“Es que tiene una cultura del trabajo admirable, digna de imitar. Ante la adversidad, los bodegueros y enólogos reaccionan de un modo muy sano, duplicando sin titubear la apuesta por la alta calidad. Será por esta capacidad que hoy, a pesar de todos los vientos en contra, Argentina está produciendo los mejores vinos de su historia”.
Quien así piensa es Andrés Rosberg (43), el “wine influencer” global más famoso que tiene el país, en su paso por Roca, donde tuvo unos días de descanso estas semanas. Su esposa es de aquí, por lo tanto siempre se da una visita por el Alto Valle, donde su curiosidad profesional lo lleva a detectar novedades del sector. “La globalización refuerza las características locales. Vivimos en un mundo donde la tendencia es la concentración; pero por otro lado vemos, al mismo tiempo, la necesidad de tener una identidad propia, bien local. Es en este juego donde me gusta descubrir y conocer personajes nuevos, esos que hacen de la vitivinicultura un mundo sorprendente”, comenta.
P- ¿Qué conocimientos tiene un sommelier?
R- Enciclopedista. Debe saber de vitivinicultura, enología, mucho sobre la producción de bebidas del mundo, gastronomía, geografía, comercio y ventas, técnicas de cocción, capacidad de manejar inventarios... También debe saber “leer” una mesa de comensales, desde los pequeños detalles que te dan indicios a las expectativas del comensal. Por qué están ahí, quién pagará la cuenta, qué están buscando y con qué límites: sí o sí hay que saberlo todo antes de ofrecer un vino y una comida.
P- Cada mesa es un mundo.
R- Tal cual. No es lo mismo una mesa formal, de comensales tradicionales que van a lo más seguro y clásico, a una joven, en la que buscan sorprenderse. Hay que saber escuchar y anticiparse a las necesidades del comensal. Esa es la clave de nuestra profesión. Tiene mucho de psicológico.
P- En este sentido, ¿el argentino cómo es?
R- Desconfiado y paranoico. Piensa que uno le quiere vender el vino más caro. El europeo en general se entrega, se deja llevar.
Considera que el comensal cada vez sabe más de vinos y está más abierto a probar los nuevos que salen al mercado.
“Las redes sociales democratizaron el acceso a la información”, sostiene. Tres décadas atrás el argentino consumía vino blanco, después Cabernet, luego Malbec, hasta hoy. Pero hay minorías potentes e inquietas que quieren novedades. La oferta es compleja y amplia y los comensales son más sofisticados. “Por ello, si un restaurante quiere ser competitivo tiene que tener un sommelier. Hay bodegas y distribuidoras que ya los tienen, también”.
Hubo un tiempo, comparte Rosberg, en que todos dependíamos de Robert Parker –el crítico estadounidense más famoso e influyente del mundo–. Su pulgar hacia arriba o abajo determinaba los precios y la producción de los vinos. Incluso muchos llegaban a “parkerizar” sus vinos con tal de adaptarlos a la tendencia del momento. Eso ya fue, piensa el entrevistado. “Si Parker te calificaba con 90 podías respirar un poco. Si te ponía 88 o 89 la tenías que remar otro año en dulce de leche. La diferencia entre 88 y 90, queda claro, es insólita. Ahora no es así. Él sigue teniendo su poder pero hay otros poderes, al mismo tiempo”, sostiene. “La información circula de otro modo. Estos críticos y medios siguen existiendo pero también existen las redes donde no sólo me dirijo a los 40 comensales que serví en un restaurante sino a los miles que me siguen por Instagram, Twitter o Face con un plus tremendo: la cercanía, porque les hablo en el mismo idioma, de los vinos que pueden comprar en una vinoteca cercana o que pueden probar en un restaurante del lugar”. Hoy, si Parker te pone 88 puntos capaz que ni te enterás.
En su paso por el Alto Valle en este enero tórrido, recalca que la vitivinicultura da muchísimo más trabajo y empleo por hectárea que cualquier otro cultivo extensivo. “Si queremos multiplicidad de productores, si no queremos que más gente migre del campo a la ciudad a vivir pobremente, la vitivinicultura es una herramienta maravillosa para el desarrollo. Mantiene a la gente viviendo en su lugar, genera un producto con altísimo valor agregado, no es un commoditie, crea una imagen gigantesca”, se entusiasma. “Estratégicamente tiene un peso enorme”. Por ello, insiste, los Estados provinciales debieran jugar fuertemente por ella. “Neuquén se dio cuenta de esto antes que Río Negro”.
“Soy un convencido de que la Patagonia tiene un gran potencial para elaborar grandes vinos. Por un lado, ante el calentamiento global esta zona tiene una oportunidad enorme. Si hoy vamos a Salta, La Rioja, San Juan o Mendoza, el agua está planteando serias limitaciones a lo que se puede plantar. Acá hay disponibilidad de agua y se puede crecer en superficie. Por otro, el mundo busca vinos de no tanta extracción, sin tanto alcohol, madera ni peso en la boca. Demandan vinos más frescos y jóvenes, con mejor acidez, que son los que se producen en las zonas frías: así está seteado el mundo con respecto al consumo de bebidas. Que se hable en Europa o Nueva York de los vinos de Canale –que fue un faro durante más de 100 años en la Patagonia–, Chacra o Noemía nos tiene que hacer abrir aún más los ojos en Río Negro”.
“Hay que desarrollar ahora el potencial. Que el futuro sea presente. Esta zona es el paraíso para un sommelier por sus vinos, sidras y destilados, quizás por ello es que uno ve tantas oportunidades. Oportunidades que se verán más claras si la gente que vive en la zona valora lo que se produce en la zona. Desde funcionarios a empresarios, pasando por trabajadores, comerciantes y consumidores. Esto es básico, imprescindible, debe ocurrir ya. Así todo va a marchar mejor”, concluye.
Un polinizador de ideas y experiencias.
Andrés es un apasionado hasta el tuétano por lo que hace y sabe. No mide el tiempo que comparte para hablar y escuchar de lo que más le interesa, las bebidas. Es uno de los primeros sommeliers profesionales de la Argentina. Es tan destacado que lidera la Asociación Internacional de Sommellierie (ASI), que por primera vez en su historia tiene como presidente a un latinoamericano. Durante once años fue presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers (AAS). Desde estos cargos y sus puestos laborales es un verdadero polinizador de ideas y experiencias digno de admirar. “Vinculo. Armo redes”, dice.
Pasó por el Alto Valle y registró novedades y protagonistas.
Para conocerlo
un poco más
Nació en San Telmo y su familia no es bodeguera.
Tiene 43 años.
Está casado con una roquense, que también es sommelier. Tienen dos hijos.
Compitió y ganó en Grecia, Chile, Uruguay, México, Colombia y Brasil y nuestro país.
Hoy vive su mejor momento.
Publicado en Diario "Río Negro", domingo 21 de enero de 2018.
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