Por Jorge Castañeda.
¿Por qué los flamencos adquieren su plumaje rosado?, ¿tiene vida la sal? ¿quién se acuerda de los “sea monkeys”?
Interrogantes estos que tienen su respuesta. Todo nace en las salinas del Gualicho. “Esta gran depresión, plagada de mitos y leyendas constituye uno de los sitios emblemáticos de aquellos que profesan sus creencias en el más allá”.
Es que el Gualicho haciendo honor a su nombre es el ámbito terrible rodeado de hechos legendarios y personajes que escapan a toda razón. Bernabé Lucero, el salamanquero, lo conocía palmo a palmo, y en la Piedra de Poderes, entre bailarines, acordeonas, toros enfurecidos y el Señor de las Tinieblas, pactó con este para aprender a tocar la guitarra. El viejo camino del Chancho, donde hay que pedir permiso y ofrendar para tener suerte en el viaje. Mitos, leyendas que asombraron hasta investigadores como el perito Francisco Pascasio Moreno y el suizo George Claraz, entre otros.
El camarógrafo Sergio Flecha Pérez en su ameno libro Salina del Gualicho, que tuve el privilegio de prologar, en uno de sus más ilustrativos capítulos da una respuesta científica sobre los interrogantes de las preguntas sobre si la sal tiene vida propia y sobre el color de los flamencos. “Imposible pensar –dice el Flecha- que dentro de la sal exista vida. Sin embargo, la artemia salina, pequeño crustáceo branquiópodo, desarrolla su ciclo íntegro de vida en este escenario de sal y soledad, hundido a 75 metros bajo el nivel del mar”. “No vive en los mares, sí en aguas continentales saladas de todo el mundo, a excepción de la Antártida y el Polo Norte”. “Son animales filtradores y se alimentan de algas unicelulares que se encuentran suspendidas en aguas altamente salinas”, “Diminuta, sin llegar a medir un centímetro, agita sus patas creando corrientes de agua para remover los fondos y lograr así su alimento”. “En ´pocas de desove y eclosión transforman a la salina en un horizonte de color naranja, momento en que aparecen los flamencos, buscando alimentación y el tinte para sus plumas”.
“Cuando nacen los flamencos son grises o blancos. Al cabo de tres años su plumaje se torna rosado, rojo o anaranjado, como resultado de los carotenoides que adquieren en la alimentación”.
“La artemia salina es una criatura con fototropismo positivo. Esto quiere decir que se siente atraída por la luz, como la caballa y el jurel”.
“Cuando el Gualicho se inunda, en las noches que hay luna nueva y la oscuridad es intensa, internarse caminando sobre el lecho salino con una linterna, atraerá a millones de estos crustáceos que se apelmazan jugueteando en torno al haz lumínico, tiñendo el agua de color rojo intenso”.
“Los machos de artemia presentan en la cabeza una estructura que usan para sujetar a las hembras durante al apareamiento”. Es una especie cosmopolita, y solo se encuentra en lechos de agua hipersalina”. “La artemia es también utilizada en la alimentación de peces de acuario, por el alto nivel nutricional y por la coloración que aporta a aquellos que la consumen”.
“En la década del 70 se comercializaron huevos de artemia en estado latente, que venían en unos sobrecitos con un folleto explicativo”. “Se los conoció como “Sea Monkeys” monstruos marinos que al entrar en contacto con el agua salada, cobraban vida en forma mágica, ante el asombro de los incrédulos y sorprendidos adquirientes”.
“Tanto fue el éxito de este plasma de vida, que una conocida marca de goma de mascar incluyó paquetitos de artemia salina con cada unidad que vendía de su producto. Hoy solo se comercializa como alimento para peces”.
Hasta aquí el relato del Flecha. No estaría mal para escribir algún cuento de la salina sobre el color de los flamencos similar a los de la selva de Horacio Quiroga.
Fuente de información e imágenes: Diario "Río Negro", 6 de abril del 2021.
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