Lady Macbeth de Tolosa por James Neilson.

Cristina ya forma parte de la historia nacional. Por amnésico que sea el pueblo, nunca la olvidará. Habrá películas, algunas hagiográficas y otras menos benevolentes, acerca de la transformación de una chica linda pero relativamente pobre de Tolosa en una de las mujeres más poderosas o, cuando menos, más visibles del planeta. Sin embargo, mientras que la protagonista y sus fieles quisieran que los productores de las películas y miniseries por filmarse se concentraran en sus presuntos logros políticos, tratándola como una paladín insobornable de los derechos humanos y repartidora generosa de beneficios para los pobres, las empresas del rubro preferirán relatos más fuertes, con más "interés humano", o sea, más truculentos, que los confeccionados por los aún impresionados por la propaganda kirchnerista.

El expresidente Carlos Menem, nada menos, acaba de ofrecerles el esbozo de un guión que podría ser irresistiblemente taquillero. Aunque se cuidó de decirlo sin tapujos, ya que atribuyó sus afirmaciones a lo que "muchos sostienen", el riojano dio a entender que le parece más que probable que Cristina haya asesinado a su marido, el expresidente y hombre fuerte del "comando doble" Néstor Kirchner, porque "la castigaba muy feo". Si bien el riojano no fue testigo de los acontecimientos a los que a su manera aludía y en el mundillo político los chismosos abundan, sus palabras han servido para reinstalar el tema en la imaginación no sólo nacional sino también mundial. Los escépticos pueden señalar que no era ningún secreto que la salud de Néstor era precaria y que no prestaba atención a lo que le aconsejaban los médicos, razón por la que les parece natural que haya muerto fulminado por un infarto, pero en vista del carácter tormentoso tanto de él como de su esposa la variante insinuada por Menem no parece del todo absurda.

Por ser cuestión de Cristina, una política que, acompañada por su cónyuge, construyó su poder en base al maniqueísmo a veces delirante, dividiendo el género humano entre un puñado de buenos encabezado por ella misma y una multitud de malos malísimos, fue de prever que su imagen también se partiría en dos. Una, la de sus admiradores, comenzó a deslustrarse el día en que se convirtió en "una calabaza"; desde aquel momento, la otra imagen, la cultivada por sus enemigos, no ha dejado de expandirse a costa de la creada por ella misma y quienes la rodeaban, aunque hasta que Menem optara por aportar lo suyo no era la de una vengadora capaz de cometer un mariticidio. Antes bien, era meramente la de una señora altanera y ensimismada sumamente corrupta que, con la complicidad de quienes habían aprovechado su popularidad innegable para alcanzar un lugar de privilegio en su ámbito particular, había amasado una fortuna personal gigantesca.

Para los comprometidos con el principio resumido por la consigna un tanto burlona "roba pero hace", lo de los hoteles vacíos que, según se denuncia, le servían para trasladar bolsas rellenas de dinero bien lavado desde la Patagonia hasta cuentas bancarias en el exterior, las bóvedas misteriosas y otros detalles, carecerían de importancia si de resultas de la gestión de Cristina el país entero hubiera prosperado pero, por desgracia, el consenso es que legó a su sucesor una ruina. En palabras del peronista Eduardo Luis Curia, un economista nada ortodoxo que durante años había apoyado al modelo K, lo recibido por Mauricio Macri es "un colosal bodrio macroeconómico".

Aunque Macri tiene motivos de sobra para no querer a Cristina, parecería que le molesta la voluntad de ciertos miembros de su equipo de verla entre rejas. Acaso no le gusta la idea de que sus cuatro u ocho años en la Casa Rosada sean recordados por un proceso judicial que a buen seguro haría historia. Asimismo, sabe que, como ocurrió con la detención de la jujeña Milagro Sala, el enjuiciamiento de la expresidenta sería interpretado en clave política por los resueltos a ver en Macri a un exponente de la "ultraderecha" antipopular, una eventualidad que a su juicio no le convendría. Así y todo, a menos que decida otorgarle a Cristina un indulto presidencial, lo que tendría un impacto tremendamente negativo en su propia reputación, no le será dado frenar por mucho tiempo el avance de la Justicia. Para quienes sueñan con un operativo "manos limpias" equiparable con el que se dio en Italia casi un cuarto de siglo atrás, el que un expresidente, un peronista para más señas, se haya encargado de escribir lo que podría considerarse un prólogo para un drama apasionante es un golpe de suerte.

Según Menem, está por realizarse una autopsia para averiguar las causas del fallecimiento de Néstor Kirchner. De ser así, será porque algunos que se encuentran en condiciones de ordenarlo están convencidos de que hay algo significante detrás de los muchos rumores que empezaron a rodar el 27 de octubre del 2010, cuando fue encontrado muerto en el dormitorio de su casa en El Calafate; pero aun cuando no se encontraran razones para suponer que fuera asesinado, la versión de que su fallecimiento no se debió a un infarto cardiovascular sino a una bala disparada por un familiar ya ha adquirido vida propia. Cristina no podrá borrarla por completo: "Si non e vero, e ben trovato". Por injusto que les parezca a los militantes de La Cámpora, será una parte inseparable de la leyenda negra que está formándose en torno a la persona de su jefa espiritual y benefactora. Por lo demás, hace más creíble la sospecha de que ordenó otro presunto asesinato, aquel del fiscal Alberto Nisman.

Como aficionada ella misma a las teorías conspirativas, la expresidenta debería entender muy bien lo difícil que es convencer a la gente de que hasta los relatos más extravagantes, pero así y todo atractivos porque parecen confirmar lo que muchos quisieran creer, carecen de fundamento. Parece inevitable, pues, que Cristina termine incorporándose al elenco de los gobernantes más malevolentes de la historia al lado de muchos mandatarios africanos recientes, un sinfín de asiáticos, ideólogos, que en cierto modo le son afines como Stalin y Mao, una larga serie de emperadores romanos y, desde luego, la esposa de Macbeth, el último rey de la Escocia gaélico-hablante que, según Shakespeare medio milenio después, terminó mal por tratarse de una mujer tan ambiciosa como Cristina que no toleró que la realidad se negara a amoldarse a su voluntad imperiosa.