. La primera aludía a la reforma y el cambio. La segunda, a la transparencia.
El lado B: aun quienes valoran su enorme aporte le cuestionan el ocultamiento de datos durante el desastre nuclear de Chernobyl y la crisis económica durante su gestión.
De Lenín a Laika.
Durante sus 48 horas en Moscú, los viajeros de la Patagonia entraron al Mausoleo de Lenín en la Plaza Roja. Si afuera era verano, adentro parecía invierno y se impresionaron al ver en una reluciente caja de cristal el cuerpo embalsamado del líder de la revolución soviética que falleció en 1924: entre los guardias de honor altos, espigados y rubios que apuraban el paso de los visitantes e impedían tomar fotos, notaron el traje rojo furioso que contrastaba con el tono de su piel y el pelo como si se lo hubieran lavado ayer en el recinto que cada año cierra dos meses para reacondicionar el cuerpo.
Mausoleo de Lenín en la Plaza Roja. |
Los hinchas argentinos recorrieron también la necrópolis a los pies de la muralla del Kremlin y caminaron la capital repleta de monumentos que rinden culto a los grandes personajes de su historia. Visitaron la casa donde León Tolstoi escribió La guerra y la paz y más tarde el Museo de la Cosmonáutica donde brilla la épica del primer astronauta en llegar al espacio en 1961, Yuri Gagarin. Allí también tiene su espacio Laika, la perra enviada en 1957 a una muerte segura en aquellos tiempos de experimentos en medio de la desesperada carrera espacial que enfrentaba a la Unión Soviética con los Estados Unidos.
Los viajeros también dedicaron una tarde a viajar en la red del Metro de Moscú y sus 230 estaciones que maravillan a los turistas por sus obras de arte, almorzaron en una feria donde colgaba ahorcado un muñeco de McDonald’s al lado de un parrillero que reinvindicaba la comida rápida rusa y compraron regalos en los puestos atiborrados de productos donde lo vintage era la URSS, pero en ningún lugar de los que anduvieron encontraron imágenes de Gorbachov, un rockstar para Occidente que filmaba publicidades de Pizza Hut y Louis Vuitton, pero una estrella en descenso en su propia patria. Con los ingresos de los comerciales financiaba su fundación, dedicada a estudios económicos, politicos y sociales.
El muro tenía 155 kilómetros de largo y 43 atravesaban Berlín. |
Del campo al poder.
La historia de Gorbachov contiene otras paradojas. Fue la planificación del Estado lo que permitió a este hijo de campesinos ruso ucranianos acceder a la Universidad de Moscú tras sobrevivir con su familia a la hambruna por la colectivización forzada de la tierra que impuso Stalin. Mientras estudiaba derecho conoció a la mujer que lo deslumbró: Raísa, que había elegido filosofía y tenía tanto estilo que le parecía inalcanzable, hasta que se animó a darle el primer beso en un parque de Moscú. Se casaron en 1953.
Su carrera política fue meteórica. En 1970, con 39 años, ya era jefe del partido comunista en su Stávropol natal y en 1978, especializado en economía agrícola, fue designado secretario de Agricultura del Cómite Central del topoderoso PC. En 1980 ingresó al estratégico Politburó y cinco años después ya era el secretario general.
Lo que siguió entró en la historia, pero no lo suficiente como para que el gobierno ruso le rinda honores en su entierro. Será sepultado justo a los restos de su esposa Raísa en el cementerio de Novodevichy en Moscú.
Putin lo dijo a su estilo al cuestionar su rol histórico: “Había que luchar por la integridad territorial de nuestro Estado de manera más insistente, coherente y osada, y no esconder la cabeza bajo la arena, dejando el culo al aire”.
Desaparecido de la iconografía oficial rusa, Gorbachov ha dejado varias frases para el recuerdo. Entre ellas, aquella con la que impulsó la Perestroika y la Glánost. En 1985, poco después de llegar al poder, dijo: “Camaradas, sin dudas, necesitamos reformas. El pueblo quiere cambios. Ha llegado la hora. No se pueden aplazar por más tiempo”.
El 30 de agosto del 2022 se fue de este mundo para reunirse por fin con Raísa, como deseaba.
Por estos días, los viajeros de la Patagonia saben que el Mundial de Qatar del que fue excluido Rusia por la invasión a Ucrania les resulta inalcanzable: el dólar que estaba a 20 pesos aquella vez vale 300. Ahora, también saben por qué no vieron nunca a Gorbachov en las calles de Moscú.
PUBLICADO EN DIARIO LA MAÑANA DEL NEUQUÉN.
Domingo 4 de Septiembre del 2022.
Imágenes: Diario La Mañana del Neuquén.
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