El gobierno lanzó esta semana con mucha pompa y discurso grandilocuente una nueva edición de billetes, con las figuras de próceres argentinos y con paridad de género, que reemplazarán a la serie producida con animales autóctonos de la gestión de Cambiemos. Sin embargo, la medida no incluye la creación de billetes de mayor denominación, con lo cual termina siendo apenas un costoso intento de tapar con relato los malos resultados de la “guerra contra la inflación.
El presidente presentó el lunes en casa de Gobierno los nuevos billetes en los que estarán el general José de San Martín, Eva Duarte, Manuel Belgrano, Martín Miguel de Güemes, Juana Azurduy y Remedios del Valle. “Recuperamos memoria e identidad social”, dijo el presidente. Más allá del tono épico, al no presentar billetes 2.000, 5.000 ó 10.000, plantea una medida cosmética que no soluciona los problemas cotidianos que ocasiona la aceleración de la inflación a consumidores, comercios y bancos.
Desde hace años el sistema financiero viene demandando billetes de mayor denominación, debido a su pérdida del valor por la suba de precios y la expansión monetaria. El billete de mayor valor hoy es el de 1.000 pesos, hasta ahora con la ilustración del hornero y próximamente con San Martín. Cuando se lanzó a fines de 2017 equivalía a 60 dólares, mientras que hoy, al cambio oficial representa us$8 y al dólar blue, no llega a los us$5. No alcanza para comprar una pizza o un kilo de carne de calidad, uno de los poderes de compra más bajos del mundo.
Tener tantos billetes con escaso poder adquisitivo tiene un enorme costo económico. En marzo pasado, los bancos entregaron por cajeros y ventanillas 1,5 billones de pesos, el equivalente a dos piletas de natación olímpicas repletas de billetes de 1.000 y con un peso aproximado de 1.500 toneladas. Las entidades deben invertir más en almacenarlo, en operar con él (logística, transporte, funcionamiento de cajeros) y se generan inconvenientes en las transacciones ya que se necesitan grandes cantidades para compras cotidianas. De hecho, el Banco Central dejó de aceptarle a los bancos billetes de 100 pesos, y las entidades financieras le demandan sólo los de 1.000 y de 500 pesos, para atenuar el costo de transportarlo y abastecer los cajeros.
La explicación de por qué hay en la calle tantos billetes de $100 que pocos quieren es política. Su cantidad se duplicó entre 2011 y 2015 por la negativa del gobierno de Cristina Fernández a crear un billete de mayor valor y reconocer la inflación. De haberse hecho, el Estado se hubiera ahorrado unos 639 millones de dólares en impresión, estimó Eduardo Ardiles, exdirector de la Casa de Moneda. No emitir billetes de mayor denominación entre 2020 y 2021 costó us$ 186 millones. La cuenta es simple: para poner 5.000 pesos a circular en vez de imprimir una unidad se imprimen 5 de mil, quintuplicando gastos en papel moneda, hilos de seguridad, tintas calcográficas y cartones separadores, todos insumos importados. La Casa de Moneda podría producir todos los billetes y no debería importar como lo hace actualmente. Y se ahorra en almacenamiento y transporte.
La excusa hoy es que el gobierno dice promover el uso de medios digitales y electrónicos de pago, y dejar el efectivo para transacciones menores, como en países desarrollados. Pero en una economía con casi el 40% en la informalidad y que mantenga impuestos como el de a los créditos y débitos en entidades bancarias (que era transitorio y se quedó) y a las plataformas digitales, es una utopía.
Imprimir billetes de mayor denominación facilitaría el comercio, reduciría los costos de impresión, recuperaría la independencia en la impresión de billetes, abarataría costos financieros y evitaría los faltantes y rápido agotamiento de los cajeros. No resolverá el problema de la inflación, que requiere de un programa integral y creíble, que reduzca gastos y déficit fiscal, atraiga inversiones y genere empleo. De otro modo, en pocos años los billetes de San Martín y de otros próceres sufrirán la triste suerte del hornero, que hoy tiene el 14% de su valor original.
https://www.rionegro.com.ar/editorial/opinion/la-triste-suerte-del-hornero-2320989/
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