“La política es un acto de equilibrio entre la gente que quiere entrar y aquellos que no quieren salir”.
Jacques Benigne Bossuet
El final de 2015 fue un vendaval: la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia argentina, la contundente victoria de la MUV (Mesa de Unidad Venezolana) en las elecciones legislativas tras 17 años de triunfos “bolivarianos”, la amenaza de inicio del juicio político a la presidenta brasileña Dilma Rousseff que podría representar la caída del Partido de los Trabajadores (PT) y la victoria electoral de Jimmy Morales enGuatemala.
Sin embargo, dicen que todo había comenzado antes, con la llegada a la presidencia de Paraguay del empresario Horacio Cartes en abril de 2013 y el retorno al poder delPartido Revolucionario Institucional (PRI) en México devenido en una opción intermedia entre el modelo neoliberal del Partido Acción Nacional (PAN) y el progresismo del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
O quizás es posible remontarse aún a una etapa anterior: julio de 2001, cuando ocurrió la decisión de Ollanta Humala, ya Presidente de Perú, de desprenderse del bando chavista al que inicialmente se le relacionaba y asumir un camino autónomo.
¿Ha comenzado un cambio regional o sólo es una amenaza de cambio?
¿En qué consistiría ese cambio, de ocurrir?
¿Qué profundas serían las bases socioculturales de ese cambio?
"Un nuevo fenómeno político parece estar surgiendo en los últimos meses en Latinoamérica. El carácter “progresista” de los gobiernos que dominaron los 15 años posteriores a las crisis de la década de 1990 se encuentra en constante deterioro, lo cual se vislumbra en el marco programático de las nuevas coaliciones que ascienden al poder, así como de otras que ya están en él y que comienzan a acomodarse para los nuevos vientos que se avecinan. Múltiples académicos, analistas y periodistas coinciden en que efectivamente se trata del inicio de una nueva era. No obstante, aún no existe consenso a la hora de definir cuál es su esencia y hacia donde apunta.
Mientras unos aducen que reaparece en forma camuflada el paradigma neoliberal y neoconservador de la década de 1990, otros sostienen que no es más que un fenómeno delimitado y pasajero, previo a un retorno reforzado del proyecto neoprogresista y neodesarrollista de la década de 2000. Sin embargo, el nuevo rumbo político que se avecina en Latinoamérica no se caracteriza por un retorno al primer modelo neoliberal ni por una potencial estación intermedia rumbo hacia el segundo, sino por un nuevo modelo que se presenta tanto en términos discursivos como una alternativa sintética y superadora, al que daremos en llamar el “neoprogresismo”. (...)".
"Parece evidente que América Latina vive un momento de transición tanto a nivel económico como político. En primer lugar, la época de prosperidad marcada por el sólido crecimiento económico sustentado en el alza de los precios de los productos básicos, que fue acompañado por importantes avances sociales durante la última década, ha llegado claramente a su fin. Por otro lado, países con largos gobiernos populistas, como Argentina y Venezuela, han perdido el apoyo del pueblo en sendas elecciones celebradas a finales de 2015. En 2016, la amenaza de juicio político a la presidente de Brasil, Dilma Rousseff, también pone en peligro su continuidad en el poder.
Este nuevo escenario ha llevado a los expertos a preguntarse si el populismo y el llamado socialismo del S.XXI —abrazado primero por la Venezuela de Hugo Chávez y luego por países como Ecuador y Bolivia— han fracasado frente a los desafíos de desarrollo de la región.
Carlos Martínez Lázaro, profesor de Economía de IE Business School, no pone en duda el giro político en la región: “Se ha acabado con 12 años de kirchnerismo [primero Néstor Kirchner y luego su esposa Cristina] tras la victoria electoral del candidato de centroderecha Mauricio Macri en Argentina en diciembre. Por las mismas fechas, el chavismo de Nicolás Maduro ha perdido unas elecciones después de la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999 y la heredera política del expresidente Luiz Inácio Lula Da Silva, Dilma Rousseff, se encuentra en una situación muy complicada para seguir al frente del Gobierno, como consecuencia del proceso de destitución en que está inmersa”, y su nivel de popularidad se sitúa por debajo del 10%.
El profesor del IE añade que en estos tres países se ha puesto de manifiesto que los gobiernos populistas no han podido resistir el cambio de ciclo económico. Esto ha estado acompañado, en su opinión, de unos procesos de corrupción verdaderamente importantes, que cuando ha soplado el viento de cola no han hecho demasiada mella en estos gobiernos, pero en cuanto la situación económica ha cambiado, el descontento popular ha crecido como la espuma. “Cuando el gasto social ha estado fluyendo todo ha ido bien, pero cuando ha empezado a haber problemas para mantener estos niveles de gasto, sobre todo cuando la situación económica se ha deteriorado, la población ya no ha estado dispuesta a seguir manteniendo ese contrato social de tú me das y yo te apoyo”, dice. Y destaca que estos ingredientes son comunes en Venezuela, Argentina y Brasil. (...)".
De qué van los neoprogresistas
Wajner, investigador en busca de un doctorado en el Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalem, afirma:
"(...) los neoprogresistas están lejos de presentarse como una mera síntesis de los dos modelos anteriores. Más bien pretenden exhibir una alternativa superadora y esperanzadora. En ese sentido, el pragmatismo y la “desideologización” de los que se enorgullecen sus portadores adquieren un protagonismo estelar debido a la fatiga de la opinión pública con el espíritu de confrontación y refundación que caracterizó a la región en las últimas décadas. Su foco programático radica en estimular inversiones para gestionar reformas destinadas al bienestar general, dejando de lado –por lo pronto retóricamente– los anteriores bagajes ideológicos. Los neoprogresistas imitan, pues, la “tercera vía” o “tercera posición” aparecida en Europa fundamentalmente en la década de 1990, presentándose “más allá de izquierdas o derechas”.
La aparente ambigüedad de contenido doctrinario de las coaliciones neoprogresistas no sólo sintoniza bien con un público joven y altamente “posideologizado”, sino que resulta funcional en términos de participación política porque permite la integración de sectores partidarios previamente antagónicos. Por ejemplo, Cambiemos, la coalición en el poder en Argentina, acoge a líderes de agrupaciones radicales y peronistas, así como allegados a la socialdemocracia y a viejas guardias derechistas. De modo similar, en la plataforma opositora de Venezuela, Mesa de Unidad Democrática (MUD), –que triunfó en las últimas elecciones legislativas– unifica sectores de todo el espectro del mapa político antichavista: desde socialdemócratas, progresistas y laboristas hasta centristas, liberales y democristianos.
En varias ocasiones, a ello se suma un liderazgo por parte de personalidades que adquirieron fama en ámbitos centrales de la esfera pública como deportes, televisión o negocios. Este es el caso de Horacio Cartes en Paraguay, Jimmy Morales en Guatemala y del propio Macri. Dicha ruptura con las dicotomías ideológicas y con los aparatos partidarios también se refleja en la composición de los ejecutivos neoprogresistas que optan por ministros de perfil tecnocrático con credenciales de gestión en áreas específicas. En definitiva, lo que en otra época solía entenderse comodebilidad –la escasa consistencia ideológica, la falta de experiencia política y la juventud del liderazgo– es percibido hoy como ventaja para implementar, en sus palabras, “una nueva forma de hacer política”. (...)".
Sergio Costa Sant’Anna, profesor colaborador en IESE Business School y la Universidad Pompeu Fabra en las asignaturas de Internacional Business y Strategic Alliances, hace referencia al sociólogo Ralf Dahrendorf para intentar acotar un término tan amplio y difuso como el populismo: “populistas a la derecha, populistas a la izquierda. Quien dice populismo se adentra en un terreno difícil. En todo caso, el concepto es peyorativo… Hablamos entonces de demagogia y la demagogia tiene un gran repertorio de métodos”.
En opinión de Costa, ningún tipo de populismo es bueno para un país y su pueblo, ya sea de derechas o de izquierdas, pero mucho menos las formas de populismo empleadas en Argentina, Venezuela, Brasil, Bolivia, Nicaragua, Cuba o Ecuador, ya que no se tratan “solo de simples gobiernos populistas de izquierdas, son intervencionistas y en algunos casos dictatoriales, donde prevalecen las voluntades de los gobernantes y no las leyes en vigor”. Tanto es así, “que en estos últimos años estos países se han acercado a Rusia o China, por la manera de pensar de sus gobernantes, y se han distanciado de Estados Unidos o Europa”.
Costa piensa que el panorama debería empezar a cambiar en los próximos años, sobre todo a raíz de la victoria de Macri y el posible juicio político a Rousseff. “Estos hechos deberían traer otra vez el equilibrio de fuerzas de izquierdas y de derechas en la región, pero lo más importante es que los populismos deberán desaparecer en la mayoría de países por las secuelas que han traído al pueblo”. Y apoya esta idea con datos del Banco Mundial, “según los cuales en los regímenes populistas de izquierda y teóricamente pro-pueblo de América Latina, aún existen 130 millones de personas consideradas ‘crónicamente pobres’, además de las considerada solamente pobres”.
El futuro
Mejor volver a Wajner, en Foreign Affairs:
"(...) Independientemente de los escenarios particulares, los gobiernos neoprogresistas tendrán por delante desafíos en común. Primeramente, deben lidiar con una coyuntura adversa para la región, más aún en aquellos países que deberán enfrentarse a profundos desajustes económicos con sus consecuentes efectos en términos sociales. Basta con ver en Brasil la reacción ciudadana a los síntomas de la recesión que progresivamente se consolida. En segundo lugar, deberán consolidar la gobernabilidad, lo que implica chocar y negociar con elites políticas previamente fortalecidas –como agrupaciones sindicales, grupos estudiantiles, burocracias estatales y políticos opositores– dispuestas a demostrar hostilidad y desestabilizar el orden público para recuperar el poder y los recursos perdidos. En países como Venezuela, la amenaza de quiebre institucional es aún mayor dada la disposición al choque desde el propio Estado. Prueba de esto es la reciente impugnación de ocho diputados del MUD que fue calificada de “golpe judicial”.
Un desafío adicional para las coaliciones neoprogresistas, carentes de aparatos partidarios consolidados, radicará en la capacidad para mantener su unidad interna a medida que surjan crisis, además de articular paralelamente un diálogo constructivo con la oposición que contenga la dicotomía y el espíritu de revanchismo. En ese sentido, se comprenden los esfuerzos del nuevo gobierno federal argentino en consagrar el flamante acuerdo con las provincias –muchas de ellas opositoras– y difundir la sonriente imagen de Macri con los 24 gobernadores, más aún después de sus primeros controvertidos “decretazos”. Finalmente, para trasladar el modelo al ámbito regional y consolidar una impronta en su inserción internacional, los gobiernos neoprogresistas deberán emprender procesos de integración regional e interregional que logren volver a entusiasmar a las elites intelectuales, así como convencer a Estados Unidos y a la Unión Europea de retomar la apertura mutua en una coyuntura de fuertes amenazas locales y globales. (...)".
Carlos Malamud escribió en Infolatam que “el modelo basado en un gasto social sin límite y en políticas clientelares se ha agotado”, pero esto “no implica necesariamente el fin del populismo”.
Lo que sí considera que estaría a punto de naufragar es el populismo bolivariano, “que tan pomposamente se calificó de ‘socialismo del siglo XXI’, aunque esto deberá ser corroborado caso por caso, país por país”.
En opinión del Investigador Principal para América Latina del Real Instituto Elcano, “lo anterior no significa la desaparición de los gobiernos populistas en América Latina, donde hemos conocido populismos de izquierda, populismos de derecha y populismos a secas”.
Venezuela y Argentina
Hoy en día, añade Costa, “los venezolanos están viviendo lo mismo que los sirios, pero sin guerra. Comprar un litro de leche u otros productos básicos es algo muy difícil. Los productos han desaparecido de los supermercados. Solamente las clases más altas pueden conseguir productos sin pelear por ellos en muchas ciudades del país”.
Para intentar salir de la crisis, dice, “Venezuela necesita primeramente un cambio de régimen económico, donde pueda haber una diversificación de la economía para que no esté soportada solamente por el petróleo”.
La situación es tal que el Gobierno venezolano acaba de solicitar a la Asamblea Nacional una declaración de emergencia económica que supone, desde el punto de vista constitucional, un periodo especial de 60 días para tomar acciones contra la crisis. Aunque se apruebe, el profesor del IE dice que Venezuela “está quebrada salvo que se recupere el precio del petróleo, lo que parece muy improbable a corto o medio plazo”.
Costa destaca que la continuidad del programa Petrocaribe puesto en marcha por Venezuela para ayudar a que países caribeños, especialmente Cuba, les permitió acceder de forma ventajosa a su petróleo a cambio de respaldo político y diplomático. Se calcula que en 2015 se entregaron un promedio de 200.000 barriles diarios, lo que representa menos del 10% de lo que produce Venezuela, un porcentaje poco relevante, pero tal y como mencionó el diputado de la oposición Alfonso Marquina a los medios: “ninguno de los 18 países miembros de Petrocaribe tiene los niveles de inflación que hoy padece el pueblo de Venezuela”.
En cuanto a Argentina, Martínez Lázaro señala que, aunque los Kirchner cuidaron a la base peronista trabajadora, se crearon profundos desequilibrios económicos en el país.
Costa señala que Cristina Fernández de Kirchner recibió el país de su marido Néstor (en 2007) con un récord de crecimiento y después de 8 años lo entrega con un 25% de inflación. “La deuda externa está casi en los niveles de 2005, el IED y las reservas de divisas en los niveles de 2004. Los gastos gubernamentales son 3 veces superiores que hace 10 años"
En estos momentos, el Gobierno de Macri está poniendo en marcha una transición económica ordenada y gradual. Martínez Lázaro no es muy optimista respecto al corto plazo: “Macri se asoma a una recesión casi seguro por los ajustes que tiene que hacer y el cambio de ciclo”.
Según Malamud, pese a la trascendencia de las elecciones argentinas y venezolanas y a su impacto regional, “aún es pronto para valorarlas adecuadamente”.
7 elecciones
En 2016, los ciudadanos votarán en 7 países, lo que entregará pistas más fiables sobre las tendencias políticas en la región:
> en Bolivia habrá un referéndum para la reforma constitucional y la reelección permanente;
> en Chile y Costa Rica, elecciones municipales;
> en México, estaduales y locales;
> en Nicaragua y República Dominicana, presidenciales, legislativas y municipales; y
> en Perú, elecciones presidenciales y legislativas.
En su opinión, habrá que prestar especial atención al referéndum boliviano, que permitirá valorar el respaldo que aún tiene el populista Evo Morales; a las municipales chilenas, “con la socialista Michelle Bachelet en horas bajas; y a Nicaragua, donde el tándem [matrimonio] izquierdista Daniel Ortega–Rosario Murillo deberá revalidar su hegemonía”.
Ni hablar de lo que suceda en los comicios de USA, que definirá la relación que viene entre Washington DC y la región.
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