Existe en el norte de Europa, un pequeño y curioso país muy poco conocido por los turistas. Se llama Islandia.
Islandia perteneció a Noruega y luego a Dinamarca. Tiene poca población, menos de un millón de habitantes, casi todos de religión evangélica luterana. Hace muchos años, participó en un torneo de ajedrez en la Argentina, un gran maestro islandés de ese deporte: Gustaf Olafson.
Una fría mañana de septiembre de 1963, hace varias décadas, un barco pesquero navegaba a unos 6 Km de la costa de ese país. A eso de las 7:30 de la mañana, el capitán notó, que el barco, de mediano porte, bailoteaba como si hubiese entrado en un remolino. Un extraño olor a azufre se sentía en el aire.
El Capitán también observó azorado, a unos 20 Km de distancia, una columna de humo muy oscuro, que parecía salir de la superficie del mar. Supuso que podría tratarse de una embarcación incendiada. Mientras se acercaba con su barco al lugar, notó que la columna provenía inequívocamente de una erupción volcánica, que, surgiendo del fondo del océano, ascendía con fuerza, en medio de un ruido ensordecedor. Sin sospecharlo, el Capitán Ciecha, estaba presenciando en ese momento un casi increíble milagro creador. ¡Estaba emergiendo, estaba naciendo, una isla!.
La columna seguía vomitando gas y vapor a miles de metros de altura. Y esa noche nacía la isla de Surtsey. A la mañana siguiente Surtsey, sobresalía diez metros de la superficie de las aguas. Cuatro días después, tenía una altura de 60 m y un largo de 600 m. Semana tras semana la isla fue creciendo.
Recién a los 6 meses el hombre se atrevió a pisar por primera vez el suelo de la isla. Un contingente de siete geólogos, desembarcó allí una fría mañana. Todavía surgían de la tierra columnas que contenían trozos de roca, que volvían a caer con fuerza. Era demasiado riesgo para los científicos. Optaron por retirarse presurosos.
Y transcurrieron otros 7 meses más. Recién a fines de 1964, cesó la fase explosiva y empezó a correr la lava. Esta, al enfriarse y solidificarse, comenzó a formar una roca de extrema dureza.
¡La posibilidad de permanencia en la isla quedaba asegurada!. Durante tres años, este milagro de la naturaleza continuó aumentando su altura y su tamaño. Hoy Surtsey, que pertenece a Islandia, tiene una altura promedio de 173 metros y su largo es de dos Km. Y ya bulle en la isla, la vida misma. En las grietas de los peñascos, crecen las primeras plantas, acariciadas por el sol y bañadas por el Atlántico. Aves multicolores han hecho de ella su hogar. Y cada amanecer, el cielo espera el canto de esas avecillas para descorrer su velo. El nacimiento y la formación de Surtsey, hija legítima del océano, ha terminado. Ya hay flores mostrando su belleza y ofreciendo su fragancia. Y también seres humanos.
Viven solo unas cien personas en la isla, casi todos científicos, cuyas observaciones geológicas y meteorológicas, están contribuyendo a hacer de este planeta el oasis de paz y bienestar que el hombre necesita para su definitivo reencuentro con su hermano hombre.
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