"¿Estoy divagando mucho?", pregunta Juan José
Sebreli camino al teléfono (de línea) que ha interrumpido la conversación. Nada
de divagar, por cierto, solo que sus respuestas se desvían indefectiblemente
hacia el túnel del tiempo de la historia argentina. Un primer plano de Sebreli,
de 87 años, en su escritorio-biblioteca, parece la corporización de los
pigmentos que dan forma a los retratos suyos que cuelgan en el living-comedor
de su departamento antiguo de Barrio Norte. Uno muy impactante de Guillermo Roux,
sobre todo, que parece anteceder a la figura humana del ensayista flaco que se
ha sobrepuesto a un ACV y ahora trabaja en la transcripción de los capítulos de
su programa de tevé Aguafiestas e imagina que el próximo título de su extensa
bibliografía será una crítica a las relaciones entre individualidad y sociedad.
Acceder al polemista que imagina que con Cambiemos puede invertirse la
polaridad de una "sociedad populista" tiene algo vintage. Sebreli
está agazapado tras el contestador telefónico y, si quiere, responde.
Usted no usa correo electrónico ni celular, ¿no es cierto?
No tengo nada de eso. Sé que han abierto una página de
Facebook con mi nombre pero jamás la he mirado. Detesto las redes sociales.
¿Por qué?
Porque allí se dicen cosas sin ningún basamento. Cualquiera
puede decir cualquier cosa y es divulgada. Un libro o un artículo de un
periodista de investigación también puede decir macanas, pero al menos se hace
responsable con su nombre. Prefiero leer un libro.
Pero si tuviera que escribir hoy Buenos Aires, vida
cotidiana y alienación (1964) tendría que salir a navegar por las redes.
Lo delegaría en alguien. Solo uso la computadora para
escribir y buscar en Google.
Tampoco tiene celular. ¿Es una decisión filosófica?
No. Simplemente es que no creo que haya que estar comunicado
permanentemente
Es el paradigma de hoy, ¿no?
Es el paradigma de hoy, sí. Pero creo que un intelectual
debe desconectarse. Sartre tenía teléfono y lo desconectaba cuando escribía.
Para mí el celular es molesto. Ya está demostrado que el uso de esos artefactos
hace perder la concentración. Para mí la gente se divide entre
"ensimismados" y "alterados". Yo soy ensimismado. Hay gente
alterada en el sentido que tiene que estar todo el tiempo comunicándose con
otros.
¿Puedo llamarlo tecnófobo?
Tengo una posición crítica, pero no soy un romántico
antitecnológico. Prefiero vivir ahora y no hace 50 años. Hace 50 años ya me
hubiera muerto. Obviamente, utilizo todos los mecanismos disponibles, sobre
todo en el aspecto de la salud y en el de la información. Lo que no soporto son
las amistades electrónicas. Es mentira, nadie tiene a nadie ahí.
La idea era repasar el panorama político actual. ¿Vamos
hacia el fin del bipartidismo tal cual lo conocimos desde el 83?
Bipartidismo o pluripartidismo, lo que importa es el régimen
hegemónico que hemos tenido desde la década del 40. Yo no soy de los que creen
que el kirchnerismo fue malo y el peronismo es algo rescatable. Yo creo que el
kirchnerismo es una rama podrida del tronco peronista. Por eso hay que ir a la
raíz, que lleva ya más de medio siglo. Siempre recuerdo la frase de Vargas
Llosa en Conversación en La Catedral. Un personaje le dice al otro:
"¿Cuándo te parece que empezó a joderse Perú?" Si me hicieran esa
pregunta, no vacilaría. Diría que la Argentina empezó a joderse el 4 de junio
de 1943 a las diez de la mañana, cuando vino la dictadura militar con el
peronismo y el populismo, para instalarse definitivamente. El intento del 83
fracasa porque el radicalismo es un partido democrático con un tinte populista.
Pero aunque el gobierno de Alfonsín terminó fracasando, logró poner fin al
ciclo militar. Mejor dicho, él empezó esa tarea y Menem la terminó, cosa que
nadie recuerda porque Menem tiene mala prensa. Y con ellos dos se vieron las
primeras libertades civiles que vivimos los argentinos. Eso no se había dado
nunca, ni con Frondizi.
¿El populismo es el mayor enemigo de la democracia?
Sí. Hay que dejar de hablar de izquierda y derecha. Esos
términos ya no tienen sentido como sustantivos. No hay un partido que sea de
derecha o de izquierda. Uno puede decir "populismo de izquierda" o
"de derecha", como adjetivos. Hay que hablar de democracia o
populismo, dos cosas contradictorias e incompatibles. Necesitaríamos otro gobierno
de Macri para que la democracia empezara a estabilizarse. Y después otros
gobiernos, sean radicales o socialistas o lo que fuera. Pero no puede ponerse
al peronismo tal cual sigue hoy en un plano de igualdad: su concepción no es
democrática, ya que cree que el movimiento está por encima de los partidos. La
Argentina es un país de cultura populista. Y ese es mi miedo actual con
respecto a Macri.
¿Cuál sería ese miedo?
A nivel político coincido con la orientación de Macri: la
reinstalación en el mundo; aliarse a la Unión Europea y Estados Unidos. En
economía, la única salida es terminar con la inflación y el déficit fiscal,
pero la política económica implementada para esas buenas ideas hasta ahora
fracasó.
¿Por qué fracasó hasta ahora?
Aplicar una buena política económica es dificilísimo en la
Argentina porque es una sociedad populista. La clase baja necesita de planes;
la industria necesita ser subsidiada. Un país no es viable con trabajadores y
empresarios subsidiados. Y la lluvia de inversiones anunciada no viene porque
nadie invierte en un país con una de las inflaciones más altas del mundo. El
problema es que implementar esa economía razonable choca contra intereses
sociales y políticos. Hacer una buena política económica significa perder políticamente
y si se pierde esta oportunidad vuelve indefectiblemente el populismo más
acérrimo. No Cristina, desde ya.
¿Quién, entonces, con tanta dispersión de votos en el PJ?
El peronismo llamado "bueno", cuya idea de
política económica sigue siendo la misma que la de Miranda y Perón.
¿Hay relevo entonces en el peronismo o no?
Ahora no hay relevo, pero el peronismo "bueno"
sigue en pleno auge. Primero porque Macri tiene que transar con ellos, sino las
leyes no salen. Pero este peronismo "bueno" no va a salir en su
auxilio si las cosas van mal. Un caso concreto es la violencia que se vio en el
Congreso a fin de año. Sabemos cómo empezó pero no sabemos cómo va a terminar.
Los trotskistas solo pueden hablar de una revolución ilusoria y apoyarse en los
kirchneristas más radicalizados. Esta unión es capaz de desestabilizar
cualquier país.
¿Eso no es magnificar las cosas?
¡No! ¿Cuántos son los yihadistas en el mundo árabe? Y son
capaces de desestabilizar a Europa. Acá puede pasar lo mismo. La violencia
frente al Congreso no fue por las rebajas a los jubilados sino para voltear el
gobierno de Macri. El kirchnerismo no quiere volver al poder sino librarse de
la cárcel.
¿Basta con tirar piedras a la policía para voltear un
gobierno?
¿Y cómo se volteó a De la Rúa?
Con De la Rúa había una ebullición social mucho mayor. Y
declaró el estado de sitio con todo el mundo en la calle.
Es cierto. No comparo tanto esto que pasó con 2001. Pero el
surgimiento de la violencia en los años 70, que fue la peor época que se vivió
en el siglo XX argentino, empezó con los Montoneros, que eran una ínfima
minoría.
¿No era aquel otro contexto?
Sí, era otro contexto. Pero digo que este es un peligro
real, no que vayan a triunfar. De hecho, fracasaron porque Macri se salió con
la suya y se aprobaron las leyes, pactando con los peronistas
"buenos". Sin embargo, nadie, ni los peronistas ni la oposición
llamada democrática, dijeron una palabra para condenar la violencia. Eso revela
que si la economía sigue mal o peor y estos focos se radicalizan aún más, los
peronistas "buenos" no se van a volcar a la defensa de un gobierno
constitucional. Este es el peligro que veo.
¿Macri es la consolidación de un nuevo estilo de mando o es
lo único que pudo conformar el establishment para recuperar las posiciones
perdidas?
Mi modelo de político es Felipe González o la
socialdemocracia alemana, pero Macri es hoy lo mejor que tiene la sociedad
argentina. Acá la elección es entre el mal menor y el mal absoluto. Y el mal
absoluto es el populismo.
¿Qué miembros del gabinete le gustan?
A mí los miembros de Cambiemos que más me gustan son los que
no le gustan a nadie, ni siquiera a algunos macristas. Carrió, en primer
término; Fernando Iglesias, que es discípulo mío y es bastante despreciado, y
hasta Patricia Bullrich. Creo que ella intenta poner un poco de orden aunque a
veces se le vaya la mano.
¿Aunque mande a reprimir?
Eso no es represión. Había que defender el Congreso para que
pudiera sesionar. Si las hordas entraban, ese día se terminaba la democracia.
Repito: hay un grupo de gente pequeño pero muy intenso que está en eso y puede
tener más poder que las mayorías débiles que apoyan a Macri.
¿Y en que reside esa debilidad?
Macri no tiene fanáticos. Como sí los tiene Cristina.
¿Será que no genera una identidad política sustanciosa?
No. Yo creo más en la importancia de la sociedad que en la
importancia de los partidos. Y la mayoría de los argentinos son populistas. Aun
sin saberlo. ¡Aun dentro de Cambiemos! Creen que los otros eran corruptos y
autoritarios por efecto del kirchnerismo, pero en realidad hasta un peronismo
sin corrupción ni despotismo sería igual de nefasto. Uno oye hablar a Stolbizer
contra la corrupción y está de acuerdo, pero ella votó las peores leyes del kirchnerismo.
Y eso es porque en última instancia es también una populista.
¿Qué opina cuando se dice que este es un gobierno de CEO?
Y antes veníamos de la cocinera, el jardinero, el chofer de
De Vido, todos convertidos en nuevos millonarios. Los grandes jerarcas
kirchneristas hicieron más plata que los Macri, seguro. De la vieja oligarquía
pasamos a esta lumpen-burguesía con un poder económico fabuloso.
Usted se define como un liberal de izquierda. ¿Cómo concilia
esa idiosincrasia con el proyecto de este gobierno?
La derecha no es la de antes: fascista y autoritaria. Y
nadie puede decir de Macri que sea fascista. Yo llegué al liberalismo muy
tardíamente desde una tradición hegeliana, marxista y existencialista. Soy de
la época en que los marxistas descubrieron a Hegel y en que Sartre descubrió a
Marx. Esa posición extravagante solo la teníamos en Buenos Aires Carlos
Correas, Oscar Masotta y yo. Éramos antinacionalistas, antimilitaristas y
anticatólicos. Hay gente que dice que yo fui peronista y no es así. En algún
momento creí disparatadamente que, con el apoyo de la clase obrera, el
peronismo podría ser un pasaje hacia el socialismo. Hoy reivindico el
liberalismo, la tradición argentina del siglo XIX. La máxima expresión de esa
tradición se da en un personaje altamente satanizado como es Roca, que puso en
ejecución las ideas de Sarmiento. Se me hace fama de ser un tipo de derecha que
en los años 50 fue peronista. Ni hoy soy de derecha ni entonces fui peronista.
La derecha de la segunda mitad del siglo XX era liberal-conservadora, por
ejemplo Alsogaray o Martínez de Hoz, y yo no tengo nada que ver con ellos. Hay
un liberalismo conservador y católico que apoyó las dictaduras militares. No
creo que Macri tenga nada que ver con ese tipo de liberalismo. Este Macri de
hoy es muy distinto al que era de joven. Yo lo detestaba. Primero, por ser
presidente de Boca, pues odio el fútbol.
¿Y en que cree que cambió?
Hay una única cosa que prueba que Macri está bien: que
Bergoglio es su enemigo. Bergoglio, lo más populista de la Iglesia Católica.
BIOGRAFIA
Juan José Sebreli nació en Buenos Aires en 1930. Sociólogo y
filósofo, es uno de los grandes intelectuales argentinos. Participó en las
revistas Sur y Contorno y escribió, entre muchos otros libros, Los deseos
imaginarios del peronismo, El asedio a la modernidad y La era del fútbol. Su
última obra es Dios en el laberinto.
Fuente de información e imagen: Diario "La Nación", domingo 14 de enero de 2018.-
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