“Qué linda quedaría ahí una capilla, todos la verían y pondríamos las campanas que tenemos en casa”. El deseo se cumplió y fructificó en una expresión de fe de toda una comunidad. |
“Mamá, qué linda quedaría una capilla aquí arriba, todos la verían y traeríamos las campanas que están en casa”, dijo la pequeña Diana (12) desde lo que hoy es plaza San Martín. Fue el día de la tragedia: 3 de febrero de 1962, el sexto verano que los Bortot, de Buenos Aires, elegían La Angostura para vacacionar.
Se enamoraron del lugar y alquilaron una casa en el barrio El Cruce. Desde el primer día Diana generó un entrañable vínculo con la pequeña comunidad, que entonces tenía 600 habitantes, la mayoría humildes y de campo.
La diferencia de clase social no le impidió hacerse de amigos locales. Durante el año la niña pedía ropa a sus compañeros del colegio en la capital y en el verano la daba en La Angostura. A su madre no le caía muy bien. “No temas mamá, estos niños son todos buenos, más buenos que los de la ciudad”, le decía.
Ese 3 de febrero la familia fue de picnic a la laguna Verde. Pasaban el día cuando la madre escucha un grito desesperante: “¡Mamá!”. Corrió y encontró a sus dos hijas, Adriana y Diana, en el agua. A Adriana la rescataron. Diana sabía nadar pero su pollerita se enganchó en un árbol. Ella había corrido a socorrer a Adriana que había caído al agua. Era ella quien había gritado “¡Mamá!”. Diana murió ahogada, por eso a la reserva municipal de laguna Verde se la conoce popularmente como Selva Triste.
Cuando preparaban su traslado a Buenos Aires, el cura Kutske dijo en su homilía: “Esta niña es el ser elegido por el Señor para que sea el ángel tutelar de El Cruce. Quedará para siempre en este pueblo, todos visitarán su tumba y rogarán para que ella interceda por nosotros ante el Señor”.
Por la frase los padres suspendieron el traslado del cuerpo y prepararon una tumba especial para enterrarla en el cementerio local. Iban encargar una estatua del ángel que decoraría la tumba de Diana cuando se les ocurrió, en vez de escultura, una capilla.
El 26 de marzo de 1962 el monseñor De Nevares colocó la piedra fundamental de la capilla y autorizó el traslado de los restos de la niña a la cripta.
El Municipio cedió el terreno y los planos y la dirección de la obra fueron donados por diferentes profesionales. En 3 de febrero de 1963 autoridades y vecinos inauguraron la capilla Santísima Virgen Niña. Las campanas son las que la niña quería traer para su capilla soñada; el Cristo se encontró herrumbrado en un galpón municipal. Fue restaurado y colocado en la capilla.
La escultura que decora la pila de agua bendita en la iglesia es del rostro de la niña hecha por el escultor Augusto Malknech.
Diez años después religiosas de la orden Virgen Niña crearon una escuela de artesanía regional y albergue para niñas que vivían lejos. El cuerpo de Diana descansa aún dentro de la cripta, en el subsuelo de la capilla.
Publicado en Diario "Río Negro" (Edición Nro. 24.942), 3 de Enero de 2018, página 32.
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