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...." el pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria". Leopoldo Marechal.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.

LA ARGENTINA DEL BICENTENARIO DE LA PATRIA.
“Amar a la Argentina de hoy, si se habla de amor verdadero, no puede rendir más que sacrificios, porque es amar a una enferma". Padre Leonardo Castellani.

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"La historia es la Patria. Nos han falsificado la historia porque quieren escamotearnos la Patria" - Hugo Wast (Gustavo Martínez Zuviría).

“Una única cosa es necesario tener presente: mantenerse en pie ante un mundo en ruinas”. Julius Evola, seudónimo de Giulio Cesare Andrea Evola. Italiano.

sábado, febrero 27, 2016

Belgrano y la creación de la Bandera por Carlos Pistelli.

(de “vale la pena ser argentino”, Tomo I)
Crease la escarapela.
               Como resarcimiento a su mala acción, Belgrano pasa a custodiar las costas del Paraná. Ha cambiado el abogado venido a general. De una lucidez mayúscula en los asuntos de la Patria (siendo el máximo exponente de todos los actores de Mayo), de un idealismo algo ajeno a la tierra y sus hombres va ganando comprensión y humanismo caminando los pueblos del país. Ha comprendido que el jacobinismo extremo es contraproducente y que una política religiosa que equipare los males de Castelli y los suyos en el norte atraerá a las poblaciones a la Revolución. Y sus soldados necesitan distintivo para diferenciarse de los chapetones. Conforme a los colores del escudo de los virreyes o al manto de la virgen del Rosario manda confeccionar cintas azules y blancas que Rivadavia firmará como escarapela nacional.
 Crease la Bandera.
               Su convicción emancipadora se agiganta. Manda emplazar dos baterías que custodien el paso del Paraná por los Pagos de los Arroyos: Libertad e Independencia. Belgrano, jugando con fuego, decide enfrentar a los hombres del Régimen sin abandonar su amistad personal con todos ellos. Desde el 27 de Febrero de 1812 tenemos enseña “para diferenciarnos del resto de las naciones del globo”. ¡Mal rayo me parta!, habrá pronunciado Rivadavia negándole mostrarla.
Cuando una colonia decide flamear bandera propia provoca su diferenciación de la metrópoli. Todas las ciudades fundadas por los españoles tenían su escudo correspondiente, pero tener bandera propia iba más allá. Cuando Belgrano, alejado de la Buenos Aires “enciclopédica”, encantado con el patriotismo simple de las paisanadas del litoral, enarbola bandera, estaba anticipándose al Congreso de Arroyo de la China y al de Tucumán. Estaba declarando la Independencia por las suyas.
 Ya en el ejército del Norte deberá ocultarla. Y si le llegasen a preguntar dónde la tiene guardada, dirá que para cuando logremos una gran victoria volverá a flamear “… y como ésta no se producirá, se olvidarán de ella”. El fastidio belgraniano a la obra rivadaviana se oculta en esa queja y un silencio molesto. Ya habrá tiempos de enfrentar al Régimen. Ahora hay que luchar por la Independencia. Aunque Rivadavia no luche por lo mismo. Inicia, entonces, el éxodo jujeño.
¿Qué significaba la bandera para aquellos argentinos, y para estos como nosotros en el presente? No encuentro mejor explicación que la dada por José María Rosa: “El argentino ve en su bandera la representación de la Patria sin mirar la calidad del paño ni la perfección del colorido; se descubre ante ella sometiéndose al más fuerte de los vínculos: la comunidad nacional. Le agravia que la ofendan, más que una afrenta personal. La bandera significa la Nación, su pasado y su porvenir, nosotros, nuestros padres y nuestros hijos, la tierra que pisamos, los horizontes familiares, los afectos más caros; todo aquello que no se razona pero es el espíritu  de una comunidad, una ligazón que ennoblece la vida y justifica se la entregue en su defensa”. Es la descripción de sentimientos que mi lenguaje no hubiera podido expresar nunca. Bajo esos noble sentimientos, empezaba a marchar el pueblo argentino en el afán de independizarse. Todavía marchamos, pese a todo…
Don Manuel. (‘Los Caudillos’)
Volviendo al recorrido de su vida, al conseguir los triunfos de Tucumán y Salta que salvaron a la Causa americana y mantuvieron esperanza en sus gestores múltiples, se le otorgan dineros que él declinará en pos de la creación de cuatro escuelas en la zona norte del país. Suscribe un reglamento para las mismas donde ordena tratar a los maestros de escuela como “Padres de la Patria”. Forjará su temple heroico recorriendo la Nación forjada. El diario “La Prensa” se referirá a él ochenta años después tras un episodio oscuro[1], “El patriota que más hizo por el país y que menos comió de sus riquezas”. O algo así. Ha donado sus sueldos, sus bienes de hombre pudiente de la capital; Los jirones de su corazón se reparten por doquier para mantener la Patria unida. Deja un mensaje, Un mensaje enorme para la posteridad:
 “Siempre me toca la desgracia”, escribe con sorna, “que me busquen cuando el enfermo ha sido atendido por todos los médicos y abandonado”. “Es de necesidad de proteger tan nobles sentimientos, que son obra del cielo que tal vez empieza a protegernos… La gente se ha decidido a sacrificar con nosotros si se trata de defenderla (la integridad del territorio)”. “Voy a presentar batalla hasta concluir con honor… pero si Belgrano no puede hacer milagros, trabajará por el honor de la Patria. Mis compañeros están llenos del fuego sagrado del patriotismo y dispuestos a vencer o morir con su General”.
Se han apoderado de mí las ideas de la libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido”.
   El 25 de mayo de 1812, Belgrano declara la Independencia por las suyas, estando en Jujuy, enfrentando al gobierno rivadaviano: “Vosotros tendréis un motivo más para recordar este día, cuando sois testigos, por primera vez, de la bandera nacional en mis manos, que nos distingue del resto de las naciones del globo. Jurad conmigo, y: ¡Viva la Patria!”
 Había hablado con el corazón… y las bolas bien puestas (disculpando el lector) Seamos compañeros de Belgrano, y llenos del fuego sagrado del patriotismo hagamos Patria grande en la tierra de los argentinos.

[1] El episodio oscuro al que me refiero es cuando dos ministros del general July Englis Rock en su virreinato 1898-1904, los señores Joaquín González y general Riccieri, roban del sarcófago sagrado donde descansaba Belgrano, huesos y dientes de su despojos santos. Para llevárselos a Mitre. El general Bartolus se ofenderá y ordenará la devolución. González era autor de una ley por la que se expulsaba del país a los inmigrantes que defendían sus derechos laborales. Riccieri, creador del servicio militar, era rosarino como la Bandera, Central y el Che. Una ofensa, definitivamente, a mi patria chica…

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