Tres teorías alemanas para tomar conciencia.

 

Por Myriam Mitrece.

Más de una vez nos preguntamos qué nos pasó como sociedad. Cómo es que nuestro país, admirado por su nivel educativo y desarrollo a principios del siglo pasado, hoy se encuentre en esta situación de decadencia moral, social y económica.­

La respuesta rápida se dirige a responsabilizar a un pequeño grupo de gobernantes impresentables.pero quizás tres teorías alemanas pueden iluminarnos el camino para una reflexión más profunda.­

­LA TEORIA DE LA NECEDAD­.

Dietrich Bonhoeffer, pastor y teólogo luterano opositor al nazismo, fue arrestado en 1943 por participar de un complot contra Hitler. Desde la cárcel escribió cartas y apuntes que quedaron compendiados en Resistencia y sumisión. Bonhoeffer trata de comprender como grandes mayorías apoyaron al gobierno del führer y elabora una teoría sobre la necedad. Sostiene que la necedad de quienes sumisamente lo apoyaron constituyó un enemigo mayor y más peligroso que la maldad. "Existe la posibilidad de protestar contra el mal, de ponerlo al descubierto y, en caso necesario, de evitarlo por la fuerza. En cambio, frente a la necedad carecemos de toda defensa, no somos capaces de hacer nada contra ella, tanto si nos valemos de protestas como si utilizamos la fuerza: las razones no surten efecto". Agrega que el necio es más peligroso que el malo porque se siente satisfecho de sí mismo y con él no se pueden utilizar argumentos racionales. Se mueve por eslóganes, es dominado por consignas y minimiza toda advertencia de peligro. Tal como la concibe el autor, la necedad no es un problema psicológico. No tiene relación con la capacidad intelectual, ni con la instrucción. Es un problema social. Hay necios inteligentes e ilustrados.y hay situaciones que pueden poner necia a gente que no lo era.­

El necio aceptará lo malo para evitar lo peor. Y al hacerlo, ya no será capaz de reconocer que precisamente lo peor que él quiere evitar, podría ser lo mejor.­

­LA TEORIA DE LA BANALIDAD DEL MAL­.

Hanna Arendt, escritora y filósofa (aunque ella rechazaba tal denominación) en Eichmann en Jerusalem instauró el concepto de la banalidad del mal, en la década del 60. Su fuente de inspiración fue el análisis de la personalidad de Adolf Eichmann, uno de los líderes del régimen nacional socialista, durante su juicio. Ella dice que lejos de ser el monstruo o el "pozo de maldad" que consideraba la prensa, se trataba de un burócrata, un individuo que seguía, sin más cuestionamiento, las ordenes de un sistema inhumano.­

Dice Arendt: "Eichmann no era un Yago ni era un Macbeth, y nada pudo estar más lejos de sus intenciones que `resultar un villano', al decir de Ricardo III. Eichmann carecía de motivos, salvo aquellos demostrados por su extraordinaria diligencia en orden a su personal progreso. Y, en sí misma, tal diligencia no era criminal; Eichmann hubiera sido absolutamente incapaz de asesinar a su superior para heredar su cargo. Para expresarlo en palabras llanas, podemos decir que Eichmann, sencillamente, no supo jamás lo que se hacía.... No, Eichmann no era estúpido. Unicamente la pura y simple irreflexión -que en modo alguno podemos equiparar a la estupidez- fue lo que le predispuso a convertirse en el mayor criminal de su tiempo".­

El acusado no mostraba culpa ni odio hacia sus víctimas, simplemente sentía que estaba "haciendo su trabajo". La escritora afirma que, así como en este caso, hay personas comunes y corrientes, que actuando dentro de las reglas de un sistema perverso, hacen mal sin reflexionar sobre las consecuencias o la moralidad de sus actos, simplemente actúan naturalizando sus acciones, sin mayor profundidad.­

­LA TEORIA DE LA ESPIRAL DEL SILENCIO­.

La politóloga Elisabeth Noëlle Neuman escribió en 1977 un libro titulado La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social. La tesis de Neuman sostiene que la sociedad amenaza con aislar a las personas que sostienen posturas que se asumen como mayoritarias, por eso, sus comportamientos están influidos por el clima social. "Nadie quiere estar tan aislado .que los vecinos miren en otra dirección cuando se crucen con uno en las escaleras, o los compañeros del trabajo se alejen, dejando un asiento vacío al lado de uno". A la mayoría le incomoda ser un "bicho raro" y sobresalir por ser discordante con el resto. "...El miedo al aislamiento es la fuerza que pone en marcha la espiral del silencio". En reglas generales, la gente tiende a expresar sus opiniones en público cuando se adaptan al clima general que se percibe y a callarse cuando el clima es adverso.­

Sabemos que los medios masivos pueden ser creadores de climas que, aunque no sean mayoritarios, así lo parezcan.­

Quizás estas tres teorías nos lleven a reconocer que, además de los gobernantes impresentables, tenemos una cuota importante de responsabilidad como ciudadanos. Para salir del pozo necesitamos asumir nuestras culpas y reconocer lo que deberíamos cambiar.­

Myriam Mitrece.

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PUBLICADO EN DIARIO LA PRENSA.

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